En los últimos 25 años, Polonia ha dejado atrás el lastre de su pasado soviético y se ha embarcado en tres oleadas de reformas profundas: económica, educativa e institucional. Adoptó, sin complejos, las normas europeas y se integró a la Unión Europea, y sin hacer mucho ruido se ha convertido en “el niño dorado de Europa”, como asegura Marcin Piatkowski, economista senior para Polonia del Banco Mundial. Hoy este exuberante país muestra un pujante sector manufacturero de tecnología intermedia, números macroeconómicos sobresalientes, altísimos niveles educativos (Top Ten en Pisa a nivel global) y buenos ingresos personales. Recientemente, The Economist le dedicó un elogioso artículo en el que señala que el PBI per cápita (ajustado por poder de compra) es el 67% del promedio del de la Unión Europea (proporción que, en 1989, llegaba apenas al 33%). El Perú tiene mucho que aprender de este espectacular desarrollo, por eso después de leer la entrevista de Piatkowski, creemos importante profundizar el análisis de sus reformas.
Primera reforma: liberalización de la economía
Aunque parezca mentira, Polonia como el Perú han pasado, del noventa a la fecha, procesos bastante similares. Tras la caída del muro de Berlín, el sindicalista Lech Walesa se convierte en Presidente de Polonia (1990). La economía era un desastre, colonizada por Moscú y totalmente planificada sus burócratas, con una gran escasez y una inflación que bordeaba el 500%. Ante esta situación se aplicó una política de ajuste y paquete de reformas liberalizadoras del mercado, conocido como el “Plan Balcerowicz”, por el Ministro de Finanzas que lo implementó. Sus puntos más salientes son el fin del control de precios, reducción de subsidios, liberalización del tipo de cambio y tasas de interés y privatizaciones de las empresas públicas. La liberalización económica se consolidó con el cambio de Constitución en 1997, en la que se consagran definitivamente los cambios realizados en el aparato productivo, así como las libertades democráticas, civiles y empresariales. ¿Suena familiar? Este proceso estuvo dirigido a su eventual acceso a la Comunidad europea.
En vista que Polonia no cuenta con recursos naturales y que limita con Alemania, su sector de industrial se convirtió en su locomotora de crecimiento al acoplarse con su potente vecino, del mismo modo en que México se benefició de su cercanía con EEUU (después del NAFTA). Entre 1991 y 1998, duplicó su producción.
La transición implicó cambios estructurales en la composición del producto industrial, pues la apertura al mundo y la liberalización del trabajo les permitieron tornarse competitivos, ayudados por grandes flujos de inversión extranjera directa, provenientes de la UE. Si bien el sector manufacturero sigue siendo importante; hoy, el de servicios es la punta de lanza de su actual expansión económica. Por eso The Economist los denomina “el subcontratista de Europa”.
Segunda reforma: la educativa
Entre 1998 y 1999, se dio impulso a una Reforma Educativa para permitir que un mayor número de personas accedan a educación secundaria y superior, se asegure la igualdad de oportunidades y elevar sustancialmente la calidad.
Un aspecto importante de la reforma educativa fue la consagración de la educación obligatoria por doce años (seis de primaria, tres de secundaria media y tres de secundaria). En el Perú, apenas se llega a 11 años de escolaridad obligatoria.
Se decidió usar el PISA 2000 para sentar una línea de base de la calidad educativa y poder realizar seguimiento a la evolución de la Reforma. Si bien los resultados del año 2000 no fueron los mejores, en el 2003 habían mejorado en más de 10 puntos, y para el 2006 superaron el promedio de los resultados de la OECD (¡en solo seis años mejoraron radicalmente!) y hoy están entre los 10 primeros del mundo.
El costo de esta reforma es uno de los aspectos más saltantes: el gasto en educación en Polonia es “la mitad de lo que se gasta en Europa Occidental”, según Piatkowski. En términos porcentuales, Polonia destina el 5.2% de su PBI a la Educación, mientras que Noruega gasta el 6.9% (hoy el Perú ya gasta el 6% del PBI en educación, pero la mitad por el sector público y el resto por el sector privado, muy similar a lo que sucede en Chile). No sería entonces una cuestión de equiparar mayor gasto con mejores resultados, pero tampoco se puede afirmar que no existe un gasto mínimo necesario para obtener resultados adecuados.
Tercera reforma: institucional
La tercera gran reforma de Polonia fue su revolución institucional, para la cual trajeron del exterior 8,000 páginas de normas europeas que adoptaron en su integridad. Además les ayudó el proceso de “convergencia” para su ingreso como miembro pleno de la Unión Europea. Si bien este objetivo se trazó casi desde que cayó el bloque comunista, demoró catorce años. En Mayo 2004, recién se convirtió formalmente en parte de la UE.
Como mencionamos en Lampadia, la humildad de los polacos en aceptar que no era necesario reinventar la pólvora sino que simplemente era necesario seguir el buen ejemplo de sus vecinos es admirable. Ojalá los peruanos tuviéramos la misma capacidad.
El ingreso a la UE, además de representar un enorme mercado (en conjunto la mayor economía del Mundo al contener a cuatro de los diez principales países: Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia), le significó a Polonia el inicio de un programa de transferencias directas significativo. A la fecha han recibido 102 billones de euros de transferencias, y se tienen programados otros 106 billones para el 2020.
En el Perú debiéramos revisar cómo en solo seis años han podido mejorar tan sustancialmente su calidad educativa hasta, incluso, superar a sus socios europeo. Esta extraordinaria experiencia ha demostrado que en corto plazo se puede hacer la diferencia. Solo se necesita una buena clase dirigente. Lampadia