Richard Webb, precursor de las mediciones sobre la pobreza en el mundo y en el Perú, sigue desarrollando sus investigaciones sobre la realidad nacional, especialmente, durante los últimos años, en el sector rural. De ese esfuerzo pudimos informarnos hace un par de años, sobre la dinamización de la sierra rural con su obra, Conexión y Despegue Rural.
Uno de los datos más impactantes del libro es el del crecimiento del ingreso rural a lo largo de los últimos 100 años:
En esta ocasión, Webb, que va al campo a medir sus análisis, ha hecho una presentación en el IV CENAGRO, organizado por el CIES y la FAO, donde publicó la siguiente información sobre la evolución del crecimiento de la productividad de la agricultura. Ver el gráfico:
Como muestra el gráfico, en los últimos 110 años, hemos tenido incrementos de productividad relativamente bajos y muy bajos durante 70 años. Hasta 1950, la agricultura tuvo un carácter más extensivo que de productividad, aún así fue impresionante en volumen total. El crecimiento promedio fue de un 1% anual, algo similar a lo logrado por algunos países de Europa durante un siglo de crecimiento.
Recién desde 1950 hasta 1970, se dinamiza el aumento de la productividad con un crecimiento muy bueno de 2.8% anual, comparable al nivel de crecimiento logrado por la Revolución Verde. Lamentablemente, este proceso se interrumpe brutalmente con el gobierno de la dictadura militar, que supuestamente iba a mejorar la calidad de vida en el campo. Sin embargo, hizo todo lo contrario, con una reforma agraria que objetivamente empobreció al campesinado.
Este periodo de empobrecimiento continuó durante los gobiernos democráticos de los años 80, con los regímenes de Belaunde II y García I, en que además de los impactos negativos de la reforma agraria y de la prohibición de las inversiones del sector privado en las regiones (instaurada por la dictadura), en agricultura, minería, energía, pesca, etc., tuvimos que enfrentar la insania del terrorismo y la hiperinflación. Ninguno de estos fenómenos fue un castigo divino, todos fueron labrados a pulso por gobernantes ineptos, que desde la dictadura militares llevaron al país a la trastienda de la historia. Un período de casi 30 años, en que la productividad de la agricultura peruana ‘no creció’, fue en promedio 0.0%, un período del que todavía no nos recuperamos. Ver en Lampadia: La tragedia de los servidores del Estado.
Desde 1990 hasta el 2012, según los datos de Webb, el crecimiento de la productividad de la agricultura da un salto espectacular y pasa a crecer 4.3% por año, algo espectacular e incontrastable. Un nivel extraordinario de crecimiento, que contrasta con el discurso político de autoflagelación que se repite en los medios, especialmente en las regiones, y con el del perverso negacionismo que pretende reversar las políticas públicas que permitieron tremendo avance. Ver otros desarrollos del período del renacimiento del Perú en Lampadia: Las Cifras de la Prosperidad.
Es evidente que esta información confirma en buena medida los postulados del libro de Webb mencionado líneas arriba, que destaca la integración del sector rural al resto de la economía. Pero también nos hace ver el efecto multiplicador del desarrollo de la agro-exportación y, como destaca Webb en sus columnas semanales, en la adopción de mejores tecnologías, la cercanía a los mercados, la propia migración temporal de los agricultores y la dinámica de movilidad social de las últimas dos décadas.
El Perú no solo ‘infinito’ por su potencial de desarrollo productivo para una población de unos 30 millones de habitantes, también ha mostrado una capacidad de resistencia espectacular a las plagas del socialismo que nos robaron treinta años y, una increíble capacidad de recuperación y superación, especialmente en nuestras áreas de mayor pobreza, los cinturones urbano-marginales, donde se generó nuestra nueva clase media emergente y la gran revolución del Perú rural y, como destacamos en esta nota, de nuestra agricultura. Lampadia