Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 15 de abril de 2024
Para Lampadia
El Estado – nuestro Estado – está lleno de plata. Por el lado fiscal, la recaudación de impuestos de la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT) subió de S/. 25,000 millones el año 2000, a más de S/. 170,000 millones el año pasado. O sea, el Estado – nuestro Estado – tiene, ahora, 7 veces más dinero que hace 24 años.
El crecimiento de la recaudación tributaria superó largamente nuestro crecimiento poblacional.
Efectivamente, en el 2000 éramos 26 millones de peruanos. Ahora somos 34 millones. O sea, en términos per cápita, la recaudación de impuestos de la SUNAT subió de S/. 1,000 por persona (aproximadamente) a S/. 5,000 por persona, en el mismo período. Es decir, 5 veces más.
Aunque los paganos hayamos sido los ciudadanos, el aumento de los precios de los combustibles – entre otros – le está facilitando al Estado las mayores recaudaciones de Impuesto General a las Ventas (IGV) de la historia.
Por otro lado, el aumento de precios de nuestros productos de exportación – cobre y oro, principalmente – está también propiciando la mayor recaudación de Impuesto a la Renta (IR) jamás lograda por la SUNAT, en toda su existencia. Producto de ello, el Canon Minero está también alcanzando récords históricos. Jamás las regiones y municipios del país recibieron tanto dinero de Canon Minero, como el año pasado.
Por el lado monetario, los récords de exportaciones de los últimos años (US$ 67,000 millones el 2023) y los superávits de la balanza comercial internacional (US$ 17,000 millones el año pasado), le permitieron al BCR (Banco Central de Reserva) acumular enormes reservas internacionales: US$ 74,000 millones, con tendencia al alza.
Por todo ello, las cuentas fiscales están totalmente equilibradas. La deuda externa peruana es una de las más bajas del mundo. ¡Ya quisieran muchos países tener la solidez macroeconómica del Perú! Realmente, notable… aunque muchos compatriotas no lo quieran reconocer.
El problema está en el ámbito de la Sociedad Civil. A ese respecto, cabe preguntarnos ¿cómo están los microempresarios y los trabajadores? ¿Cómo están las amas de casa y la juventud? ¿Cómo están los jubilados? ¿Cómo están los desempleados? Como dirían los políticos demagogos… ¿cómo está el pueblo? Bueno pues… mal. Muy mal. El común denominador del pueblo peruanos es el malestar. ¡Literalmente!
Claramente, hay un contraste entre las finanzas públicas y las finanzas de la ciudadanía. Repito… el Estado está lleno de plata. Sin embargo, a pesar de ello – al revés de lo que debería suceder – mucha gente está sin trabajo. Peor aún, la pobreza ha crecido en los últimos años. Y con la pobreza, han crecido el hambre y la delincuencia. Si no ¿cómo explicar la proliferación de Ollas Comunes? ¿Por qué hay tantos mendigos – con niños a cuestas – en las calles? ¿Cómo explicar el incremento desmedido de la criminalidad e inseguridad ciudadana en todo el país?
Claramente, el Estado – en términos generales – ha fracasado. El enorme esfuerzo contributivo de la ciudadanía – y las empresas – ha sido en vano. Me refiero a la gestión de los servicios públicos. Aquellos que el Estado está obligado a brindarnos de manera eficiente y oportuna.
Me refiero concretamente a servicios estatales como agua y desagüe, salud y educación, seguridad ciudadana, justicia e infraestructura. ¿Acaso no son paupérrimos – o inexistentes – los servicios que nos brinda el Estado en dichas materias?
Entonces… al pan, pan, y al vino, vino. Fracaso estatal estrepitoso. El Estado está para servir a la ciudadanía. Esa es su función. Pero no. En nuestro caso, el Estado nos maltrata cruelmente. Incluso, se sirve de nosotros. O sea, el mundo al revés.
El dinero de los peruanos debe estar más en el mercado, y menos en el Estado. ¡Esa es la propuesta! El Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) debe desaparecer… y para siempre. Las tasas de IGV y Renta (IR) deben bajar. Además de propiciar una mayor formalización de la economía, nuestro Estado – está demostrado – es un pésimo administrador de nuestro dinero. Además, nuestro dinero en manos del Estado, ya sabemos dónde termina: en los bolsillos de funcionarios y empresarios corruptos.
Sin desequilibrar el presupuesto público, el Estado debe ser más austero y servicial. Para ello hay digitalizarlo y simplificarlo, al máximo. Cero colas, cero papeles, cero firmas, cero sellos, cero coimas. Hay que autonomizar los servicios públicos especializados – agua y desagüe, limpieza pública, salud, educación, seguridad, infraestructura, etc. – para blindarlos de la perniciosa injerencia política. Asimismo, hay que profesionalizar la gestión pública e imponer la meritocracia en todos los estamentos del Estado. ¡No al clientelismo político!
Paralelamente, hay que reducir los gastos del Estado: fusionar ministerios e instituciones redundantes. Hay que reducir la burocracia corrupta e inepta que ingresó al Estado por la puerta falsa: favores políticos, nepotismo, compras de puestos, tarjetazos, títulos académicos falsos…y todo lo demás.
Nuestro Estado, en términos generales – por sus hechos lo conoceréis – es corrupto, inepto y enorme… elefantiásico. Entonces ¿cómo confiarle nuestros tributos – producto de nuestro esfuerzo – a funcionarios que no son de fiar! Mejor dicho… ¡a funcionarios que – de hecho – van a robar!
La reducción de tasas tributarias – y la simplificación administrativa del Estado – propiciaría un gran dinamismo económico a través de inversiones en todos los sectores económicos. ¿Acaso el desempleo no es el mayor problema de los peruanos actualmente? ¿Acaso la inversión – principalmente privada – no es la mayor generadora de empleo? Entonces ¿qué sentido tiene quitarle tanto dinero a la gente – y a las empresas – para dárselo al Estado? ¡Absurdo total!
Recapitulemos. El Estado está lleno de plata. La ciudadanía se está empobreciendo. Las empresas no están invirtiendo. ¿No sería lógico disminuir las tasas de IGV y Renta para que la ciudadanía esté mejor, y las empresas inviertan más para generar más empleos?
Es hora de terminar con el Estado de malestar que tenemos los peruanos. Lampadia