Como ya hemos comentado en anteriores oportunidades (ver Lampadia: La globalización sigue perdiendo fuerza, ¿Cadenas de suministro globales dañadas?) la desglobalización, un proceso que ya venía escalando desde la crisis financiera del 2008 y la guerra comercial EEUU-China, se ha exacerbado con la pandemia, llevándola probablemente a un punto de no retorno por lo menos en las próximas décadas.
Ello guarda fuertes implicancia para nuestro país, al ser el Perú altamente dependiente del comercio internacional para su desarrollo, por lo que siempre hemos recomendado qué políticas podrían acometerse para paliar esta suerte de implosión global – como la hemos denominado, haciendo referencia a cómo los países han empezado a mirarse a sí mismos, escudriñando motores de crecimiento internos y viendo con cierta animosidad el exterior.
Nuestra visión, por el contrario, nunca ha sido esta y más bien ha ido en la línea de la profundización de nuestra apertura comercial al mundo, pues consideramos que no solo no puede despreciarse el enorme mercado de consumo exterior – que además siempre está presto a explorarse conforme cambian las condiciones económicas internacionales – sino porque también ha sido uno de los principales impulsores de nuestra caída sostenida de la pobreza en las últimas 2 décadas (ver Lampadia: Las Cifras de la Prosperidad).
Consciente de que los mercados abiertos son críticos para la reducción de pobreza en países en desarrollo como el nuestro, la economista Pinelopi Koujianou de la Universidad de Yale ha publicado recientemente un artículo en la revista Project Syndicate, en donde propone medidas económicas exploratorias para no depender tanto del mundo desarrollado. Empero, consideramos que el enfoque es en parte inadecuado por los siguientes puntos:
- En primer lugar, se propone desarrollar sinergias comerciales con países similares al Perú en nuestra región. Creemos que si bien hay espacio para esto, pues aún hay un gran porcentaje de importaciones que aún no están sujetas a algún acuerdo comercial entre países de ALC (ver Lampadia: La globalización va a paso lento), no se puede prescindir del mundo desarrollado, pues nuestro potencial sigue estando allí – EEUU y Europa abarcan el 36% de nuestras exportaciones totales (Fuente: MINCETUR 2019). Y por supuesto tampoco dejar de negociar con China, nuestro principal socio comercial – concentra el 28% del total exportado – peor aún si sabemos que es el país, cuya demanda está sosteniendo los precios de los commodities en los últimos meses de la pandemia, impulsando así nuestras exportaciones mineras.
- En segundo lugar, también propone una mayor redistribución de recursos desde los sectores de altos ingresos hacia la clase media, de manera que se haga más equitativo el crecimiento. En este respecto, no estamos de acuerdo ya que esta política ha terminado más en palabras que hechos en nuestra región. Ello porque presupone ex-ante que la imposición de impuestos a la riqueza no afectará la producción, además que el estado distribuirá eficientemente los recursos entre sus beneficiarios. Además, en el Perú los impuestos están concentrados en pocos contribuyentes formales, que incluso puede considerarse que sobrellevan una carga tributaria excesiva. Como hemos mostrado en Lampadia: ¿Más impuestos a los ricos?, los países de nuestra región carecen de la institucionalidad necesaria para realizar estas redistribuciones de manera inteligente, pues el impacto de políticas relacionadas apenas y han movido los índices Gini que miden la desigualdad (ver gráfico líneas abajo). Y hacer una comparación entre Noruega y México tampoco ayuda al argumento pues el primero empezó a redistribuir cuando ya había alcanzado altos niveles de desarrollo y grado institucional, cosa que nunca sucedió con México.
- En el caso del Perú, los mercados para nuestras exportaciones de minerales y frutas y hortalizas, están en buenas condiciones para continuar promoviéndolas. Por el lado del sector externo, lo que tenemos que recuperar es el turismo, que todavía está paralizado.
Fuente: Macroconsult
En tal sentido, debemos insistir que los golpes de la desglobalización deben ser contrarrestados con mayor liberalización de nuestros mercados, que consentirá la atracción de flujos de capitales extranjero, generando finalmente mayor crecimiento y reducción de la pobreza. Lampadia
Cómo la reducción de la pobreza puede sobrevivir a la desglobalización
Pinelopi Koujianou Goldberg
Project Syndicate
17 de septiembre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia
Al reducir drásticamente el comercio internacional, la pandemia del COVID-19 ha acelerado una tendencia que ya estaba en marcha. Ahora es más importante que nunca para los países en desarrollo buscar alternativas al crecimiento impulsado por las exportaciones.
NEW HAVEN – La pandemia de COVID-19 parece haber reducido la globalización de formas que la actual administración estadounidense difícilmente podría haber soñado ni siquiera hace un año. Pero, visto en un contexto más amplio, la retirada de este año de la globalización es simplemente el capítulo más reciente de un proceso en curso que ha dejado al mundo en desarrollo cada vez más pesimista acerca de perseguir el crecimiento impulsado por las exportaciones como una vía para salir de la pobreza.
Antes de la llegada de COVID-19, las últimas estimaciones del Banco Mundial mostraban que la proporción de la población mundial que vivía en la pobreza extrema (menos de 1.90 dólares al día en dólares de 2011) había disminuido del 36% en 1990 al 10% en 2015. Pero desde entonces la pandemia ha amenazado con revertir parte de este progreso; e incluso sin la crisis actual, la pobreza habría seguido siendo un desafío importante en muchas partes del mundo, especialmente en el África subsahariana.
Las economías avanzadas, en particular EEUU y el Reino Unido, se han vuelto cada vez más hacia adentro, restringiendo el comercio, socavando el multilateralismo y cerrando sus fronteras a los inmigrantes. Y es extremadamente improbable que estas tendencias se reviertan pronto.
No obstante, incluso si el comercio mundial ya no es el motor principal del crecimiento, los países en desarrollo tienen a su disposición otros medios para reducir la pobreza. Una opción es promover la integración regional, profundizando los lazos transfronterizos con países vecinos en una etapa similar de desarrollo. Aunque las asociaciones regionales no pueden proporcionar el mismo poder adquisitivo que los mercados de altos ingresos en el pasado, aún pueden formar un mercado lo suficientemente grande como para lograr economías de escala. Como fue el caso de la primera Comunidad Económica Europea (la precursora de la Unión Europea), las similitudes económicas de los países en desarrollo pueden transformarse de un impedimento a una ventaja.
Pero la integración regional requerirá un cambio de mentalidad. Los países en desarrollo deben mostrar una mayor disposición a colaborar con vecinos a los que tradicionalmente han visto como competidores. Tendrán que invertir en infraestructura para vincular los mercados tanto dentro como entre países. Y necesitarán desarrollar nuevas instituciones y acuerdos comerciales para mantener un sistema estable.
Otra opción para los países en desarrollo es centrarse más en sus propios mercados internos para compensar la pérdida de la demanda internacional. Este enfoque llega más fácilmente a países con grandes poblaciones. India, por ejemplo, ciertamente podría impulsar un crecimiento más fuerte dentro de sus propias fronteras, siempre que adopte las políticas adecuadas. Tal modelo aún dependería en gran medida del comercio, pero sería comercio entre regiones dentro de la India y no con el resto del mundo.
Sin duda, en un país donde la mayoría de la gente vive a nivel de subsistencia, una gran población no genera automáticamente una demanda suficiente para que el crecimiento despegue. Pero para los países que tienen una clase media considerable con suficiente poder adquisitivo para comprar bienes industriales o servicios comerciables producidos en el país, existe una amplia oportunidad para estimular el crecimiento y la reducción sostenible de la pobreza.
Sin embargo, los países menos poblados tienden a no tener mercados internos lo suficientemente grandes para respaldar el crecimiento en ausencia de comercio exterior. Especialmente en su caso, es más importante que nunca que los responsables de la formulación de políticas enfaticen las medidas para garantizar la igualdad. Muchos países en desarrollo, particularmente en África subsahariana, exhiben desigualdades asombrosas. Por lo general, una pequeña cohorte de ultra-ricos controla los recursos naturales del país mientras millones viven en la pobreza. En ausencia de comercio, la única forma de crear y apoyar una clase media en esos países es mediante la redistribución de los recursos de los ricos.
Una distribución más equitativa de los recursos no solo contribuiría a la armonía social. También crearía las condiciones para el crecimiento, porque garantiza que cualquier recurso adicional generado por un choque de riqueza positivo (por ejemplo, el aumento de los precios de las materias primas) se filtraría, generando el poder adquisitivo necesario para apoyar la producción nacional.
Si esta idea parece descabellada, considere la experiencia de Noruega. Cuando el país descubrió el petróleo en 1969, su ingreso per cápita era de US$ 31,861 (en dólares de 2010). Para 2018, esa cifra casi se había triplicado, a US$ 92,120. Fundamentalmente, a partir de 1979 (el primer año del que se dispone de datos), el Estudio de ingresos de Luxemburgo muestra que Noruega tenía un coeficiente de Gini relativamente bajo de 0.224, lo que indica una desigualdad relativamente baja.
Consideremos ahora a México, que hizo importantes descubrimientos de petróleo en la década de 1970, pero tenía un coeficiente de Gini de 0.430 en 1984, lo que indica una desigualdad mucho mayor. Entre 1960 y 2018, su ingreso per cápita aumentó de US$ 3,908 a US$ 10,404.
Por supuesto, existen muchas diferencias entre Noruega y México más allá de las medidas de desigualdad de ingresos. Pero el hecho es que, al equilibrar cuidadosamente la igualdad y el crecimiento, muchos países en desarrollo tendrán una buena oportunidad de reducir la pobreza y lograr objetivos económicos más amplios incluso en el entorno mundial actual. Lampadia
Pinelopi Koujianou Goldberg, ex economista jefe del World Bank Group y editor en jefe de American Economic Review, es profesor de economía en la Universidad de Yale.