Alejandro Deustua
25 de marzo de 2025
Para Lampadia
Sin mayor eco noticioso, el canciller de Surinam, Albert Ramdin, acaba de ser electo Secretario General de la OEA para el período 2025-2030 en reemplazo de Luis Almagro (2015-2025). El Sr. Ramdin ganó gracias al apoyo del Caricom (18 países) y al retiro de la candidatura del canciller paraguayo Rubén Ramírez que perdió los votos suramericanos. Al margen del resultado pro-caribeño, la renovación de ese cargo es una buena señal sobre el cumplimiento de reglas multilaterales en tiempos de crisis y de preferencias bilaterales de la primera potencia.
Si bien la OEA (34 Miembros Permanentes) ha perdido la capacidad ordenadora de la Guerra Fría es el único foro de indispensable cooperación multilateral interamericana. De otro lado, su trascendencia extrarregional, se origina en los fundamentos del sistema interamericano que dieron base al reconocimiento de los organismos regionales por la Carta de la ONU. Ello se refleja hoy en la presencia de 75 Observadores Permanentes que permiten una colaboración institucional con el mundo. Pero ello también ha decaído.
Luego de su momento cumbre en 1962 (la contribución a la solución de la crisis de los misiles de ese año) y la emergencia de las expectativas de desarrollo generadas por la administración de la Alianza para el Progreso, las fricciones que siguieron a las reivindicaciones Norte-Sur de los 70 y del rol de la OEA en la guerras centroamericanas y de las Malvinas -que ilegitimó al TIAR-, la entidad no logró reavivarse a pesar de la reforma de su Carta.
Ello cambió con la adopción de la Carta Democrática en 2001 a tono con el consenso liberal emergente al fin de la Guerra Fría. Pero la dinámica perdió consistencia debido a la denegación latinoamericana de una zona de libre comercio hemisférica en 2005 y la reemergencia de autoritarismos y dictaduras (con el bloque chavista a la cabeza).
Por lo demás, la posterior involución de la importancia de los acuerdos subregionales de integración en el área fue acompañada por intentos de organización regional hiperideologizados (la CELAC y la influencia del Socialismo del Siglo XXI). El juego de poder subsiguiente derivó entonces en fragmentación.
Sin embargo, la OEA sigue siendo un foro importante para la solución de controversias, el respaldo de procesos electorales, la promoción de gobernabilidad y la cooperación técnica en América. Recientemente, su relevancia ha estado marcada por las posiciones del Secretario General Almagro en casos de ausencia de consenso suficiente (p.e. en la condena del régimen de Maduro) o de posicionamiento en crisis de seguridad sistémica (el requerimiento de 2022 a Rusia para el retiro de su fuerzas armadas de Ucrania y el llamado a la solución pacífica del conflicto).
Hoy, además de su rol en el intento de solución de la controversia territorial entre Guyana y Venezuela o del colapso estatal en Haití, la OEA debe contribuir a disipar la amenaza de anexión que Estados Unidos ha planteado sobre Canadá y el Canal de Panamá. Y, por sus consecuencias hemisféricas, debe atender la escalada proteccionista norteamericana.
En los dos primeros casos no se trata sólo de un conflicto entre una superpotencia, una potencia mayor y un pequeño Estado, sino de la vulneración de principios fundamentales de la Carta: el “respeto a la personalidad, soberanía e independencia” de sus miembros, la no intervención y la condena de la agresión de un Estado americano a otro, entre otros.
Es más, la reiteración de la conducta hostil de los Estados Unidos contra Canadá y Panamá constituye una amenaza que se orienta a quebrantar la paz internacional y que puede ser vista por el Consejo de Seguridad (art. 39 de la Carta de la ONU).
Pero si se considerase que aún no existe agresión en tanto ésta ha sido definida por entidades de la ONU como actos que implican el uso de la fuerza, el artículo 19 de la Carta de la OEA determina que “ la agresión incluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria a la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen”. La OEA está obligada a actuar.
Y si los “aranceles recíprocos” que activará el Sr. Trump contra todos sus interlocutores comerciales (y no sólo Canadá y México) deben merecer una inmediata consideración por la OMC como foro especializado, la OEA está también en el deber de pronunciarse en tanto aquéllos pueden constituir acción coercitiva prohibida por el art. 20 de la Carta.
En efecto, esos aranceles no son sólo proteccionistas sino que pretenden redefinir unilateralmente la conducta de los socios norteamericanos y establecer las bases de un nuevo orden comercial ausente de “la cooperación económica …esencial para el bienestar y prosperidad comunes de los pueblos del Continente” (art. 3 de la Carta de la OEA). Lampadia