EDITORIAL DE LAMPADIA
Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Desde mediados de los años 60 hasta iniciados los 90, el Perú sufrió un empobrecimiento general.
- Más de 60% de la población estaba en situación de pobreza.
- La empresa más grande vendía menos del 50% que las ecuatorianas.
- El Estado tenía que manejarse con el 3.8% de un PBI diminuto.
Con las reformas de los 90, la pobreza bajó de 60 a 20%, las empresas peruanas crecieron, contrataron millones de trabajadores, pagando salarios más altos e impuestos, y el Estado incrementó sus ingresos hasta el 24% del PBI.
Mientras el Perú se recuperaba, Venezuela se casó con Cuba e inventó el ‘socialismo del siglo XXI’, con el que
- llevaron a la pobreza al 95% de su población,
- a la pobreza extrema al 79%,
- mayor mortalidad infantil y
- una caída de 3.5 años (2017) de la esperanza de vida.
Desató una crisis humanitaria difícil de imaginar, solo soportada por la represión política.
Desde el 2000, Venezuela hizo todo lo contrario que el Perú. Estableció controles de precios y control de cambios. Alejó la inversión privada local y extranjera. Estatizó empresas. Destrozó su empresa petrolera que bajó su producción al 25%. Y entronizó la corrupción y el narcotráfico, con el apoyo de sus fuerzas armadas y el manejo estratégico de los cubanos, que se adueñaron del país.
Ahora en el Perú, tenemos un grupo de candidatos de la izquierda radical, que admiran a los gobiernos de Venezuela y Cuba. Que plantean las mismas políticas con las que el chavismo destrozó Venezuela.
No les importan nuestras propias experiencias fallidas con la dictadura militar estatista y con la pobre democracia de los años 80; ni las experiencias de pobreza y falta de libertad de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua; o el desastre de Argentina, que con esas políticas perdió su alto sitial de bienestar.
El ejemplo de Argentina es el más claro sobre todo lo que no hay que hacer.
Todo esto es evidente. Entonces, ¿porqué nuestras izquierdas insisten en el error?
Brutos no son.
¿Están sinceramente imbuidos de visiones ideológicas [equivocadas]?
¿No les importa que sus políticas creen más pobreza?
¿O es que solo les interesa tomar el poder?
Habiendo tenido que renunciar a la violencia, parecería que esas políticas fracasadas son la única plataforma desde la que pueden tentar el poder, aprovechando de los naturales descontentos de la población de un país que está a medio camino del desarrollo.
Ese desarrollo inconcluso del Perú, abre el espacio para caer en la trampa de vaso medio lleno/vacío. Máxime, si en los últimos diez años hemos disminuido la inversión, bajado el crecimiento, paralizado la caída de la pobreza y perdido la sensación de confianza en el futuro que tuvimos hasta el 2011.
Para rematar esa mala década, nos llegó la pandemia del Coronavirus. Un proceso dramático per se, pero que el Perú lo manejó de la peor manera posible. Como consecuencia de los errores del gobierno de Vizcarra, advertidos oportunamente, nuestro país tiene los peores resultados en afectación sanitaria en el mundo, con la mayor cantidad de muertes en relación al promedio histórico y la mayor cantidad de muertos por millón de habitantes, según un último despacho del Financial Times.
Además, ese inefable gobierno destrozó la economía, con una de las peores caídas de PBI en el mundo y en la región.
Continuando con esta cadena de eventos negativos, el mismo gobierno de Vizcarra, con una negligencia criminal, nos dejó sin vacunas. Y ahora, el gobierno de Sagasti, después de haber comprado la peor vacuna, avanza a paso de tortuga con la vacunación, mientras nuestros vecinos nos llevan una larga delantera.
Estas son las condiciones en las que nos aproximamos al proceso electoral del Bicentenario. Una plataforma muy mala para que podamos elegir autoridades con tranquilidad de ánimo y perspectiva.
Por supuesto, la izquierda radical está aprovechando esta coyuntura al máximo, mintiendo y engañando, ofreciendo falsas soluciones mágicas, y pretendiendo tirar todo abajo para empezar de cero.
Ahora, estos radicales de nuestras izquierdas decimonónicas se dan el lujo de decir que van a hacer, o que van a imponer, cambios drásticos, a pesar de que tendrían un gobierno de minoría. Eso no les importa. Desde el poder se las ingeniarán para hacer lo que les de la gana.
- Ya sea organizar una constituyente manipulada con representantes de las ‘organizaciones populares’,
- desactivar el Tribunal Constitucional,
- hacer una nueva reforma agraria, o
- capturar las operaciones mineras.
Pensemos muy bien a la hora de votar, no nos dejemos llevar ni por la desazón de las múltiples crisis que atravesamos, ni por las ofertas engañosas y falsas de la izquierda radical.
El Perú tiene un gran potencial de desarrollo. Con un buen gobierno podemos recuperarnos muy rápido y reengancharnos en la gesta de desarrollo integral, económico, social e institucional. Pero para hacerlo posible, tenemos que involucrarnos en la cosa pública. No podemos dejar nuestro futuro en manos de malos políticos, medios de comunicación manipuladores y empresarios amedrentados.
Nuestro destino está intacto, la prosperidad y el bienestar general, nos esperan. Lampadia