Hay una serie de situaciones de la vida social y económica de las naciones que van creando condiciones que crean una suerte de culturización sobre importantes elementos que determinan el pensamiento y comportamiento de los ciudadanos.
Por ejemplo, una economía pequeña y estancada, que no crece, genera un paradigma Ganar-Perder. En otras palabras, si no hay crecimiento, si la torta de la economía se estanca, los que quieren mejorar sus condiciones recurren a capturar una mayor proporción de lo existente, a costa de los demás, que terminan perdiendo.
En cambio, en una economía que crece sostenidamente, el modelo mental que se desarrolla es el de Ganar-Ganar. Por lo tanto el comportamiento social y político es más cooperativo, puesto que el crecimiento permite compartir beneficios. Además, este modelo mental tiende a retroalimentarse, puesto que lo deseable es la búsqueda de mayor crecimiento. Se propicia así una cultura de crecimiento.
Fuente: experiencepraxis.com
Otro fenómeno, menos identificado como un elemento de formación del sentido común popular es lo que podemos definir como ‘lluvia ácida’, aquella monserga que al repetirse todos los días, al instalarse en los textos escolares, al difundirse en los medios, especialmente los de radio y televisión, van percolando casi inconscientemente, subliminalmente, en la mente de los ciudadanos para sembrar los elementos básicos de una determinada forma de pensar o una ideología.
Pues, desde la dictadura militar del año 1968, hasta principios de los años 90, y posteriormente mediante la captura de la mayoría de los medios de comunicación a nivel nacional, especialmente las radios de las regiones, hemos recibido una ‘lluvia ácida’ del socialismo latinoamericano, de la teoría de la dependencia, de la primacía del Estado en el desarrollo del país, de la ‘perversión’ de la inversión privada, y tantos otros que ha malogrado cerebros brillantes y ha diseminado un equívoco sentido común sobre el desarrollo y la modernidad.
Así desarrollamos una cierta resistencia social al ‘éxito’, generamos desconfianza y seguramente envidia de quienes triunfaban, tendiendo a preferir, en el lenguaje político, el igualamiento en la pobreza.
Quién por primera vez se atrevió a hablar de la ‘cultura del éxito’, fue Vargas Llosa en la campaña electoral de 1990. A pesar de su derrota, la prédica percoló en las clases emergentes, donde posteriormente tuvo mucha acogida una publicación alusiva al ‘Éxito’ de los emprendedores peruanos.
La posterior afirmación de la Nueva Clase Media Emergente, demuestra que a nivel popular, el lenguaje interior de las familias y de los ciudadanos, a diferencia del lenguaje social y político, se acerca a la ‘cultura del éxito’.
Lo mismo puede deducirse de los superados intentos de migración de nuestros jóvenes, que hasta hace pocos años, cuando todavía sentíamos inviable al Perú, el 86% de ellos pensaban migrar, fundamentalmente a EEUU, Chile, España e Italia (antes de la crisis europea), pensaban desarrollar sus vidas en economías de mercado, donde, al igual que los tres millones de peruanos que ya se fueron, trabajarían con ahínco, educarían a sus hijos, ahorrarían, participarían de la vida ciudadana y enviarían dinero a sus familiares en el Perú.
Estos desarrollos nos llevan a plantear la existencia de una contradicción en el pensamiento popular, entre el lenguaje individual y el pensamiento colectivo y el discurso político. ¿Por qué no se ha producido una síntesis? Pues, de alguna medida, porque ninguno de nuestros políticos se atreve a abrazar el individualismo por miedo a ser sepultado por los medios y contrincantes. Nadie se atreve a sacar de nuestras entrañas, la esencia del nuevo peruano y traerla a las portadas de los medios. Seguimos persiguiendo nuestra cola, con los mismos líderes y las mismas ideas, que no nos representan, que no nos ofrecen prosperidad, pero son las únicas que tenemos por delante en la pobre baraja política.
Por ejemplo, después de una feroz campaña política, prácticamente el 80% de los peruanos rechazaron el lenguaje del cambio de constitución, del cambio del modelo económico, de la preeminencia del Estado en la economía, etc., pero los ganadores de la primera vuelta, con la avanzada de PPK (planteando visitar a Santos en la cárcel el 11 de abril a las 8:30 de la mañana) echó sal a las heridas de la campaña e hizo casi imposible la convergencia de las fuerzas pro-mercado y pro-inversión, llevándonos a una situación que ya empieza a mostrar debilidad de liderazgo en medio de confrontaciones debilitantes.
Ya es hora de rescatar de nuestro instinto popular, nuestras inclinaciones por el trabajo y la modernidad, con un liderazgo político valiente que nos permita terminar de superar el modelo mental de ganar-perder, cicatrizar las huellas de la lluvia ácida y adoptar la ‘Cultura del Crecimiento’, que permitió grandes saltos de la humanidad hacia una mayor prosperidad como la alcanzada por las naciones más ricas, espacio donde el destino todavía nos tiene reservado un lugar de privilegio.
Joel Mokyr, israelita, profesor de historia económica en Northwestern University, Chicago, en su recién publicado libro, nos explica: “Sobre todo, el crecimiento económico moderno o el ‘Gran Enriquecimiento’ dependieron de un conjunto de cambios radicales de creencias, valores y preferencias –un conjunto de elementos al que llamo ‘cultura’”.
Mokyr explica la importancia que tuvo la ‘Ilustración Europea’ en propulsar el crecimiento económico del siglo XIX, que junto con la Revolución Industrial y el ‘aumento de los conocimientos útiles’, fueron el gran motor de la historia económica. Este último factor, en la medida que se difunde y absorbe por la sociedad, consolida el cambio cultural hacia el desarrollo.
Lamentablemente en el Perú, nadie nos ha explicado los cambios de nuestra historia económica reciente, ni las relaciones causa-efecto que les dieron vida. En las últimas cinco décadas, los peruanos hemos pasado del apagón de 30 años (60s, 70s y 80s), a un crecimiento explosivo con mejoras sociales indiscutibles (1993 – 2011), para luego dudar de todo y parar el crecimiento y la inclusión (2011 – 2016), y finalmente hoy, aterrizar en un gobierno que para ser exitoso tiene que recoger el sentir político de la población, expresado en el voto de la primera vuelta. Ya hemos visto que Ejecutivo y Legislativo se necesitan mutuamente para consolidar una agenda común de gobierno que invite a la gran mayoría de los peruanos a la ‘Gesta del Crecimiento’.
Esperamos una pronta reacción de nuestra clase dirigente para consolidar en el país, la cultura del crecimiento y que el CADE que empieza mañana, nos acerque a la convergencia cultural de la modernidad. Lampadia