Cayetana Aljovín
Presidente de la Sociedad Nacional de Pesquería
Para Lampadia
Han transcurrido más de 120 días desde que la pandemia generada por el COVID-19 llegó al país y los resultados son conocidos por todos: por un lado, la ansiada meseta nunca llegó y nuestro sistema de salud sigue aún sin poder atender a los miles de peruanos enfermos por este virus, produciendo diariamente muertes que nos duelen a todos; y por otro, una economía que algunos consideran decrecerá entre 10 y 15%.
Sin embargo, en esta columna no nos quedaremos en el diagnóstico. Superada finalmente la dicotomía absurda entre salud y economía, es momento que los principales sectores de la economía sigamos trabajando sin desmayo en lograr que la caída de la economía sea de un dígito y no dos. Ello, a fin de poder brindar los recursos necesarios para que el sector salud pueda hacer frente a las necesidades de los peruanos que lo requieren, pero además, para que no se sigan perdiendo más puestos de trabajo. Preservar el empleo debe ser una meta en la que todos debemos contribuir.
Por ello, desde el sector pesca planteamos una serie de medidas que permitirían lograr este doble objetivo.
En primer lugar, urge un shock de confianza que impulse la inversión privada. En ese sentido, la designación del Gabinete Cateriano parecería brindar la tranquilidad que se respetará por lo menos los requisitos mínimos para promover la inversión: estabilidad, predictibilidad y seguridad jurídica.
Pero ello no es suficiente. Para hacer competitiva la industria pesquera y así preservar los más de 112, 000 empleos que ésta genera, a los cuales se deben sumar los empleos indirectos que según el Instituto Peruano de Economía se debe multiplicar por 3; resulta necesario eliminar los sobrecostos en la actividad pesquera, los cuales en los últimos años se incrementaron en casi un 400%. Para ello, debería empezarse por la reducción del costo del programa de control y vigilancia, el cual pasó de costar US$ 1 dólar por TM descargada cuando se instauró a US$ 4.2 dólares por TM descargada en el 2020. Ello, se lograría si se realizase un plan de automatización, empleando la tecnología disponible, con lo que podría reducirse el costo del mismo en casi un 30%.
Asimismo, resulta necesario dictar políticas que permitan volver a capturar la anchoveta en el sur en lugar de que esta sea captada por el vecino país del Sur. Para darnos una idea, en el año 2019 mientras que Perú capturó 209 mil toneladas métricas (TM), Chile pescó 553 mil TM, cuando hacía 10 años atrás las capturas peruanas superaban de forma importante las del país sureño. Ello permitiría que regrese la inversión al sur y se genere más de 6,000 puestos de trabajo, que son los que se perdieron por la variación del régimen del Sur.
Pero la agenda pesquera no se limita a la anchoveta. Perú podría ser también muy competitivo en jurel, caballa y atún.
Así, en el caso del jurel, es importante anotar que esta especie ha regresado a nuestro mar y tenemos que hacer los esfuerzos para asegurar su sostenibilidad, pero también acceder a este recurso cuando las condiciones están dadas, como sucede en la actualidad. En tal sentido, es necesario que se amplíe la cuota de jurel este año. Con ello, se podría contribuir a elevar las cifras de exportaciones y la de las divisas que ésta pesquería genera, así como dotar a las mesas peruanas de un recurso altamente nutritivo y de precio accesible.
De otro lado, si tuviésemos la capacidad de dejar atrás dogmas que no conducen a nada, se podría impulsar la industria atunera nacional, estableciendo un sistema de reintegro del ISC al combustible que utilizan los barcos, a fin de ser competitivos frente a la flota atunera ecuatoriana, que paga tres veces menos por el combustible que consume. Ello, además en un contexto donde los costos de operación de la industria conservera se han incrementado en un 25%, como producto de la pandemia. De darse esta modificación podríamos generar más de 70,000 empleos en la zona norte del Perú en los próximos años y exportar más de 1 millón de conservas, generando importantes divisas para el país; y promoviendo el consumo de atún peruano en lugar de importar atún tailandés para los programas sociales como Qali Warma.
Finalmente, tenemos un potencial enorme en la Acuicultura. Es momento de promover esa industria en lugar de seguir obstaculizándola con trámites innecesarios que impiden su desarrollo.
Arranquemos de una vez. Lampadia