Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 14 de agosto de 2020
Para Lampadia
A muchos políticos sólo les gusta decir lo que la gente quiere escuchar. Ellos sólo quieren ser portadores de buenas noticias. Sin embargo, cuando las cosas van mal – como ahora – se muerden la lengua. ¡No se oye padre! En vez de enfrentar la adversidad – y resolverla – la pasan por alto… agravando aún más la situación.
Ese es el caso de la abrupta caída de la recaudación fiscal – o tributaria – a causa de la pandemia. O mejor dicho, a causa del pésimo manejo de la cuarentena.
Bueno pues – como se sabe – el presupuesto público proviene de la recaudación fiscal. Para que se entienda mejor; el presupuesto público del año 2021 saldrá de la recaudación fiscal del año 2020. ¿Y cómo viene la recaudación tributaria en el presente año? Pues por obvias razones… mal, muy mal.
Entonces, la reducción presupuestal del próximo año – ¡qué duda cabe! – será brutal. Tan brutal como la caída en la recaudación fiscal del presente año. O ¿acaso las ventas, las utilidades, y los empleos no han caído abruptamente?
Sin embargo… muy poco se habla del tema. Peor aún, para muchos políticos todo sigue como si nada en materia económica. Incluso, algunos anuncian aumentos presupuestales en salud, educación, programas sociales, y cosas por el estilo. ¿En qué planeta viven?
Tampoco se habla de la tremenda burocratización del aparato estatal, y de lo que ello significa en materia de gasto público. Las escandalosas contrataciones de los amigos del presidente – Richard Swing, los tenistas, y muchos más – se critican desde una perspectiva clientelista. Más no desde una perspectiva de gasto público.
El problema es que el Estado está atiborrado de personajes como Richard Swing. Por ello – con razón – la población debería indignarse; básicamente por las siguientes tres razones:
(1) Por el clientelismo político… que de por sí es escandaloso.
(2) Por el altísimo gasto público que ello conlleva. Y
(3) Por disponer de fondos públicos para contratar servicios absolutamente injustificados, cuando estos se requieran – a gritos – para luchar contra la pandemia.
El asunto es que el presupuesto público del próximo año – quiéranlo o no los políticos – caerá más que nunca comparado con lo sucedido en las últimas varias décadas. Efectivamente, dado el crecimiento sostenido de nuestra economía durante los últimos tiempos, el presupuesto público – y el Estado, en general – crecieron y crecieron… año a año. Pero con la pandemia y la crisis económica actual, eso se acabó.
En consecuencia, además de la cancelación de los servicios de Richard Swing y sus amigos – para adecuarse al presupuesto público reducido – el Estado tendrá que fusionar instituciones redundantes, eliminar programas y / o actividades que no sirven para nada, y digitalizar – al máximo – todos los servicios del Estado que puedan digitalizarse.
¡No al despilfarro y a la ineficiencia en el Estado! Ese es el grito del momento. Programa y/o actividad estatal que no impacte favorablemente en el bienestar de la población… ¡fuera! Y aún si impactara, pero cuesta más de lo debido… ¡también! El Estado está para servir… eficientemente.
Lo que se viene – pues – en materia de presupuesto público es dramático. La reducción del gasto público vendrá – esta vez – impuesta desde la reducción de la recaudación fiscal. Hacen muchos años que no habíamos enfrentado una situación parecida. Y eso no les gusta a muchos políticos.
Veremos cómo nos va. Pero yo empezaría por trasmitirle al país que lo que lo que se viene en materia presupuestal estatal es color de hormiga. Y que – ante ello – sólo queda ser austeros, eficientes, y muy serviciales. Lampadia.