Es evidente que el mundo ha cambiado sustancialmente en los últimos dos siglos. El capitalismo ha generado tal crecimiento en los ingresos de los países que, al día de hoy, la clase media asciende a la mitad de la población mundial y la pobreza ha bajado a menos del 10%. Sin embargo, hay dos hechos que caracterizan la economía mundial de hoy, que son relativamente recientes y que juegan un rol fundamental en la geopolítica actual: la composición de la riqueza mundial ha cambiado y los motores de crecimiento han hecho lo propio. Mahbubani, autor del libro ‘Has the West Lost it?”: A provocation’ (‘¿Ha perdido Occidente?’), ilustra estos fenómenos.
Mahbubani es el mejor intérprete de la realidad del Asia, y por sus experiencias en occidente, un excelente analista de la evolución de la geopolítica global. Él es un impulsor de la ‘convergencia’ entre occidente y el nuevo mundo emergente liderado por China e India, algo que expresó en su libro ‘The Great Convergence: Asia, the West and the Logic of One World’ (‘La Gran Convergencia: Asia, Occidente y la Lógica de un Único Mundo’)
Como bien señala este autor, la evolución de la economía mundial se puede explicar en tres grandes períodos. El período que comprende los años 1 a 1820 dominado por India y China, el período 1820 hasta la década de los noventas en que Occidente lidera el desempeño económico; y finalmente un período más reciente que ocupa las últimas 3 décadas en el que Occidente pierde peso en la economía mundial y nuevamente los países emergentes llegan a liderar el crecimiento.
Es en este último período en el que autor centra la discusión puesto que, tal como se aprecia en el gráfico, la tendencia es que Occidente siga perdiendo hegemonía en la economía mundial y que los países emergentes, liderados por China e India, sigan aumentando la suya. En este sentido, ¿Qué políticas deben emprender los líderes occidentales para asumir esta realidad en un tono de convergencia conducente a una estrategia ganar-ganar?
La solución propuesta por Mahbubani para los líderes occidentales es la adopción del verdadero pensamiento de Maquiavelo, en el sentido de optar por una moral pragmática y no idealista o dogmática. En este sentido, el interés colectivo que domina el pensamiento antiglobalización de los movimientos populistas y nacionalistas como el Brexit y el gobierno de Trump, que propugnan la protección de las industrias en el comercio y las restricciones a la inmigración no es la manera correcta de abordar el problema de Occidente. Al contrario, tal como indica el autor, ahora que “el Resto [refiriéndose a los países emergentes] está proporcionando la locomotora, las sociedades occidentales pueden ofrecer crecimiento económico a sus poblaciones al enganchar sus carros al Resto”, es decir, deben fortalecerse las alianzas económicas entre los países de primer mundo y aquellos en vías de desarrollo para que las poblaciones ‘vulnerables’, que han visto estancados sus ingresos y por ende, su bienestar, se vean beneficiadas.
Otro punto importante que debe ser parte de las políticas de los gobiernos occidentales, que además resalta Mahbubani, es la difusión de los beneficios que ha permitido la convergencia del ingreso a nivel mundial, por parte de los países emergentes, en los países desarrollados. El gran paso que dieron muchos países en vías de desarrollo hacia modelos capitalistas con apertura comercial al mundo y en donde la iniciativa privada fue y sigue siendo uno de los motores principales en su desarrollo ha permitido que se produzcan múltiples mejoras en una serie de indicadores sociales que van desde una reducción nunca antes vista de la pobreza extrema mundial, una mejora notable en los índices de alfabetización y una reducción también del trabajo infantil.
Estos hechos empíricos que se derivan de la simple observación de los datos es un tema que los líderes occidentales no han sabido comunicar y que han podido aprovechar para defender la economía de libre mercado, de tal manera de sopesar el pesimismo aún latente de grandes segmentos de la población en sus países. Lampadia
¿HA PERDIDO OCCIDENTE? UNA PROVOCACIÓN
Kishore Mahbubani
Penguin Random House, UK
Traducido y glosado por Lampadia
Un Nuevo orden de cosas
…no hay nada más difícil de tomar en cuenta, más peligroso de conducir, o más incierto en su éxito, que tomar el liderazgo en la introducción de un nuevo orden de cosas.
Nicolás Machiavello, El Príncipe, capítulo VI
¿Por qué Occidente se siente perdido? La respuesta es simple. A principios del siglo XXI, la historia hizo un giro, quizás el giro más importante que la humanidad vivió, sin embargo, Occidente se niega a aceptar o adaptarse a esta nueva era histórica.
¿Cuál es este gran giro que ha tomado la historia? Una breve comparación de los últimos 200 años con los 1800 años previos proporcionará la respuesta. Desde el año 1 después de Cristo hasta 1820, las dos economías más grandes fueron siempre China e India. Sólo después de ese período, despegó Europa, seguida por América. Visto en el contexto de los últimos 1800 años, el período reciente de desempeño sin precedentes de Occidente frente a otras civilizaciones es una aberración histórica importante. Todas estas aberraciones llegan a un final natural, y eso está sucediendo ahora.
Entonces, ¿Cuál es el problema? Es importante entender la naturaleza de nuestros tiempos. El estratega Maquiavelo enfatizó esto cuando dijo: «El príncipe que depende completamente de la fortuna se pierde cuando esta cambia. También creo que este tendrá éxito cuando dirija sus acciones de acuerdo con el espíritu de los tiempos, y aquellos cuyas acciones no concuerden con los tiempos, no tendrán éxito».
Sin embargo, a pesar de que el espíritu de los tiempos ha cambiado, y aunque Occidente inevitablemente tendrá que hacer ajustes importantes para adaptarse a esta nueva era, ninguna figura occidental importante ha tenido el coraje de declarar la verdad definitiva de nuestros tiempos: El ciclo de dominación occidental del mundo está llegando a su fin natural. Sus poblaciones, por otro lado, pueden sentir estos grandes cambios en sus huesos y en los mercados de trabajo. Esto, en parte explica supuesta y políticamente eventos aberrantes como Trump y el Brexit, al menos para las élites.
Para revelar a su gente la escala y la velocidad de los cambios, los líderes occidentales deben mostrar simultáneamente los dos cuadros mostrados a continuación.
- El gráfico de McKinsey que se cita con frecuencia muestra por cuánto tiempo China y la India fueron las economías más grandes del mundo, así como su repentina caída precipitada después de 1820.
- El segundo gráfico, destacado por el comentarista Martin Wolf, muestra cómo China y la India han recuperado su participación natural a medida que las participaciones de América y Europa han comenzado a disminuir.
La participación de Occidente en la economía mundial continuará reduciéndose. Esto es inevitable e imparable, ya que otras sociedades han aprendido a emular las mejores prácticas occidentales. ¿Significa esto que los medios de vida occidentales están destinados a empeorar? El reciente estancamiento de los ingresos y la creciente pérdida de empleos entre las clases trabajadoras en Estados Unidos y en otros lugares parece sugerir que se avecinan tiempos difíciles. R. W. Johnson describe bien cómo se han estancado los salarios:
Entre 1948 y 1973, la productividad aumentó en un 96.7 por ciento y los salarios reales en un 91.3 por ciento, casi exactamente al mismo ritmo. Esos eran los días de abundantes trabajos duros en las industrias de acero y automotriz, cuando los trabajadores podían permitirse enviar a sus hijos a la universidad y verlos subir a la clase media. Pero desde 1973 hasta 2015 – la era de la globalización, cuando muchos de esos empleos desaparecieron en el extranjero – la productividad aumentó un 73,4%, mientras que los salarios aumentaron solo un 11,1%.
Él también escribió: “En promedio, en 1965, un CEO estadounidense ganaba 20 veces lo que un trabajador. Para 2013, en promedio, el número era 296 veces».
Los ingresos de muchas poblaciones occidentales de clase media también se han estancado en las últimas décadas. Esto es innegable. Pero esta tendencia puede revertirse. Los líderes occidentales deben hacer un nuevo cálculo del nuevo orden económico global y buscar nuevas oportunidades para los trabajadores occidentales. Como advirtió Maquiavelo, «no hay nada más difícil… que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas».
La buena noticia para Occidente es que el pye económico mundial no se está reduciendo. De hecho, está creciendo constantemente y probablemente continuará creciendo, con algunos cambios significativos. Hasta hace poco, gran parte del crecimiento mundial provenía de las economías del G7, no de las economías del E7.
(G7 = Grupo de los 7: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los EEUU.
E7 = Grupo de los 7 Emergentes: China, India, Brasil, México, Rusia, Indonesia y Turquía).
Esto se ha invertido bruscamente en las últimas dos décadas. En el 2015, por ejemplo, el G7 aportó el 31.5 por ciento y el E7 el 36.3 por ciento del crecimiento mundial.
En resumen, hasta ahora Occidente ha proporcionado la locomotora que impulsa el crecimiento económico global, y el Resto enganchó sus vagones al tren. El crecimiento explosivo de China en las últimas décadas fue impulsado por las exportaciones a EEUU. Ahora, el Resto está proporcionando la locomotora, y las sociedades occidentales pueden ofrecer crecimiento económico a sus poblaciones al enganchar sus carros al Resto.
Esto suena simple en teoría. En la práctica, podría ser difícil. Occidente ha estado a la vanguardia de la historia mundial durante casi 200 años. Ahora tiene que aprender a compartir, incluso a abandonar, esa posición y adaptarse a un mundo que ya no puede dominar. ¿Es posible hacer esto? Hasta ahora, Occidente no ha logrado producir una estrategia global coherente y competitiva para enfrentar la nueva situación. En su lugar, se está agitando, atacando a Irak, bombardeando a Siria, sancionando a Rusia y atacando a China. Todo esto se suma a una sensación de turbulencia global.
El mensaje clave de este libro es que hay una mejor opción para Occidente, ayudado por el análisis y el asesoramiento, ofrecido en amistad, por el Resto. Un cálculo frío, cuidadoso y completo de cómo han cambiado los intereses occidentales junto con un realismo despiadado, de hecho – una dosis de Maquiavelo – es lo que necesita Occidente. Sin embargo, Maquiavelo sigue siendo una de las figuras más incomprendidas de nuestro tiempo. Muchos en Occidente consideran a Maquiavelo como la encarnación del mal. Leo Strauss, el famoso científico político estadounidense de la década de 1950, lo llamó «maestro del mal». De hecho, como el gran filósofo británico Isaiah Berlin nos recordó en su ensayo seminal «La cuestión de Maquiavelo», «los valores de Maquiavelo…no son instrumentales, sino morales y definitivos, y pide grandes sacrificios en su nombre». Berlin enfatizó que la burla de Occidente de Maquiavelo se deriva de un «malentendido profundo pero característico de la tesis de Maquiavelo». Como él explica, Maquiavelo entiende que «la vida pública tiene su propia moralidad». En otras palabras, Maquiavelo defiende que un líder, que se hace a sí mismo «responsable de las vidas de los demás», debe colocar primero su bienestar. Por lo tanto, un líder maquiavélico debe elegir siempre la moral pragmática sobre la idealista o dogmática.
Felizmente, Occidente no necesita hacer «grandes sacrificios» hoy, porque el estado de la humanidad es mucho mejor que en la Italia del siglo XVI. Aunque las poblaciones occidentales han estado lidiando recientemente con el pesimismo, un nuevo amanecer ha estallado en el resto del mundo. Paradójicamente, gran parte de esto ha sucedido como resultado de que Occidente ha compartido su sabiduría con el resto.
Lamentablemente, Occidente permanece notablemente mal informado sobre la mejora masiva de la condición humana.
Imagine un mundo donde virtualmente ningún ser humano se acueste con hambre. O donde la pobreza absoluta casi ha desaparecido. Donde cada niño se vacune y va a la escuela. Donde cada hogar tenga electricidad. Donde cada ser humano lleve algún tipo de teléfono inteligente, que le brinda acceso ininterrumpido a tesoros globales de información que alguna vez fueron el dominio exclusivo de las pequeñas élites. Pero más importante aún, imagine un mundo donde las perspectivas de una gran guerra mundial sean prácticamente nulas.
La mayoría de las personas sensatas describirían este mundo como algo que limita con la utopía. Sorprendentemente, pocas personas sensatas son conscientes de que vivimos en un mundo donde la humanidad está a punto de lograr tal utopía. Es la verdad más grande de nuestro tiempo: en términos objetivos, la condición humana nunca ha sido mejor.
La violencia ha caído dramáticamente:
- Steven Pinker, de Harvard, observa que «… hoy estamos viviendo en el momento más pacífico de nuestra especie en el mundo», él agrega: «La violencia mundial ha disminuido constantemente desde mediados del siglo XX”.
- Según the Human Security Brief 2006, el número de muertes en combate en las guerras interestatales ha disminuido de más de 65,000 por año en la década de 1950 a menos de 2,000 por año en esta década.
Del mismo modo, la pobreza también ha disminuido dramáticamente:
- Max Roser de Oxford dice: “En 1950, tres cuartas partes del mundo vivían en la pobreza extrema; En 1981 seguía siendo el 44 por ciento. Para el año pasado [2016], la investigación sugiere que la participación en la pobreza extrema ha caído por debajo del 10 por ciento”.
- Sobre alfabetización, dice: “En 1800 había 120 millones de personas en el mundo que podían leer y escribir; hoy hay 6.2 billones con la misma habilidad «.
- El Dr. Peter Diamandis, cofundador de la Singularity University de Silicon Valley, concluyó:» ¡Realmente estamos viviendo el momento más emocionante para estar vivo!» ¿Por qué?
- Él documenta cómo la pobreza absoluta está desapareciendo
- El trabajo infantil está disminuyendo
- Las tasas de mortalidad infantil están disminuyendo
- Las tasas de homicidios están disminuyendo y
- Las tasas medias de educación y alfabetización están explotando en todo el mundo.
Johan Norberg, del Instituto Cato, señala: «Si alguien te hubiera dicho en 1990 que en los próximos veinticinco años el hambre en el mundo disminuiría en un 40 por ciento, la mortalidad infantil se reduciría a la mitad y la pobreza extrema en tres cuartas partes, les hubieras dicho que eran unos tontos ingenuos. Pero los tontos tenían razón. Esto es realmente lo que ha sucedido”.
Habiendo experimentado la pobreza en el Tercer Mundo cuando era niño, sé que nada arrastra el espíritu humano más que un sentimiento de impotencia, incertidumbre y temor al futuro. Un pequeño ingreso regular y el acceso a bienes básicos como televisores y refrigeradores también mejoran la sensación de bienestar. En resumen, la erradicación de la pobreza es espiritualmente edificante. El mundo debería regocijarse con este cambio. Lampadia