EDITORIAL DE LAMPADIA
Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Urgidos como estamos por superar la pandemia, recuperar la economía y el empleo, y de reorganizar los servicios públicos de salud y educación, la idea de organizar una asamblea constituyente para diseñar una nueva Carta Magna, es una de las peores ideas que se pueden plantear.
El capricho de Perú Libre con Castillo-Cerrón, es tan absurdo y contraproducente, que llega a parecer un sabotaje.
En lugar de seguir llenando el vaso de nuestro desarrollo, corrigiendo lo necesario, se estaría rompiendo el vaso, tirando por la borda, todo lo avanzado. Una irresponsabilidad garrafal.
Como lo confirman todos los peruanos en todos los estudios de opinión pública, las incuestionables prioridades del próximo gobierno son atender la pandemia, impulsar la economía, y mejorar la salud y la educación. Veamos, por ejemplo, lo que dice el último estudio de Datum:
Pues resulta que, así como las crisis derivadas del mal manejo de la pandemia en lo sanitario, económico, social y político, han ayudado a que el lenguaje de protesta cale en el sentimiento de los peruanos, haciendo viables propuestas electorales contestatarias que en otras circunstancias habrían fracasado, las mismas crisis reducen sustancialmente los grados de libertad del próximo gobierno para conducir programas que no respondan a las prioridades y urgencias de la población.
En otras palabras, el próximo gobierno está obligado a dedicar todos sus esfuerzos para superar la pandemia, recuperar la economía y mejorar importantemente los servicios públicos de salud y educación. Para ello, les guste o no a las izquierdas, se debe recuperar necesariamente un buen nivel de inversión privada, que responde por el 80% del total y genera empleo sostenible y formal.
No comprometerse con esta tarea, no solo sería una tremenda irresponsabilidad, sería una traición al gran objetivo nacional de reducir la pobreza.
Más allá de las preferencias políticas de los partidarios de agendas radicales, ir a un proceso constituyente, impediría recuperar la economía por dos o tres años, lapso durante el cual, sin reglas de juego conocidas, se paralizarían las inversiones de todos los peruanos, desde el agente económico más pequeño hasta el más grande.
Además, por supuesto, todo el país se des focalizaría de las tareas urgentes que hemos enumerado, se privilegiarían los temas políticos y se agudizarían las diferencias políticas, malogrando la agenda de gobierno y las agendas de la sociedad civil.
Después de diez años malos en crecimiento y reducción de la pobreza, con ese grave error de gobierno, perderíamos cinco años claves para recuperarnos de los impactos de la pandemia y enrumbar al Perú hacia el desarrollo integral, económico, social e institucional.
Ninguna agenda política debe distraernos del gran objetivo nacional de disminuir la pobreza. Y si el eventual gobierno de Castillo toma ese camino, debemos aprestarnos a resistirlo con valentía y tenacidad. Lampadia