Nuestros gobiernos han logrado lo que parecía imposible: agravar la tragedia educativa de nuestros niños. En la última prueba PISA (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes por su siglas en inglés – 2012), ocupamos el último lugar en matemáticas, ciencias y comprensión lectora,el puesto 65 de los 65 paísesconvocados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En la prueba Pisa del 2009, el Perú ocupó el penúltimo lugar en ciencias y el antepenúltimo en matemáticas y comprensión lectora. Es decir, en el trascendente tema de la reforma educativa el país sufre una verdadera caída libre que afectará, principalmente, a los niños pobres que dependen de la escuela pública.
En el último CADE, el grupo de educación hizo propuestas muy valiosas, como por ejemplo, capacitar a 10,000 maestros noveles cada año, pero, si como sociedad, no enfrentamos el verdadero problema de la educación escolar, la presencia determinante de un sindicato marxista en nuestros colegios, el SUTEP, nada se podrá hacer para corregir esta tragedia nacional.
En el artículo Una impostergable reforma educativa sostuvimos que la educación peruana estaba secuestrada por el Sutep, el sindicato de filiación marxista que, durante décadas, desterró la meritocracia en el profesorado reemplazándola por la filiación ideológica y la clientela política. De pronto, las escuelas públicas del Perú se llenaron de los profesores más mediocres de la región y no nos equivocamos al señalar que semejante situación condenaba“a nuestros niños a una condición sub-humana, que equivalía a cortarles las manos y las piernas para que enfrenten su futuro en condición de minusválidos”. Pues bien, allí están los resultados de la gestión de Patricia Salas, revirtiendo los tímidos avances de la ley de carrera pública magisterial y la soberbia con la que decía que la educación pública peruana era de mejor calidad que la privada.
Los resultados están en la vista: en vez de avanzar o –si se trata de ser condescendiente- en vez de mantenerse en el mismo lugar, hemos caído al fondo del pozo. Y, entonces, surge la pregunta: ¿Tiene futuro el desarrollo integral del Perú con una mala educación? ¿Es posible mirar el mañana cuando nuestro capital social se deteriora de esa manera? Una vez más se confirma una verdad de nuestro proceso económico y social: el mercado, los empresarios y los inversionistas cumplen su responsabilidad, pero el Estado silba con las manos en los bolsillos y contempla indiferente cómosigue destruyéndose el sistema educativo.
El gobierno, en vez de enfrentar este tema tan grave, está empeñado en reformar la educación universitaria con un proyecto rechazado por toda la sociedad y que en esencia pretende incrementar la presencia del Estado en la formación universitaria. ¿Qué autoridad moral tiene el Estado peruano, que se desentiende del desastre de la educación escolar, para pretender regimentar la universitaria?
No señores, nos toca enfrentar una revolución de la educación escolar. Esto pasa, nos guste o no, nos acomode o no, por suprimir la influencia del SUTEP en la vida de nuestros niños; pasa por empoderar a los padres de familia, con vouchers o sin ellos, pero si queremos salir de esta trampa, no nos queda alternativa, tenemos que asumir el reto. Lampadia