Nicolás Maduro, ilegítimo mandatario de Venezuela, acaba de anunciar la última gran promesa de la “revolución bolivariana”, “vanguardia y faro” del “socialismo del siglo XXI”: Se garantizará la provisión de papel higiénico para los venezolanos.
Hizo el anuncio por todo lo alto porque la escasez de papel ha rebasado la paciencia de los venezolanos, que hasta ahora han soportado a regañadientes la falta de otros productos como el aceite, pollo, huevos, harina, azúcar, desodorante, además del racionamiento del agua potable y los continuos apagones.
Maduro culpa de la escasez a la oposición, a los empresarios, al “micro-acaparamiento” (comprar dos o tres botellas de aceite), a los especuladores, etc., pero la verdadera causa está en la estatización de la economía, las expropiaciones, el control de precios y el control de cambios. Todo esto ha echado abajo la producción de bienes básicos, alimentos, medicamentos y hasta de gasolina.
Como vender a los precios que el gobierno impone trae pérdidas, los agricultores, industriales, granjeros que quedan, han dejado de producir o producen menos. Esta es la madre de la escasez venezolana. La caída es tan fuerte que el 2012 la importación de alimentos aumentó en 58%, con respecto al 2011, llegando a 8 mil millones de dólares, según el propio Instituto Nacional de Estadísticas.
La producción manufacturera alimenticia disminuyó en 45% el año pasado, según la Encuesta de Coyuntura del IV Trimestre – 2012 de la Confederación Venezolana de Industriales. Esta caída se debió a que el sector recibió 11% menos de divisas que en el 2011, y a la demora en la entrega de dólares en la Comisión de Administración de Divisas, que en promedio es 230 días.
Lo más dramático es la escasez de medicamentos. Numerosas personas que padecen de Sida o hipertensión arterial, por ejemplo, no pueden encontrar las medicinas que necesitan, y tampoco pueden traerlas del exterior por las trabas del control de cambios.
Increíblemente, Venezuela va camino a ser otra Cuba, a pesar de estar encima de un mar de oro negro, aun así es más pobre, cada día. Produce grandes cantidades de crudo, pero importa 66,300 barriles de gasolina cada día. Vende millones de barriles de petróleo por día, pero no tiene dinero para importar los alimentos que necesita.
La escasez es tan crítica que Maduro tuvo que pedirles a sus aliados del Mercosur que le enviaran con urgencia 700 mil toneladas de alimentos. También tuvo que aumentar en 20% los precios controlados de la carne de vacuno, leche, queso y pollo.
La crisis de Venezuela es estructural y el gobierno no puede ocultarla por más que maquille las cifras oficiales, como en Argentina (ver artículo La crisis venezolana en cifras de verdad).
Los peruanos conocemos bien esta triste historia porque la vivimos en carne propia en los años 80, cuando también teníamos que hacer largas colas para comprar un kilo de azúcar, o de arroz, porque la dictadura militar izquierdista decidió estatizar la economía y controlar los precios de todos los productos.
Venezuela está cosechando los frutos amargos de 14 años de abuso, autoritarismo y demagogia chavista. La lección que nos deja la tragedia venezolana es que el socialismo no solo liquida las libertades y la democracia, no solo se impone mediante la violencia, sino que, además, conduce siempre al mismo final: miseria, escasez y esclavitud. (Ver Chávez:La herencia bolivariana).