A los peruanos no nos basta con el mito de los Hermanos Ayar, ni con el hundimiento de la barra de oro de Manco Capac, 700 años después seguimos construyendo mitos y leyendas.
Hace pocos días editorializamos sobre el mito de la ‘Hija de la Laguna’ (7/8/15): Ministerio de Cultura apoya falta de cultura – El negocio de la fabricación de mitos, un video sobre la supuesta oposición de la población local al proyecto de Conga, cuando la verdad es todo lo contrario.
En cuanto a la economía, con la disminución del crecimiento de China y la reducción de los precios de los commodities, se está fabricando un nuevo mito: que nuestro crecimiento económico del 2004 al 2013 se debió al boom de precios. Pues en Lampadia afirmamos que eso no es cierto. Nosotros postulamos que el crecimiento extraordinario del Perú se debió más bien al clima de negocios que se desarrollo después de la promulgación de la Constitución de 1993.
Veamos: En los años 90 se produjo la verdadera “Gran Transformación” del Perú. Todo empezó con la Constitución del 93, la cual permitió el regreso de la inversión privada, que junto con la inversión pública, llegó hasta el 28.5 % del PBI (2013). Esto produjo el crecimiento de la economía, la creación de empleo y la recuperación de los ingresos del Estado (21.6% del PBI). Veamos el siguiente cuadro:
Ver en Lampadia: La Constitución del 79 consolidó el empobrecimiento general de los peruanos – Quieren bajarle la llanta a la prosperidad.
La Constitución del 93 fue el “primer punto de quiebre” en la vida reciente del país y el origen del ciclo de crecimiento que duró hasta el “segundo punto de quiebre” de nuestra economía, el 2011, como veremos más adelante.
Efectivamente, el ciclo de crecimiento se inició el mismo año 93, con la nueva Constitución, el regreso del país al mundo global y la captura del genocida Guzmán y de buena parte de sus secuaces (setiembre de 1992).
Entre 1993 y 1997, el Perú creció en promedio 7.5% por año y se empezó a disminuir la pobreza de manera importante.
Lamentablemente, el proceso descrito líneas arriba se interrumpió exactamente el 10 de octubre de 1998 a las 3pm, en el local del Banco Central de Reserva (BCR). En ese momento y en ese lugar el Ministro de Economía (Baca Campodónico) originó la ‘ruptura de la cadena de pagos’ al decretar que desde el día siguiente, el BCR decidiría, cada día, si le daba o no crédito a los bancos. En ese preciso instante y contra la opinión de los Presidentes de todos los bancos, se cortó el crédito a la economía, por el susto y la incapacidad de nuestras autoridades para enfrentar la crisis asiática, que tuvo una cortísima duración.
Para entender lo ocurrido se tiene que comprender que entender que entonces, el 90% de los depósitos del sistema financiero era a un plazo de 90 días y por lo tanto, los créditos se renovaban con la misma frecuencia. Ante esta absurda e innecesaria medida, los bancos tuvieron que suspender la renovación de sus créditos, pues no podían correr el riesgo de perder liquidez. La ruptura de la cadena de pagos se extendió paulatinamente por toda la economía como un hongo atómico al revés. ¿Qué implicó esto? Por ejemplo, el zapatero de Comas que le vendía a las zapaterías de la calle Shell en Miraflores, no pudo cobrar, pues el crédito que el daba no pudo ser honrado por la zapatería, a su vez el zapatero de Comas no pudo pagarle al vendedor de cueros de Caquetá, y así sucesivamente (como si fuera un dominó) se fueron cortando los pagos y, consiguientemente, se fue paralizando toda la economía.
Se suspendió la inversión y el crecimiento y sufrimos una recesión de aproximadamente cuatros años. La crisis asiática pasó rápido, pero el Perú se desmoronó y con él nuestros indicadores económicos y sociales. Es por ello que los números de la década de los 90, vistos de punta a punta, no reflejaron la transformación que vivió el país. Perdimos, así la oportunidad de entender cómo se producen las relaciones causa-efecto, y realmente darnos cuenta como las políticas implementadas desde los años 60 hasta 1990 nos habían empobrecido, mientras que las aplicadas a partir de esa fecha (especialmente con la Constitución del 93) nos habían devuelto a la senda de la prosperidad.
La recesión duró hasta entrado el gobierno de Alejandro Toledo. Luego, la coyuntura internacional mejoró: los precios de nuestras exportaciones subieron, diversificándose su oferta (agro exportaciones, confecciones, productos químicos y maquinaria minera, entre otros), contrariando otro mito, la falta de diversificación de la economía. Además, bajaron las tasas de interés y aumentó la liquidez internacional.
Al mantenerse la vigencia de la buena Constitución del 93 y dado nuestro regreso a los circuitos financieros internacionales, pudimos aprovechar el viento a favor. A esto se sumó nuestra integración comercial al mundo global con la firma de acuerdos de libre comercio. De esta forma, a diferencia de muchos de nuestros vecinos, crecimos alto y sostenidamente por las buenas decisiones que tomamos.
Tal comportamiento ha sido reconocido ampliamente. Por ejemplo, en marzo del año 2014, Nouriel Roubini declaró: “La suerte ha sido solo una parte pequeña de su éxito, lo principal han sido las buenas políticas públicas”.
Posteriormente, Paul Krugman, durante su visita al Perú, nos dio su punto de vista. Ante una pregunta de Augusto Townsend: “Hace algunos días Nouriel Roubini nos dijo que el crecimiento del Perú se debía más a méritos propios que a la buena suerte. ¿Qué opina? Krugman respondió: “Ciertamente han tenido suerte (…). La buena performance del Perú no se puede explicar solo diciendo que se trata de una economía razonablemente orientada a la exportación, sino que se ha visto una clara restauración de un ambiente interno positivo para los negocios”. Ver mayores detalles en Lampadia: Paul Krugman rompe mitos. Krugman agregó: “El Perú ha atravesado por varios ciclos de política irresponsables.Pero ahora último ha experimentado un lapso relativamente largo de políticas razonables”.
Enfatizó además que: “las trabas a la inversión sin duda son un problema, pero también lo es la deficiente educación. (…) Por ejemplo, el Perú brinda menos años de educación que sus vecinos”.
Así mismo indicó a Gestión: “Se preocupan demasiado por la dependencia en la exportación de los commodities, pero no es necesario migrar hacia una estructura exportadora manufacturera en el corto plazo. La historia económica demuestra que esto no es tan crítico como la gente piensa. Más que la composición de los envíos al exterior, lo que realmente importa es que la economía sea productiva. Tener exportaciones con valor agregado no es necesariamente crucial. (…) La fijación de los peruanos con la industrialización es una prioridad mal puesta (…). Ser una nación industrializada no es necesariamente el camino que deben seguir. Perú puede ser una nación productiva con un sector de servicios altamente productivo, sin tener que tener una gran base industrial”.
En otro artículo de Lampadia: Una Roca contra Krugman, recogimos del Premio Nobel que: “estábamos haciendo bien las cosas”. Al igual que lo hizo Roubini días antes, indicó: “que si bien habíamos tenido suerte con la economía global de los últimos años, la misma suerte la tuvo toda la región, así como varios de nuestros agonizantes vecinos, que no supieron establecer y mantener políticas públicas sensatas y realistas”.
Más claro el agua: Entre 1993 y 1997 crecimos un promedio de 7.5%, sin boom de precios de los commodities. A principios del nuevo siglo retomamos el crecimiento alto gracias a que habíamos fomentado el regreso de la inversión privada. Evidentemente, sin inversión no habríamos tenido el crecimiento.
Ahora bien, ¿por qué dejamos de crecer? Porque paramos la inversion privada, especialmente en minería, como se puede apreciar en el siguiente gráfico:
Pero no solo paramos la inversión, también descuidamos la acción social con impacto en uno de sus indicadores más sensibles, la desnutrición infantil. Ver el siguiente gráfico:
Finalmente, para demostrar que la parálisis de la economía no se hubiera dado de no haber parado la inversión minera, podemos apreciar el siguiente gráfico del IPE:
Cómo puede verse en el gráfico, debimos seguir creciendo más allá de la caída de los precios de nuestras exportaciones y reduciendo la pobreza y la desigualdad como lo hicimos hasta la parálisis creada por el desconcierto y falta de luces de nuestro gobierno. ¡No nos dejemos engañar! Lampadia