Todo cambio trae incertidumbre y los cambios tecnológicos lo hacen en mayor medida. Como hemos escrito en Lampadia desde enero de este año, el mundo se encuentra hoy en medio de una nueva revolución industrial, la llamada ‘cuarta revolución’. Ésta, como las anteriores, termina instalando nuevos paradigmas en la vida de los seres humanos. Pero, más allá de los cambios que implica una revolución, queremos destacar una curiosa y muy importante similitud entre la primera revolución industrial de hace 250 años y la actual.
Ambas revoluciones tienen un poderoso impacto en términos de democratización de la humanidad. Curiosamente, la forma de lograrlo de una, es contraria a la otra.
Fuente: www.esan.edu.pe
Antes de la primera revolución industrial, solo las élites tenían acceso al conocimiento y a los bienes más desarrollados, el común de la gente seguía viviendo en gran medida en los espacios rurales, en condiciones de bienestar similares a los de la Edad Media.
La Revolución Industrial de mediados del siglo XVIII, cambió todos los aspectos de la vida. Desde entonces se multiplicó la producción de bienes, se inició el crecimiento de la riqueza, el PBI y la renta promedio de las personas, iniciándose un crecimiento exponencial de los indicadores económicos de bienestar. Según el Robert Lucas, (Premio Nobel de Economía), “por primera vez en la historia, el nivel de vida de las masas y la gente común experimentó un crecimiento sostenido (…) No hay nada remotamente parecido a este comportamiento de la economía en ningún momento del pasado”.
Uno de los elementos fundamentales de esta revolución fue el nuevo paradigma productivo: la ‘producción en masa’, que permitió aumentar la eficiencia y productividad de un modo que hizo posible el acceso a los bienes modernos de gran parte de la población.
Este paradigma de la producción en masa, de las economías de escala por procesos de producción masivos y estandarizados, se trasladó a todos los aspectos de la vida, hasta la educación, que se hizo accesible y permitió democratizar el acceso al conocimiento en todas las sociedades. Sin embargo, en educación, mediante la estandarización, se obtuvo acceso, pero hubo que sacrificar algo inherente a la educación de un niño, la formación individual que requiere la naturaleza dispar de los niños.
La ‘cuarta revolución industrial’ se basa en un paradigma completamente diferente, se asienta en un enfoque que podemos llamar del ‘segmento-tamaño-uno’. O sea, el producto individualizado, personalizado, hecho a medida de cada cliente o necesidad, y a costos cada día menores. Esto implica, que los bienes más sofisticados se hacen accesibles a todos los ciudadanos, pero esta vez, si es necesario, a la medida de cada uno.
El acceso a los productos tecnológicos se puede ver en la penetración productos como los celulares, smartphones, Tablets (ya se habla de las producidas en la India por US$ 10). En medicina, donde, por ejemplo, el costo de la secuenciación genética ha bajado de una cifra sideral a solo US$ 1,000. O el precio de un análisis de sangre para medir el Antígeno Prostático específico (PSA), cuesta 40 soles. ……O los exámenes y monitoreos de la salud a distancia a través de dispositivos móviles que estarán al acceso de todos, o la interpretación robotizada de imágenes de resonancias magnéticas que solo tengan precios marginales.
Esta personalización de la oferta de bienes y servicios empieza a tener un tremendo impacto en la educación escolar. Las tecnologías modernas permiten que cada niño pueda ajustar su formación según sus capacidades y preferencias, ajustar su ritmo de estudio y hasta la oportunidad de hacerlo. Sus capacidades para investigar en base a su natural curiosidad se han multiplicado infinitamente. Esto permite, de alguna manera, un acercamiento a la educación de las élites del mundo pre-moderno, la educación de los príncipes: todos los recursos educativos al servicio de un solo niño.
Estamos en otro mundo, con una nueva revolución democratizadora, que tiene un enfoque personalizado. ¿Podemos seguir teniendo un sistema educativo regimentado desde la cúpula ministerial, estandarizado, con novísimos currículos-obsoletos-desde-su-dación, y que forma (o pretende formar) jóvenes para el siglo XX?
¿Qué tipo de terquedad explica que por lo menos no se debata sobre la revolución educativa que debemos emprender? ¿Estaremos esperando alguna crisis del sistema educativo para reaccionar? Lampadia