Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Como en todas las experiencias del socialismo en la historia del mundo, el socialismo del siglo xxi del chavismo en Venezuela ha causado una crisis humanitaria difícil de concebir.
Cuesta mucho esfuerzo entender esa realidad, la proporción del desastre se escapa a nuestro entendimiento.
Veamos el aumento de la pobreza en Venezuela durante los últimos 15 años:
Se pueden imaginar ¿un 96% de pobreza? Y ¿un 79% de pobreza extrema? Hoy día en Venezuela, solo son ricos los miembros del gobierno, las cúpulas militares y los narcotraficantes. Todos los demás son miserables. Hoy se dice que la hija de Chávez es la de mayor fortuna. ¡Qué desvergüenza¡ Mientras los demás se mueren de hambre y falta de medicinas.
Por otro lado, veamos el colapso de la producción petrolera. Chávez ofreció producir 5’000,000 de barriles por día. Pues lo logrado por el socialismo del siglo xxi es una caída de 3’700,000 a 373,000 barriles, a menos del 10%. Ha regresado al nivel de producción de 1934.
Todas las acciones del chavismo han dado pésimos resultados. Estemos alertas, el Perú no puede caer en las garras del comunismo.
Ya sabemos como terminan los países comunistas. Por eso yo digo que el lema de Castillo: No más pobres en un país rico, debemos verlo como: Mañana más pobres en un país pobre.
Líneas abajo compartimos el artículo de La República de Colombia al respecto. Lampadia
Jorge Iván González
Profesor Universidades Nacional y Externado
La República – Colombia
Recientemente, la Universidad Católica Andrés Bello y el Instituto de Estudios de Investigaciones Económicas y Sociales, publicaron los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (Encovi).
Los datos son alarmantes:
- Entre 2005 y 2019, la incidencia de la pobreza monetaria pasó de 34,4% a 96,2%.
- Los porcentajes correspondientes a la pobreza extrema aumentaron de 10,7% a 79,3%.
- Casi 80% de los venezolanos no tienen los recursos necesarios para adquirir los alimentos básicos.
- El coeficiente de Gini continúa siendo relativamente alto. El año pasado fue de 0,51.
La revolución bolivariana no mejoró las condiciones de vida, y tampoco disminuyó la desigualdad. Y, sin duda, con la pandemia la situación va a empeorar. Estas cifras dan pie para varias reflexiones.
La primera tiene que ver con la necesidad de estar vigilantes. Todas las sociedades pueden echar para atrás los logros sociales. Incluso, en países ricos como Venezuela. En uno de los diálogos platónicos, se dice que para ser feliz se requieren dos condiciones: riqueza y virtuosidad. La economía venezolana ha tenido la primera, pero no ha logrado ser virtuosa. Antes de Chávez tampoco pudo sembrar las bonanzas. Y la situación se agravó porque la mala administración de los gobiernos bolivarianos ha llevado al hundimiento de la riqueza. Durante los años de altos precios del petróleo y de los hidrocarburos, no se logró consolidar la producción interna, ni mejorar la competitividad internacional.
Otras sociedades también han tenido retrocesos significativos. En los años siguientes a la caída del muro de Berlín, la crisis institucional que se presentó en Rusia llevó a una disminución significativa de las tres dimensiones constitutivas del Índice de Desarrollo Humano: esperanza de vida, educación e ingresos.
Preocupa, además, que en Venezuela se conjuguen la pobreza y la desigualdad. Cuando las sociedades se empobrecen el coeficiente de Gini tienden a disminuir porque los ingresos se igualan por lo bajo. Pero un Gini de 0,51 estaría indicando que entre los pobres las diferencias de ingreso son significativas y, además, que es relevante la brecha entre la gran mayoría, que son pobres, y el reducido número de quienes no lo son. Uno de los grandes ideales del pensamiento bolivariano fue la reducción de las desigualdades, y este propósito no se consiguió.
Las limitaciones de información continúan siendo un problema significativo. La altísima inflación dificulta las comparaciones intertemporales, tanto a nivel nacional como internacional. Venezuela terminó aceptando una dolarización pasiva, que también permea la contabilidad social. Sin información la política pública pierde la brújula. Debe observarse, además, que la información sobre pobreza y distribución no es de los organismos oficiales.
Al observar el panorama político de América Latina, es bueno retomar la pregunta de Oxfam y de Stiglitz: ¿por qué 99% de los votantes elige a gobernantes que van a defender la riqueza de 1%? Una de las respuestas es la incapacidad que tuvieron los gobiernos de izquierda de ofrecer alternativas. Es inaceptable, por ejemplo, la corrupción del Partido de los Trabajadores de Brasil, o de la familia Ortega en Nicaragua. En 1985 cuando Ortega se posesionó como presidente después del triunfo de la revolución sandinista había esperanza. Hoy se le compara a Somoza. Lampadia