Después de haber tenido un ciclo virtuoso de más de diez años en los que se produjo un notorio cambio de ritmo en la evolución de nuestra economía y en los sentimientos de buena parte de nuestra sociedad, hemos pasado a un año 2014, en el que es difícil rescatar acontecimientos positivos y un estado de optimismo.
Efectivamente, hasta hace poco tiempo hemos podido experimentar un conjunto de realizaciones que no se pueden negar sin caer en el desconocimiento de la nueva realidad que logramos para que fuera abarcando a todos los peruanos. Así tenemos que en ese período que:
- Crecimos alto y sostenidamente
- Disminuimos la pobreza en proporciones encomiables
- Al mismo tiempo disminuimos la desigualdad
- Disminuimos la mortalidad infantil y la desnutrición
- Alcanzamos las Metas del Milenio de las Naciones Unidas con dos años de anticipación
- Doblamos el empleo adecuado a más de diez millones de peruanos
- La inversión, el empleo y los ingresos crecieron más rápidamente en las regiones
- Batimos nuestro record de inversión total sobre producto llegando a superar el 28%
- Hemos transformado la calidad y fortaleza de todos nuestros sectores productivos
- Acumulamos reservas internacionales hasta un 30% del PBI
- Hemos gozado de una fortaleza fiscal histórica
- Creamos una creciente, importante y pujante clase media
- Se dinamizó la economía rural en la sierra en un ritmo sin precedentes, como lo describió Richard Webb en su libro Conexión y Despegue Rural
- Logramos el grado de inversión llegando al rango de A3
- Bajamos la deuda pública externa por debajo del 10% del PBI
- Prestigiamos al país en todos los foros internacionales
Nada de esto, ni el conjunto de estos avances, significa que habíamos terminado la tarea de llevar al país al desarrollo integral, sostenible y duradero, mantenemos niveles de pobreza extrema que si bien bajó al 4.7% de la población, pero tenemos bolsones de pobreza extrema en algunas zonas del país que son inaceptables. Tampoco logramos mejorar la calidad de la educación y nos falta mucho por hacer en salud. Asimismo, no logramos cerrar las brechas de infraestructuras, que no solo aminoran los costos de la economía, también democratizan el acceso de los pobres al mundo moderno, por ejemplo, con mejores servicios sanitarios, caminos y postas médicas.
Al mismo tiempo hemos sufrido un notorio retroceso en seguridad interna, se siguen consolidando las actividades delictivas de todo orden y tal vez, uno de nuestros peores desarrollos es el debilitamiento de nuestras instituciones, por la calidad de nuestra representación política y el desprestigio de nuestras instituciones tutelares. Se ha agravado la desconfianza en el sistema judicial, la corrupción política ha tomado cuerpo en las regiones y hemos empezado a perder confianza en nuestro futuro.
Para mayor frustración, nuestra economía, fuente de trabajo y recursos fiscales, viene acusando un deterioro acelerado que está resquebrajando nuestra visión sobre el futuro del país.
Todo esto es parte de nuestra realidad actual. Siendo así, cabe preguntarse: ¿Si hemos llegado al final de nuestro proceso de creación de bienestar? ¿Hemos agotado nuestras capacidades de crear riqueza y aminorar nuestras carencias sociales? ¿Hemos destruido la posibilidad de ambicionar un futuro mejor?
La respuesta contundente tiene que ser que ¡NO!
Nuestras posibilidades de desarrollo son casi ilimitadas, solo tenemos que hacer bien las cosas y sobre todo, trabajar unidos, confiando los unos en los otros y principalmente, entender que el gobierno y el sector empresarial debemos reflexionar juntos, sobre cómo enfrentar nuestros retos desde el mismo lado de la mesa.
Este gobierno ofreció inclusión, en medio de un período de nuestra historia en el que nunca habíamos avanzado más en inclusión y, ahora corre el riesgo, de colapsarla.
Nadie puede querer que esperemos al próximo gobierno para “desfacer entuertos”, como diría Cervantes, todos queremos que este gobierno termine airoso en su tarea. Pero para ello hay que empezar por reconocer la realidad, apreciar adecuadamente nuestro potencial de recuperación económica y acometer las mejoras sociales y, principalmente, abandonar la nefasta práctica del enfrentamiento político y la desconfianza en la inversión privada.
Asimismo, los ciudadanos, los gremios empresariales, los líderes académicos e intelectuales y los medios de comunicación debemos darle a nuestro país, con nuestra mayor generosidad posible, nuestro aporte constructivo, una tregua de armonía y confianza, para que todos juntos retomemos la senda del progreso y terminemos la tarea inconclusa de lograr el desarrollo para todos los peruanos.
Pero para desencadenar este proceso señor Presidente, esperamos de usted una convocatoria a cambiar de música, palabra y obra, con oídos grandes y unos brazos bien abiertos mantenidos hasta el año 2016. Lampadia