La economía peruana de 2013 al 2020
Roberto Abusada Salah
Instituto Peruano de Economía
Fundación M. J. Bustamante De la Fuente
Mayo, 2021
Glosado y comentado por Pablo Bustamante Pardo, Director de Lampadia
En momentos en que nuestra manera de ver la economía peruana está en la agenda política del próximo gobierno, Roberto Abusada Salah nos regala sus reflexiones sobre los fundamentos de nuestra economía, desde cuatro perspectivas complementarias:
- Sin crecimiento no hay futuro
- El factor confianza
- La tentación del estatismo
- Impacto de las instituciones
Líneas abajo presentamos el prólogo de Raúl Mendoza Cánepa, el capítulo con el que Roberto inicia sus reflexiones: Ese “maldito modelo económico”, la estructura de contenidos y el enlace al PDF del libro.
Hoy más que nunca, que enfrentamos la eventualidad de tener que enfrentar propuestas descabelladas sobre el manejo de nuestra economía, debemos revisar los fundamentos económicos que generan crecimiento y bienestar general.
Muchos de nuestros ciudadanos, frustrados con la multi-crisis sanitaria, económica, social y política, creada por el desastroso gobierno de Vizcarra, han perdido confianza en nuestros líderes y en el futuro, y en medio de una compulsa electoral esencialmente populista, están muy confundidos sobre lo que es bueno y malo, y se ha nublado el entendimiento de las relaciones causa-efecto en las políticas públicas.
El Perú debiera tener una base conceptual sólida sobre dichas disyuntivas. Hemos pasado, en 30 años, de políticas que nos empobrecieron, a las que nos hicieron crecer, reducir la pobreza, bajar la desigualdad y mejorar los ingresos en el sector urbano y rural. Sin embargo, las narrativas anti economía de mercado repetidas a lo largo de los últimos años, y la ausencia de comunicaciones asertivas sobre nuestro procesos económicos y sociales, por parte de todos los gobiernos y de los empresarios -los líderes de la gran recuperación de nuestra economía-, han socavado nuestro entendimiento.
Hemos permitido que la muy mala gestión de los servicios públicos, especialmente en salud y educación, más la ineficiencia de la gran mayoría de los gobiernos regionales y locales y, sobre todo, su generalizada y profunda corrupción, hayan malogrado el éxito de la gran recuperación del país, desde la condición de Estado-Fallido en la que nos encontrábamos en 1990.
No hemos sabido defender a nuestros pobres, para quienes la mala calidad de los servicios públicos ha sido decisiva para malograrles su calidad de vida y su entendimiento sobre las líneas maestras de la prosperidad.
Por todas estas razones, el libro de Roberto Abusada -propulsor de la apertura económica y uno de los grandes reformadores de nuestra economía-, representa un magnífico aporte para iluminar nuestro pensamiento y acciones en la esquiva tarea de construir un futuro mejor para todos los peruanos.
1. Prólogo
Raúl Mendoza Cánepa
Febrero de 2021
El economista Roberto Abusada Salah, a través de los artículos que publicó en el diario El Comercio entre el 2013 y 2020, nos ofrece las claves del crecimiento y desarrollo económico, advirtiendo desde antes que los grandes indicadores económicos podrían revertir si es que las deficiencias institucionales, las malas decisiones políticas y las trabas a la inversión privada prevalecían a la sensatez que permitió al Perú crecer durante los años anteriores. Los terribles resultados económicos a partir de la pandemia tan solo refuerzan su punto.
El auge económico desde 1993 al 2013, nos demuestra Abusada, no se debió solo al incremento de los precios internacionales de los minerales, sino a una buena política económica. Solo en el decenio que terminó en el 2013, el crecimiento del Perú se basó fundamentalmente en un fuerte desarrollo de la inversión privada, que aumentó a una tasa promedio anual de 13.7%, y en exportaciones que aumentaron al 5.6% por año. Sin embargo, la ausencia de voluntad política e iniciativas de reformas institucionales permitieron que germinaran aquellos factores que desacelerarían finalmente el crecimiento. El presidente Ollanta Humala esgrimía un discurso que, pese a la línea de auge, llamaba absurdamente al pesimismo y a la desconfianza de los empresarios. Un modelo económico de libre empresa requiere de un liderazgo anímico, de uno que estimule a crear, emprender y creer. No hay progreso sin fe.
Cada año que transcurría desde 2013 hasta 2020 se registraba una corriente de pesimismo desde Palacio. Para el presidente Humala, gobernar era construir programas sociales y no perseverar en un modelo económico probadamente exitoso que nos consolidara como país en el siglo XXI. Los márgenes de pobreza se redujeron en el recuento global desde hace más de dos décadas, colocando al Perú en la vía del desarrollo, pero algunos baches en los liderazgos políticos contrarrestaron ese sueño inicial. De allí el título del libro, “El futuro esquivo”. Lo previsible años atrás era que los indicadores en azul se mantuvieran y que al Bicentenario el Perú creciera a un ritmo de 6%, la pobreza se redujera aún más, el empleo se incrementara, la informalidad se diluyera…pero… ese futuro no fue.
Hasta 2013 el Perú creció, en promedio, 5.4%, pero desde aquel año hasta 2019, el crecimiento promedio del país no llegó al 3%. No es que un punto o dos sean poco. Un punto del PBI adicional de crecimiento nos puede dar varias decenas de miles de trabajos formales cada año. En 2020, la contracción de aproximadamente 11% destruyó parte del tejido productivo e hizo mucho más importante que antes volver a marcar claramente una ruta de crecimiento sostenido.
Cada año ingresan al mercado laboral peruano unos 300,000 jóvenes. Por ejemplo, el 2017 no fue un mal año en el análisis comparativo mundial, pues crecimos 2.5%. Pero ¿cuántos empleos formales se crearon? Lo resaltante es que desaparecieron muchos. Lo que se deduce es que a alrededor de 300,000 jóvenes, como explica Abusada, no les quedó más que optar por la informalidad o quedarse desempleados.
Dar luces de la ruta al crecimiento en la perspectiva del modelo, precisamente, es lo que busca Abusada. El principal impacto económico de la actual crisis podría no estar en la caída del 2020, sino en el golpe al crecimiento potencial de mediano y largo plazo. Diversas crisis históricas advierten sobre esta posibilidad. En esta compilación de artículos, advertirnos, ponernos en alerta, enrumbarnos, es el objetivo. Nos dice que el gobierno del 2011 se salió de la línea de un modelo que debía perfeccionar, no deformar…Y así, sin vueltas de página, la historia desde el 2013 hasta el 2020 siguió el curso menos deseado. Por eso y, tomando la frase del poeta de Cementerio Marino (Valery), ese futuro deseable, “ya no es lo que era”, no será aquel que creíamos antaño.
Las altas tasas de crecimiento y los generosos índices económicos y sociales entre 1993 y el 2012 nos señalaban ya un derrotero feliz, pero los nuevos actores estaban lejos del credo liberal porque el populismo atrae más a los políticos, trae más loas que crear riqueza con austeridad y sacrificios. Esos políticos no han extraído como enseñanza la experiencia histórica, esa que desde Singapur hasta Botswana (el milagro africano) nos dice que la mejor política social es siempre una buena política económica.
El autor opta por ordenar sus textos en cada capítulo por sub-acápites que explican qué es y cómo ocurre el crecimiento económico y los factores de desarrollo lento en el Perú desde el año 2013. Nos dice que sin crecimiento no hay futuro y luego analiza en los siguientes sub-acápites que ordenan el texto, los factores de coyuntura anual que contribuyeron a la ralentización: el factor confianza (básicamente, la desconfianza empresarial), la injerencia estatal y crecimiento del Estado, y el impacto del marco institucional en la desaceleración (tanto en regulaciones, costos laborales, trabas a la inversión minera, etc.).
Aún en momentos previos a la actual crisis, las reformas integrales permanecían en compás de espera, pese a los anuncios oficiales. Las estériles y mezquinas confrontaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo desde el resultado de las elecciones del 2016 pusieron la agenda en estas rencillas por cuotas de poder y la alejaron de los asuntos que realmente importaban para la competitividad y la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos.
Los economistas, no menos que los inversionistas, se preguntan si es que hay la suficiente seguridad para emprender negocios en el Perú y si el crecimiento caerá más aún de lo que las expectativas iniciales nos sugerían en este libro. Quizás los políticos deberían entender mejor sobre el impacto de las instituciones en el crecimiento, pero ese es un tema que solo podríamos abordar en un texto académico básico que quizás alguna vez debamos apurar.
Mientras se reformula al veloz paso de los acontecimientos estas líneas, en el país se debaten -como tema de cualquier día- los mismos cimientos institucionales que nos permitieron empezar a cerrar, por fin, algunas de las enormes brechas económicas y sociales que arrastramos por décadas.
Uno de los temas que se debe abordar, por tal, es el de los costos que deben asumir los formales y el desincentivo de ser formal, el funcionamiento y costo de las instituciones, la infraestructura y la reforma política centrada en el principio de república y ciudadanía real. Construir una economía de mercado supone que en paralelo se construye ciudadanía e instituciones sin olvidar que allí donde el origen social desiguala, la educación iguala en oportunidades. Ocurre cuando la competitividad individual prima a los privilegios y cuando no existe otro criterio que el de la competencia y el talento para la movilidad social.
Otro tema es el de la descentralización, sobre el que cabe un énfasis. Conviene revisar el artículo de Abusada del 21 de febrero de 2019, en el que nos recuerda el fracaso de la regionalización tal como está planteada: “La descentralización como medio para acercar el Estado a la población a fin de proveerle mejores servicios y voz en el gobierno es uno de los fracasos más grandes que ha sufrido el Perú en las últimas dos décadas. No se crearon los espacios complementarios y viables regionalmente que se planearon en un inicio, y peor aún, la manera atropellada, equivocada y desaprensiva en la que se puso en marcha todo el proceso ha contribuido a deteriorar la gobernabilidad, retardando con ello el desarrollo del país. A la vez, se ha generado un enorme espacio para el dispendio de los recursos presupuestales, y con esto oportunidades para el conflicto, la disgregación y la corrupción”.
La falta de reformas no contribuye a la formación de un Estado para los ciudadanos, entendidos como tales y no como “pobladores”, términos que se suelen confundir en esta “república de habitantes”. La estructura ineficiente, elefantiásica, del Estado nunca fue tan obvia como durante los últimos meses, y nunca fue tan clara, por tanto, la urgencia de su reforma.
No solo es visible la poca capacidad de los sucesivos gobiernos para plantear una reforma integral del Estado, desde hace unos años, este (que sirve poco y mal) ha revertido el principio de austeridad, no solo recaudando menos sino abultando la planilla pública a favor de los allegados políticos.
La falta de disciplina tiene un costo con un correlato en desmedro de los ingresos de los pocos formales que tributan. En su primer artículo de 2012, Abusada dio la clarinada de alerta, en el que abre esta compilación (“Ese maldito modelo económico”, 2016) nos ofrece su posición de principios, de allí se entiende su interés en ubicarlo como una puerta a todos los demás. La historia por la que transcurren los siguientes artículos terminará siempre por darle la razón.
PS. La terrible pandemia de 2020-2021 destruyó las perspectivas de la línea de crecimiento, una “que nos acercara en pocos años al mundo desarrollado”. El desastre sanitario y económico nos descubrió las fallas estructurales, un Estado ineficiente para el manejo de crisis, una economía mayoritariamente informal y una precariedad e insuficiencia en los servicios estatales, que nos devuelven a una realidad que era fácil evadir a través de la ilusión que nos traía el progreso. Sin embargo, descubrimos también que el ahorro estatal y la disciplina fiscal durante dos décadas nos dio una ventaja que el mundo hoy reconoce. Allí, aún en la tragedia actual, está la mejor referencia de la solidez del modelo.
2. Ese “maldito modelo económico”
Roberto Abusada Salah
¡Exigimos un cambio radical del modelo económico neoliberal extractivista primario-exportador que depreda el ambiente, precariza el trabajo, concentra la riqueza y pone al Estado al servicio de los ricos y del capital transnacional! Estoy aludiendo, naturalmente, a la caracterización de nuestro sistema económico en el discurso de nuestra izquierda conservadora, tan distinta a la izquierda moderna que mereceríamos tener.
Esa izquierda que durante toda la reciente campaña electoral ha hablado hasta las náuseas de “cambiar el modelo económico”. No importa que esa caracterización tenga poco o nada que ver con los verdaderos cambios que la gente común anhela y que concibe como un cambio que permita tener seguridad ciudadana, acceso a servicios básicos, más empleo, oportunidades iguales ante la ley y la justicia, el derecho a la propiedad, el respeto a los derechos civiles y la protección de las minorías vulnerables.
Antes de predicar el cambio del modelo económico sobre el que se ha basado nuestra economía en el último cuarto de siglo, habría que enumerar cuáles son los pilares básicos de tal modelo para luego preguntar en qué consistiría ese “cambio radical”.
La economía peruana se rige por principios muy similares a los que existen hoy en todas las naciones que han logrado el progreso y el bienestar de sus habitantes. El pilar principal exige estabilidad económica. Es decir, la protección del valor de nuestra moneda, la sostenibilidad fiscal, y la existencia de un nivel bajo y predecible de inflación. Esto solo puede ser garantizado con la prudencia en el manejo de los fondos públicos y la existencia de un Banco Central independiente, poblado por funcionarios competentes. En nuestro régimen económico la creación de la riqueza está a cargo de los privados y solo subsidiariamente a cargo del Estado. El tratamiento igualitario a la inversión nacional y extranjera resulta vital, pues de otra manera estaríamos negándonos a aprovechar el ahorro externo para acelerar el crecimiento nacional.
Siendo el Perú una economía pequeña, un elemento fundamental e imprescindible es su integración al mundo. Esto garantiza el uso racional en el territorio del recurso humano y del capital en un ambiente de competencia, así como el derecho de los consumidores a comprar bienes y servicios a precios normales. Al mismo tiempo nuestros productores tienen acceso preferencial a los mercados más importantes del mundo.
El sistema de impuestos es simple: está compuesto por pocos tributos, siendo los dos principales el Impuesto a la Renta y el Impuesto General a las Ventas (IGV). Otro elemento central del esquema económico que se aplica en el Perú está dado por la existencia de organismos reguladores (Indecopi, Ositrán, Osiptel, SBS, etc.), de importancia vital para regular cualquier monopolio natural o estructura empresarial oligopólica, proteger al consumidor, y al mismo tiempo promover el propio desarrollo competitivo de las industrias reguladas.
Naturalmente, una cosa es el modelo económico y otra el Estado, sus poderes y sus actores. No debemos confundir la eventual incompetencia en la administración pública del Congreso o el Poder Judicial con una falencia intrínseca al modelo económico. De lo que se trata es de mejorar nuestras instituciones y no tirar por la borda un régimen económico que, a pesar de haber adolecido en muchos casos de corrupción, impericia en la administración pública, y una proliferación inaudita de controles y trámites, ha transformado al país, cortado la pobreza a la tercera parte y disminuido la desigualdad. Ha surgido una clase media y, por primera vez en decenios, las provincias han sostenido un crecimiento igual o mayor que el de la capital.
La economía es una sola y sería insensato concebirla como una suma de sectores que se benefician en desmedro unos de otros. Quienes, por ejemplo, niegan el desarrollo de la minería moderna en el que es quizá uno de los territorios mineros más importantes del mundo, están cometiendo la insania de querer privar al país de una de sus principales palancas de desarrollo. Un desarrollo que debe permitir una industria y agricultura pujantes, mejores servicios e infraestructura, y una provisión de servicios públicos de calidad en sus ámbitos de influencia y en todo el país.
Enfrentemos con información veraz a quienes quieren alzarse como los nuevos artífices de nuestro futuro prometiéndonos, tras casi un siglo, nuevamente la misma y fracasada “utopía” socialista que ya antes sumió a nuestro país en la miseria.
3. CONTENIDOS
Entre el 2013 y 2020, Abusada revisó, desde perspectivas complementarias, cuatro grandes temas:
1. Sin crecimiento no hay futuro
2. El factor confianza
3. La tentación del estatismo
4. Impacto de las instituciones
4. Enlace al libro
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