Un coctel que mata: ignorancia + incapacidad + corrupción
Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
Históricamente, el factor más pernicioso en la vida de un país y su expresión en la pobreza de su población es una guerra. No hay un mayor shock negativo, o externalidad, como le gusta decir a los economistas, que una guerra.
Como se puede ver en los siguientes gráficos, el Perú viene sufriendo un proceso de desquiciamiento de su economía, primero por una frenada del crecimiento económico desde el 2011 con el regresivo gobierno de Humala, que llenó al Estado de funcionarios socialistas y debilitó la inversión privada, para luego pasar a una fase de estancamiento, que finalmente devino, desde el gobierno de Vizcarra, en un clamoroso período de empobrecimiento y caos. Ver la evolución del crecimiento del PBI en el siguiente gráfico.
¿Qué puede explicar semejante despropósito?
No nos afecta una guerra como las que sufre Somalia, o Sudán del Sur, pero desde el 2011, estamos en una estúpida guerra interna que ha alterado la vida de todos los peruanos, una guerra contra el fujimorismo, que primero, en las elecciones del 2011, se expresó como “el voto entre el Sida y el Cáncer”, para luego devenir en un pacto suicida entre el antifujimorismo, progres y caviares, contra fujimoristas y desarrollistas.
Así a pulso, la guerra hizo carne con un coctel letal, la suma de ignorancia, incapacidad y corrupción, que fueron los tristes atributos de los gobernantes, tanto en el gobierno nacional como en las regiones, que frenaron la lucha contra la pobreza, para luego regresarnos a un proceso abierto de empobrecimiento.
Nada justifica, ni explica, que los peruanos hayamos regresado a estos niveles de pobreza, sin expectativas de una pronta recuperación, sino la torpeza de nuestros gobernantes y la negligencia de nuestra clase dirigente, que no supo reaccionar con fuerza ante las continuas acciones anti-inversión privada desde el 2011, especialmente contra el motor del crecimiento del país, la inversión minera.
La minería dinamizaba toda la economía, con tremendos impactos directos, indirectos e inducidos, en todos los sectores. Con el ‘agua sí, oro no’ se paró Conga con Humala, Siomi Lerner, el excura Arana, y una cantidad de tontos útiles, junto con el eco de un pésimo sector mediático. Luego pararon Tía María y las exploraciones.
Algunos insisten en que el gobierno de Humala no fue tan malo, porque no se produjo un colapso inmediato del crecimiento, pero como dijo Mateo Balarín, vicepresidente de la SNI: “Este gobierno no nos ha matado de un bombazo, pero lo ha hecho por el ataque de millones de mosquitos”.
Así como en los 90 tuvimos un gran grupo de funcionarios públicos que entendieron que el camino de la prosperidad estaba detrás de la consolidación de una economía de mercado, en la segunda década del siglo XXI, nos invadieron, en el Estado, en los medios de prensa, y en la política, personajes ideologizados, torpes y resentidos, que levantaron la bandera de la distribución del papá gobierno regalón, cuando no se volcaron a enriquecerse con los recursos públicos, y abandonaron la búsqueda del crecimiento de la economía.
Como dice Diego Macera:
“Hemos dejado de darle importancia al crecimiento económico”, Con cerca de US$ 7 mil por persona, la prioridad debe ser crecer más, advierte economista. “El crecimiento de la planilla pública ha sido demasiado grande en los últimos años. (…) En realidad no hay mejor receta para mejorar las cuentas que un alto crecimiento del producto. No hay magia aquí”. (Ver Expreso, 12 de mayo, 2024).
Este retroceso de nuestra economía y el empobrecimiento son un ‘crimen de lesa patria’. Veamos un dato del 2013, el nivel de la clase media:
Para ver ayer como el IPE (El Comercio, 12 de mayo,2024), titula: ”Unos 1.8 millones de peruanos salieron de la clase media entre el 2019 y el 2023”.
También hemos sido víctimas del negacionismo, ‘crecimos pero no desarrollamos’, ‘lo que hubo en el Perú no fue un milagro económico’ (Alonso Segura, el ministro de Humala, El Comercio, 12 de mayo, 2024).
Yo siempre me pregunto si ese 40% de peruanos que salió de la pobreza hasta antes de la pandemia, ¿eran marcianos? Veamos la cifras de reducción de la pobreza en el siguiente cuadro del INEI entre el 2004 y el 2012, que muestra una contundente reducción de la pobreza en las zonas más pobres del Perú:
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- La pobreza total pasó de 7% a 25.8%
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Urbana de 48.2% a 16.6%
Rural de 83.4 % a 53.0%
Sierra de 70.0% a 38.5%
Selva de 70.4% a 32.5%
Sierra urbana de 46.9% a 17.0%
Sierra rural de 86.7% a 58.8%
Selva urbana de 59.4% a 22.4%
Selva rural de 81.5% a 46.1%
Como también podemos ver en el cuadro, la pobreza en Lima Metropolitana bajó de 44.6% el 2004, a 14.5 el 2012. Pero como reporta el Director de investigación en el Instituto Francés de investigación para el Desarrollo, Javier Herrera Zúñiga ayer en El Comercio, el “indicador de pobreza de Lima ha pasado de 11% el 2016 [hasta donde bajó], a 28.7%, el doble de el 2012.
Pues ahora la pobreza total llega al 29% de la población, y la pobreza extrema a 5.7%.
El deterioro es generalizado.
Y por supuesto, esto ha devenido en una pésima calidad de los servicios públicos, el 73.7% de la población no tiene acceso a agua gestionada de manera segura.
Este es pues el costo de tener gobernantes que dejaron de velar por el crecimiento de la economía. Si el Perú fuera Somalia, o Sudán del Sur, santo y bueno, que podríamos hacer, pero teniendo todas las capacidades que tenemos, esto es inaceptable. Es verdaderamente un ‘crimen de lesa patria’.
Es urgente que vayamos construyendo alternativas políticas pro crecimiento y desarrollo. Tenemos, prácticamente dos años, para ilustrar a nuestros queridos ciudadanos sobre el gran potencial de crecimiento, desarrollo y disminución de la desigualdad, que tiene nuestro gran país.
Basta de ignorancia, incapacidad y corrupción.
¡Viva el Perú, Carajo!!!
Lampadia