El desconcierto por el recorte del canon minero ante la reducción de los precios de nuestras exportaciones y el menor crecimiento de la economía por las demoras de los proyectos mineros y las trabas de muchos otros procesos de inversión, llevó al gobierno a hablar de “vacas flacas”. Pero ante la absurda alarma generada, el concepto se corrigió por el “vacas menos gordas” y luego por el de “vacas robustas”. El Presidente Ollanta Humala llegó a decir que “la crisis había llegado al Perú”. Era evidente, pues, la confusión entre menor crecimiento y recesión. La situación fue aprovechada por la izquierda para lanzar una nueva ofensiva ideológica contra el modelo económico y social que ha logrado una reducción la pobreza y la desigualdad sin precedentes en nuestra historia. Se volvió a hablar del modelo primario exportador que se derrumbaría ante la caída de los precios de nuestros minerales, de una supuesta prosperidad falaz y de la “reprimarización de la economía”.
Al respecto, Humberto Campodónico, uno de los principales críticos del modelo, cita a Paul Collier: “la maldición de los recursos naturales está limitada a los países que tienen una débil gobernanza”. Collier tiene razón, cómo lo explicamos en nuestro artículo Recursos Naturales: bendición, no maldición, en el que indicamos que los países que no tienen democracia y mercado, caen en dicha maldición, como en Venezuela, pero ese no es el caso del Perú, cómo desliza Campodónico.
En Noruega, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Chile los recursos naturales han significado su principal fuente de progreso. Sus exportaciones de commodities llegan al 80%. Igualmente, la pobreza alcanza a menos del 10% de la población. Insistimos, las claves del éxito son democracia y mercado. Todas estas sociedades tienen una extraordinaria ubicación en los rankings e índices sobre libertades políticas y económicas elaborados por entidades mundiales independientes. ¿Por qué, entonces, se duda del camino del Perú? Pese a todos nuestros problemas, estamos avanzando hacia el cuarto proceso electoral ininterrumpido y hemos crecido en economía de mercado durante dos décadas.
Muy, por el contrario, en Venezuela, Ecuador, Bolivia y el Congo la explotación de los recursos naturales no se ha traducido en desarrollo. En estos países, los recursos naturales representan igualmente más del 80% de las exportaciones, pero la pobreza llega a niveles del 45% de sus poblaciones. Sus recursos naturales sí se han convertido en una maldición y, como se puede comprobar, esta situación convive con lamentables rankings en libertades políticas y económicas.
¿Cómo se puede hablar de que la economía se ha reprimarizado? ¿A tanto puede llegar el sentido de oportunidad ante la inicial confusión del gobierno entre menor crecimiento y crisis? Si revisamos las cifras del PBI de los últimos 20 años, entre 1993 y el 2012, vemos que la minería tiene una participación sustancialmente menor a la de otros sectores como servicios, manufactura y comercio. En promedio, en las últimas dos décadas, el sector servicios ha participado con el 48.7%, la industria con 15.1% y el comercio con el 14.6%, en tanto que la minería solo lo hizo con el 4.5%, según la matriz de insumo producto del año 94.
El sector manufacturero, el cual muchos creen que es débil, ya ha tenido una verdadera transformación y crecimiento. Si la economía peruana medida en dólares, entre los 1990 y el 2012 se ha multiplicado por 6.9 veces y la manufactura ha mantenido su participación en el PBI, entonces, queda claro que ha surgido una industria no protegida, mucho más grande, diversificada, y competitiva internacionalmente.
Es sintomático, que en plena catarsis sobre las vacas flacas, aparezca una entidad internacional como Standard & Poor’s que nos regrese a pensar que tal vez no debemos caer tan rápido en el pesimismo y nos ayude a combatir a los agoreros del desastre que se aprovechan de las circunstancias políticas para llevar agua a sus molinos. Ver: El último reporte S&P que eleva la calificación crediticia del país. Nadie debería pretender cambiar este modelo que ha reducido la pobreza, nos ha colocado como uno de los países más igualitarios de América Latina y ha expandido una poderosa clase media. Es evidente que si se cambiaría el modelo se robaría el futuro de los peruanos. Utilizando la figura de las vacas tendríamos, entonces, que decir que quienes proponen terminar con la economía de mercado se convertirían en unos abigeos del Perú.