EDITORIAL DE LAMPADIA
Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
En medio del desorden político y electoral que nos abruma, muchos hablan de cambiar todo. De cambiar la Constitución, de cambiar las leyes, el rol del Estado, las relaciones del Estado con el sector privado, etc. Pero no hay nada más torpe que hacer cambios equivocados.
En Lampadia estamos convencidos que sí necesitamos hacer cambios muy importantes. Veamos:
- Tenemos que cortar la distancia de la clase empresarial con la cosa pública.
- Tenemos que diseñar un sistema político que funcione.
- Tenemos que lograr servicios públicos eficientes, una justicia proba y pronta, y aliviar el peso del Estado sobre los emprendimientos económicos.
- Tenemos que desterrar la corrupción del ámbito estatal.
Ya antes hemos hecho cambios equivocados. Por ejemplo, desde la dictadura militar estatista hasta entrados los años 90, pasado por los gobiernos de Belaunde y García 1, alejamos la inversión privada y colapsamos el crecimiento, empobreciendo a todo el país, a los ciudadanos, a las empresas y al Estado.
Como puede verse en el siguiente gráfico de la ‘productividad total de factores’, que mide el uso eficiente de recursos físicos y humanos, a mediados de los años 70 paramos el desarrollo con un giro brutal hacia el estatismo que empobreció dramáticamente al Perú.
Después de 30 años de estatismo y populismo, hacia el año 90:
- los ingresos anuales del Estado cayeron a 3.8% de un PBI diminuto;
- las empresas más grandes no facturaban más de US$ 600 millones anuales, cuando las empresas ecuatorianas facturaban US$ 1,500 millones;
- y la pobreza llegó al 58.7% de la población.
No queremos esos cambios contra natura. El Perú tiene la capacidad para salir de la pobreza y ser un país en el cual toda su población pueda aspirar a la prosperidad. Nos sobran recursos naturales y humanos para abrazar el camino del bienestar general.
La misma ruptura del desarrollo y la consiguiente pérdida de oportunidad, se ve en el siguiente gráfico, que muestra la evolución del PBI per cápita, la base de los ingresos de los peruanos:
No queremos pues hacer cambios equivocados, y menos repetir los mismos errores del pasado. ‘Errar es humano y perdonar es divino, pero reincidir en el error es diabólico’.
Queremos un gran cambio, pero para mejorar, para traer la prosperidad del mundo desarrollado hacia el Perú, para que todos nuestros ciudadanos puedan ser ciudadanos del mundo desde el Perú.
Que nuestros jóvenes no tengan que emigrar a economías de mercado como EEUU, España, Italia, e inclusive Chile, para tener vidas dignas. Significativamente, nadie planea irse a Cuba o Venezuela. No importemos pues sus prácticas malsanas, no traigamos sus pobres realidades de miseria al Perú. Tenemos que traer lo mejor del mundo.
Aboquémonos más bien a los cambios que pueden hacernos prósperos. Para ello proponemos cuatro grandes cambios:
1. No dejemos la política en manos de los políticos.
La construcción de nuestro futuro es tarea de todos. Somos un país de emprendedores, pero no basta producir y crear empleo. Tenemos que soñar el espacio de vida que queremos para nuestros hijos y nietos. Tenemos que construirlo día a día, involucrándonos en el debate público y diciéndole a los políticos que queremos de ellos.
2. Hagamos, sin embargo, que los mejores deseen ingresar a los partidos políticos.
Para eso necesitamos partidos políticos reales y atractivos en los que haya centros de estudios de la realidad nacional, y reglas de juego funcionales en la relación entre poderes que permitan la gobernabilidad y el desarrollo del país.
3. Eliminemos el burocratismo y la ineficiencia.
El Estado, controlado por redes patrimonialistas, ha devenido en una maquinaria de ineficiencia, corrupción y ausencia. Hemos multiplicado la burocracia y hemos creado millones de normas anti propósito. Hemos asfixiado nuestras normas madre, desde la propia Constitución, que ya casi no puede respirar. Hemos establecido normas de control que paralizan la toma de decisiones creando un ambiente sub óptimo de servicios y de desarrollo de los proyectos de inversión. Tenemos una Justicia que juzga tarde, mal y nunca.
4. Combatamos la corrupción sin palabras vacías.
La organización política del país, con una descentralización fallida, ha entronizado una gestión patrimonialista, contraria a la meritocracia, que ha instalado espacios de corrupción en todos los niveles de gobierno, incluso en el gobierno central.
Hay que establecer una estricta meritocracia en el Estado y una gestión por resultados.
Tenemos que separar a los buenos funcionarios públicos de los sinvergüenzas. Para ello, como recomendó Fernando Cillóniz, hay que revisar los certificados de estudios y trabajo de todos los funcionarios.
El potencial de desarrollo del Perú es la envidia de muchos de nuestros vecinos. No nos contentemos con mantener ese potencial y seguir perdiendo oportunidades de crecimiento.
Menos debemos aceptar propuestas de cambio traicioneras para el bienestar de los ciudadanos. Cambios sí, pero no para detener el desarrollo. Es hora de apostar la prosperidad. Lampadia