Gonzalo Prialé
Presidente de IIG
Para Lampadia
Tras el sinceramiento de más de 40,000 fallecidos por la pandemia, Perú ha pasado a ser el país del mundo con más muertes por millón de habitantes. Según proyecciones del Banco Mundial, Perú es el país de América Latina cuyo PBI decrecerá más en 2020 (-12%, versus -7.2% de caída promedio regional).
El ex ministro Zamora, por razones ideológicas, parecía cómodo en su empeño por, indirectamente, paralizar la economía, generar desempleo y quebrar empresas para demostrar que el modelo no funciona, mientras intentaba proteger la salud pública con un encierro tan estricto que se volvió rápidamente impracticable, al tiempo que mantenía desinformado al país.
Para recuperarnos y volver a crecer se necesitan dos cosas fundamentales. Que la gestión pública empiece a funcionar y logre resultados; y que se reactive la gran inversión minera y los grandes proyectos de infraestructura actualmente parados. Reactivar la mediana y la pequeña empresa es imperioso también, pero sin el urgente impulso a la minería y la infraestructura no saldremos del hoyo.
Al reactivarse la gran inversión privada y público privada, esta jalará al resto de la economía, se reavivará la demanda, y el empleo se irá recuperando junto con la recaudación de impuestos. Sería buenísimo contar con mayor inversión pública, pero seamos realistas, hace muchos años que la inversión pública no responde ni crece por la ineficaz gestión pública en los tres niveles de gobierno. Por otra parte, la inversión privada es 4 veces mayor que la pública.
Vivimos de ilusiones en medio de la pandemia. La ilusión de que la inversión pública puede reactivar la economía y sustituir a la privada. La ilusión de que las empresas pagan sus sueldos a los trabajadores como sea, cuando en realidad es la plata de los consumidores que permite a las empresas pagar los sueldos de los trabajadores, así que, si las empresas no venden sus productos, pero tienen que seguir pagando planillas, sencillamente quiebran. La ilusión de que el gobierno benefactor asigna sus recursos propios para dar bonos de ayuda a los más pobres, cuando en realidad gasta la plata de los impuestos que recauda, 80% de los cuales son pagados por la gran empresa privada. El Estado no produce, solo gasta y gasta mal.
Hemos desarrollado a lo largo de los años una suerte de complacencia colectiva respecto a la inhabilidad de la gestión pública para lograr resultados en lo que sea, reparto de bonos o de víveres, compras de equipos o destrabe de obras, y nos hemos llegado a acostumbrar a tanto anuncio que no se cumple.
A continuación, algunos ejemplos frecuentes de explicaciones piadosas respecto a la gestión pública cero.
Las políticas están bien pensadas, pero falla la implementación por la debilidad que tenemos en la administración estatal. Por favor, si no se pueden implementar, las medidas no sirven Y si no dan resultados, ¿cómo pueden ser buenas y estar bien pensadas?
Otra. Para que la entrega de los 760 soles tenga éxito se necesita buen planeamiento. Sin embargo, los planes no son la solución, no garantizan resultados, son solo intenciones. Como si hacer un “buen plan” bastase para librarte de responsabilidad en caso que la ejecución fracase.
La mayor de todas. El gobierno dice que no puede hacer mucho o que no puede hacer nada porque el Estado no camina, no funciona. El Ejecutivo gobierna, conduce el aparato de Estado y es responsable de los resultados. No falla el Estado, abstracto e inasible, fallan los responsables del gobierno.
Ojalá que la pandemia sea una oportunidad para abrir los ojos y nos conduzca a madurar, ser más realistas, y rechazar la irresponsable oferta populista. Lampadia