Gonzalo Prialé
Presidente de IIG
Para Lampadia
Recientemente, Warren Buffet dijo que no tiene la menor idea de lo que pueda pasar en los próximos dos años. Que en las circunstancias actuales uno se puede imaginar el peor de los escenarios y, por supuesto, tener la esperanza que no llegue a suceder. Que esa esperanza y la esperanza de todos, no evitará que lo que puede ocurrir llegue a ocurrir, aunque sea totalmente indeseable.
Moraleja: en una coyuntura como la que atraviesa el mundo no se invierte en base a una esperanza. Se deja de invertir en base a la realidad. Por eso Buffet está líquido y prefiere el cash.
El gobierno peruano más allá de la esperanza, espera que el país lo apoye no por sus resultados en el combate a la pandemia, sino por un acto de fe. Hay que creer ciegamente para salir adelante. Y recurre a argumentos contra fácticos, no verificables, del estilo si no hubiéramos hecho lo que hicimos estaríamos peor.
En los primeros dos meses del encierro, la política de salud se presentaba como exitosa porque se había evitado algo peor. Sonaba lógico. Pero llegó lo peor y Perú ocupa el puesto seis en el ranking mundial de infectados por países. Ese argumento oficial fue abandonado, se volvió inservible.
Entonces, cambió el libreto y ahora el ministro de salud afirma que si no se hubiera hecho lo que se hizo, habría 145,000 muertos en vez de los 9,504 fallecidos por el coronavirus.
Lo cierto es que la pandemia no ha sido controlada, hay riesgo de rebrote y el largo encierro no ha dado resultado. Hace meses que 70% de la población abandonó la cuarentena. La pandemia se va a superar cuando adquiramos la inmunidad de rebaño y aparezca la vacuna. Eso va a suceder tarde o temprano, al margen de la deficiente gestión del ministro de Salud.
Las cifras de resultados del manejo económico de la pandemia son fácilmente verificables en fuentes oficiales y privadas. Decrecimiento de 40% del producto en abril. 2.3 millones de empleos perdidos en Lima, según INEI.
La fallida gestión de la salud pública en la pandemia le costará al país miles de millones de dólares, millones de desempleados, y un retroceso que tomará muchos años recuperar. Con elecciones generales ad-portas, populismo desbocado en el Congreso y el gobierno en trance estatista, es ingenuo pensar que en dos años estaremos de vuelta en donde estábamos el 2019.
Atravesamos una terrible situación económica. Las proyecciones ubican a Perú entre los países de América Latina y del mundo con las peores cifras esperadas a fin de año.
Sin embargo, el Gobierno persiste en pasarle la responsabilidad a los ciudadanos, y llena de trámites y requisitos a los formales para permitirles que reactiven sus empresas y salgan de sus casas a trabajar. El sector minero y las grandes obras de infraestructura han perdido el ritmo. La anulación del cobro de peajes espanta las nuevas inversiones. Parece que ahora siguen los bancos y se les golpeará duramente condonando el pago de intereses a sus deudores.
Es necesario un cambio de gabinete y resulta urgente corregir el rumbo. Es imperioso detener la avalancha populista del Congreso. Si se sigue desconfiando del sector privado formal, las actividades económicas no se recuperarán a la velocidad necesaria.
Una vez que se entra cuesta abajo en la pendiente económica y se empieza a destruir valor, es muy difícil recuperar el sentido común. El manejo ideológico estatista de la pandemia en salud, ha contagiado el manejo económico. Lampadia