Por Ian Vásquez
(El Comercio, 20 de Septiembre del 2014)
Comentado por Lampadia
El nombramiento del nuevo ministro de Economía y Finanzas y la desaceleración económica han generado una serie de propuestas y medidas para reimpulsar el crecimiento. Algunas serían bienvenidas y de impacto casi inmediato si se adoptaran. De todas maneras, el ministro Alonso Segura nos asegura que el crecimiento pronto volverá.
Sería bueno que el gobierno aproveche también para promover medidas de largo plazo. Por eso propongo un cambio impositivo para mejorar la educación que sería una reforma modesta pero de largo alcance, políticamente viable, y que le corresponde al nuevo ministro.
La pésima calidad de la educación pública peruana es bien conocida. En la última prueba internacional PISA, el Perú quedó en el último lugar entre 65 países respecto al rendimiento de estudiantes en matemática, comprensión lectora, y ciencias. En Lima, el 69% de los maestros no aprobó el examen de contratación de docentes este año.
El mal desempeño ha resultado en un incremento asombroso en la educación privada en las últimas dos décadas. Se estima que en Lima entre 40% y 63% de los estudiantes están en escuelas privadas. La empresa de inteligencia comercial Mapcity calcula que los colegios privados en Lima triplican a los públicos.
No es cosa solamente de los ricos. El aumento de la educación privada para los pobres ha sido uno de los fenómenos sociales más importantes que ha visto el Perú en décadas recientes. En Villa El Salvador, por ejemplo, hay cuatro colegios privados por cada público, según Mapcity.
Este “tsunami educativo privado” se está dando alrededor del mundo en desarrollo y constituye una buena noticia. El experto mundial más destacado en el tema, el profesor James Tooley de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra, ha dedicado años a investigar la educación privada en los barrios más pobres de la India, China y países africanos. Pudo documentar lo siguiente, que ahora ha sido confirmado por otros estudios independientes: el rendimiento escolar es notablemente mejor en las escuelas privadas que en las públicas; la mayoría de los jóvenes pobres está en escuelas privadas con fines de lucro; el desempeño de los maestros en las instituciones privadas es mejor y su costo es menor que en las públicas.
Tiene sentido. Los padres pueden ejercer más influencia en las escuelas privadas, y estas no se pueden esconder tras una burocracia gubernamental, es decir, tienen que rendir cuentas. El fenómeno peruano se debe estudiar cuidadosamente de manera independiente (según Tooley, las cifras y estudios gubernamentales acerca de las escuelas privadas son altamente desconfiables).
No hay por qué pensar que lo que pasa en el Perú es distinto a lo del resto del mundo. Nuestro país se está beneficiando de un bono demográfico. A la medida que ha caído la fertilidad y nos hemos abierto a la globalización, los padres pueden invertir más en la educación de sus hijos y esperan con razón que el aumento de oportunidades económicas lo convierta en buena inversión.
Propongo entonces una reforma que permita hacerse un crédito impositivo a las personas y las empresas que quieran apoyar a la educación de los pobres en el sector privado. Una empresa que quisiera donar S/.50.000 para becas, por ejemplo, lo haría a una organización caritativa con los mejores criterios que se encargaría de destinar los fondos para esos fines. A la empresa se le descontaría esa cantidad de sus impuestos.
No es una reforma fundamental del sistema educativo, pero tiene la ventaja de evitar una mayor pelea política justamente por esa razón y porque depende de fondos privados y no públicos. Y potencialmente beneficiaría a millones de niños peruanos.
Ian Vásquez señala que no hay razón para que las mediciones relativas a la calidad de las escuelas públicas y privadas de las zonas más pobres en el Perú, no muestren la misma tendencia de las mediciones internacionales.
Es un asunto de sentido común, como señala Vásquez: “La mayoría de jóvenes pobres está en escuelas privadas con fines de lucro; el desempeño de los maestros en las instituciones privadas es mejor y su costo es menor que en las públicas. Tiene sentido. Los padres pueden ejercer más influencia en las escuelas privadas, y estas no se pueden esconder tras una burocracia gubernamental, es decir, tienen que rendir cuentas”.
Según información que recibimos en Lampadia hace unos meses, la entonces Ministra de Educación, Patricia Salas, antes de un test para comparar la calidad educativa pública y privada, habría entregado las preguntas a los colegios públicos antes del examen, y habría solicitado que el día dl test no asistieran los peores alumnos. Luego del examen la ministra salió a los medios a decir que la educación pública era mejor y que los niños debían regresar a las escuelas del Estado. Esta habría sido una maniobra terrible. De confirmarse esto, Patricia Salas debería ser expulsada del Foro Educativo.