Por: Luis Miguel Castilla R.
(El Comercio, 03 de Agosto del 2014)
Las celebraciones de Fiestas Patrias culminaron y, en medio de los análisis, comentarios o críticas, lo concreto es que el mensaje del gobierno al ciudadano, al ama de casa, al estudiante, al emprendedor, es único: todos trabajamos por un mismo objetivo, crecer con bienestar, y por ello los esfuerzos del gobierno por construir un mejor futuro, con sólidas bases económicas y reformas para ser un país competitivo. El mensaje, como lo señaló el presidente Ollanta Humala, es de optimismo y esperanza.
Quisiera esbozar cinco razones por las cuales estoy convencido de que tendremos un futuro mejor, con una economía que seguirá destacando los siguientes años y que mejorará la calidad de vida de los peruanos y peruanas.
Primero, una política económica sensata y prudente. A lo largo de los tres años de la gestión del presidente Humala queda patente la decisión de mantener las políticas de Estado que, en los últimos quince años, han conducido a reducir la pobreza y al surgimiento de una pujante y emprendedora clase media.
La adopción de una política económica sensata y prudente, una clara apuesta por insertarnos en la economía internacional, y el lugar que la iniciativa privada ocupa como motor del crecimiento tienen el consenso mayoritario de la sociedad. [Lamentablemente, el Presidente de la República en su reciente Mensaje a la Nación, no relievó la importancia del sector privado, solo destacó su incorporación en APP (Asociaciones Público Privadas) en sectores impensados hasta hace poco tiempo. Un muy buen avance, pero mediatizado por dicha omisión.] Por ello, la estabilidad macroeconómica del país, destacada por las agencias calificadoras de riesgo y las principales entidades multilaterales, es nuestra principal carta de presentación a nivel internacional. Además, la apertura comercial no solo dinamiza el comercio y las inversiones, sino que nos obliga a poner la valla más alta para mejorar la calidad de la oferta exportable y para ser más competitivos. En esa línea, el presidente de la República ha marcado el derrotero en los próximos años a fin de lograr un mejor aprovechamiento de los acuerdos comerciales. Así, optamos por la integración abierta y pragmática de la Alianza del Pacifico, alejándonos del proteccionismo que prevalece en nuestro vecindario.
Segundo, solvencia fiscal. Tenemos la fortuna de que los fundamentos de empresas, entidades financieras, familias y gobierno sean sólidos, lo que nos permite ser una economía resistente a los vaivenes de la globalización. Esto se manifiesta en el profesionalismo de las empresas, la solvencia y liquidez del sistema financiero, la mejor situación de los balances de las familias y los consumidores, la robustez de las finanzas públicas, la credibilidad de nuestros reguladores y la reputación de nuestro Banco Central.
A nivel del país, la política fiscal mantiene nuestra solvencia con bajos niveles de deuda pública, acceso competitivo a mercados internacionales de capitales, amplios colchones de ahorro público y la mayor predictibilidad de los ingresos que financian el gasto con visión de resultados y multianualidad. De hecho, tenemos la oportunidad de adoptar políticas fiscales expansivas que mitiguen la desaceleración económica temporal (producto de razones externas e internas) y, así, recuperar el sendero del crecimiento y el progreso, dando mayor liquidez a los consumidores y asegurando un puesto de trabajo.
Tenemos la plena confianza de que nuestra actividad económica se acelerará en los próximos meses. La coyuntura ha puesto a prueba la efectividad de la política económica y respondimos con las medidas necesarias. No obstante, esta es una tarea conjunta de gobierno, empresas y trabajadores.
Tercero, la modernización del Estado. El gobierno tiene un decidido compromiso por modernizar la administración pública y construir un Estado eficiente y efectivo al servicio del ciudadano, facilitando las inversiones en el país. La promoción de la inversión privada es de interés nacional, y el gobierno adoptó en los últimos dos años múltiples medidas para destrabar la densa maraña de barreras administrativas que históricamente el país arrastra. El objetivo es construir un servicio civil con línea de carrera basada en la meritocracia y la rendición de cuentas, así como la reducción de los costos de transacción que enfrentan las pequeñas, medianas y grandes empresas para operar adecuadamente. También, las reformas apuntan a modernizar las compras públicas, introduciendo el esquema de enfoque por resultados; y, la revisión exhaustiva del marco legal para reducir sobrerregulaciones y lograr mejorar la competitividad de nuestro país.
Cuarto, cierre de brechas para una mayor competitividad. Quizás el mayor énfasis del mensaje presidencial fue el claro reconocimiento de que el imperativo cierre de las brechas en infraestructura, capital humano y productividad demanda que el sector público trabaje de la mano del sector privado. Una señal inequívoca de la necesidad de construir esta alianza es el agresivo impulso del gobierno a las asociaciones público-privadas en proyectos de infraestructura, adjudicándose en estos tres años concesiones por más de 18 mil millones de dólares. Asimismo, se tomó la decisión de asociar estratégicamente al Estado con el sector privado para la construcción, operación y mantenimiento de escuelas y hospitales, sectores en los que hasta ahora era impensable tal asociación. Otro instrumento es la apertura de las empresas públicas de energía al capital privado, para modernizarlas y mejorar su gobierno corporativo.
A esto, se le suma la puesta en marcha del Plan Nacional de Diversificación Productiva y la Agenda Nacional de Competitividad 2014-2018. Lo que no implica dar la espalda al rico acervo de recursos naturales del país, [como ya indicamos la semana pasada, las declaraciones del ministro de la Producción fueron interpretadas por los medios en el sentido de que los “nuevos motores” podrían reemplazar al de la minería y que nos permitirían crecer rápidamente al 7 u 8% anual] por el contrario, significa apalancar mayor desarrollo a partir de nuestras ventajas comparativas, identificando fallas de mercado que justifiquen la participación del Estado, pero sin caer en los errores del pasado, con claro enfoque en la innovación, el emprendimiento y la inserción de nuestros productos en las cadenas globales de producción. La finalidad es mejorar la productividad del país y, en consecuencia, el bienestar de todos los ciudadanos. Esta tarea demanda un trabajo conjunto y estrecho entre el Estado, el empresariado, la academia y la sociedad civil.
Quinto, una mayor inclusión y movilidad social. Las políticas públicas desarrolladas por el gobierno del presidente Humala tienen como claro objetivo alcanzar el bienestar de la población. Lograr una mayor cohesión social significa cerrar las persistentes brechas entre las ciudades y el sector rural. [Algo que ya hemos estado logrando. A veces parece que este gobierno quería empezar todo de nuevo, “como cambiar motores en pleno vuelo”.] El Estado cumple un rol fundamental con la provisión de bienes y servicios públicos de calidad y la adopción de políticas sociales que apunten a la inserción de los segmentos menos favorecidos al mercado, todo lo cual se enmarca en las políticas que viene desarrollando el gobierno. A esto se suma la mayor generación de riqueza que deviene de la inversión y la generación de empleo de calidad. El hecho de que nuestra tasa de inversión sea cercana a 28% del PBI, [inversión privada que ya no crece y por lo tanto, será difícil mantenernos en ese magnífico nivel de inversión sobre producto] superando incluso a Corea del Sur o Singapur, refleja la confianza sobre las potencialidades del país, no solo de miles de emprendedores nacionales sino también de inversionistas internacionales del más alto nivel.
Un país diferente requiere el esfuerzo de todos y la confianza en sus autoridades para que dentro de unos años una madre esté segura de que sus hijos tendrán una educación de calidad, servicios de salud eficientes y oportunos; [eso queremos todos, pero para lograrlo hay que disminuir las contradicciones al seno del propio gobierno y apoyar, sin cortapisas, al sector privado, que tiene que ir mucho más allá de las APP mencionadas por el Presidente] para que los trabajadores sepan que viven en un país próspero, con empleo formal y remunerado adecuadamente; para que un joven pueda estudiar y encuentre en la educación las herramientas para formarse profesionalmente con las capacidades que hoy el mundo reclama. Ese es el país diferente que todos queremos y estoy seguro de que, aunque queda mucho por hacer, creer y confiar en nosotros mismos y en nuestras capacidades será la clave para nuestro éxito.