Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Desde la reforma agraria de 69, se dejó de invertir en el campo y se condenó a la pobreza más abyecta a los campesinos, un inmenso sector de la población del país.
Con el transcurso de los años se dejó el colectivismo impuesto por la dictadura militar y los campesinos pasaron a ser posesionarios de sus tierras a través de minifundios. Pero ellos no pudieron superar la pobreza, pues no tenían capacidad de invertir, no tenían acceso a buenas tecnologías productivas, sembraban mayormente productos de panllevar de poco valor agregado, y no tenían acceso a los mercados. Se mantenían en buena medida en una economía de subsistencia.
Desde el año 2000, se produjeron dos fenómenos muy importantes para el sector agrícola:
- El establecimiento del régimen de promoción agraria que permitió el desarrollo de la agricultura moderna, inicialmente en terrenos eriazos de la costa peruana, permitiendo el regreso de la inversión privada al campo. El uso de tecnologías modernas, el desarrollo de cultivos de alto valor agregado. Y el acceso a los mercados globales, donde el Perú se enseñoreó mostrando las bondades de nuestras frutas y hortalizas.
Este régimen no solo ha permitido un crecimiento muy importante de la exportación de frutas y hortalizas frescas a los mercados más exigentes del mundo, también ha permitido que, por primera vez en el Perú, se genere empleo formal con beneficios sociales, en el sector rural. - El desarrollo del proyecto de ‘Sierra Productiva’ en los minifundios altoandinos, donde los Yachachiq difundieron tecnologías básicas, pero de alto impacto social y económico.
Este proyecto fue liderado por Carlos Paredes Gonzales desde la Federación de Campesinos del Cusco, y hoy día, a pesar de la oposición a apoyarlo de todos los gobiernos desde el año 2000, el proyecto llega a unas 60,000 familias.
Sierra Productiva permite aumentos exponenciales de productividad, multiplicar la variedad de cosechas y producciones, acceso a los mercados regionales y aumento de ingresos y disminución sustancial de la pobreza.
Es muy importante destacar que el crecimiento de las agroexportaciones ha potenciado nuestras capacidades, tanto de climas de contra-estación, como del desarrollo tecnológico que permitió adaptar a nuestras tierras cultivos no tradicionales, y por supuesto, la rápida capacitación de una población previamente desempleada, que se empoderó en trabajadores eficientes.
Este sector encierra un potencial único para el crecimiento de la producción y el empleo. Veamos el siguiente gráfico que muestra la productividad relativa de nuestros productos de exportación:
Este cuadro, desarrollado por Carlos Amat y León, explica como en el Perú, en tan solo 180,000 hectáreas, podemos generar el mismo valor que otros países, con cultivos intensivos, en 2’500,000 hectáreas, unos US$ 2,500 millones en cada caso.
La maravilla del Perú, es que nosotros podemos multiplicar estos sembríos, digamos por dos, en mucho menos tierras, menos uso de agua, agroquímicos y otros, que los que necesitarían los países productores de soya, trigo y maíz amarillo duro.
Como vamos a desperdiciar semejante oportunidad, sobre todo habida cuenta de su gran potencial de desarrollo social a través de la generación de empleo masivo en el campo. Parar el desarrollo agrario sería una traición a todos los peruanos, pero especialmente a los más pobres.
Igual es una traición a los más pobres de los pobres, los pobladores de los minifundios altoandinos, no apoyar la multiplicación de Sierra Productiva, y hasta sabotearla, teniendo los recursos económicos para hacerlo, prefiriendo mantener programas sociales mendicantes, en vez de programas sociales productivos y dignificantes.
Aprovechemos pues esta oportunidad para hacer la verdadera reforma agraria en el Perú, la multiplicación de los esfuerzos productivos agrícolas modernos y en paralelo, incorporemos la sierra alto-andina rural a la economía moderna y sostenible. Lampadia