Sin clase dirigente
Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
En el artículo que glosamos líneas abajo, The Economist explica la presión que están ejerciendo los gobiernos occidentales para que las empresas se asienten en países más amigables que China (‘friendshoring’), y creen nuevas cadenas de suministro, así sean más onerosas.
El ‘friendshoring’ es una movida geopolítica, que si bien, como dice The Economist, por ahora no está teniendo mucho impacto, no deja de ser la base estructural de la nueva globalización ‘desglobalizada’.
Por lo tanto, ya se pueden ver una serie de países que se están organizando para promover esta nueva ola de industrialización.
Lamentablemente, el Perú continúa perdiendo oportunidades de desarrollo, atrapado en los efluvios ideológicos en los que nos zambullimos desde el 2011.
Es una tragedia y una traición a la aspiración de los peruanos más pobres, que nuestras clases dirigentes no reaccionen para evitar el empobrecimiento general y la pérdida de confianza en el futuro. Esta profunda deserción dirigencial abarca a todas las tiendas políticas; a la gran mayoría de medios de comunicación, tradicionales y alternativos; al mundo académico en su conjunto, entre los que destacan clamorosamente la PUCP y la Universidad del Pacífico; a las instituciones estudiosas del Perú; a IPAE con su Consejo Institucional; y por supuesto a los gremios empresariales, que ahora se acomodan con mendrugos de esperanza.
Estamos traicionando a los peruanos, pues, así como con el ‘friendshoring’, estamos perdiendo oportunidades claras de crecimiento y desarrollo, con las trabas a la inversión minera, con las modificaciones del régimen de las agroexportaciones, con la desprotección del turismo y con tantas otras enfermedades políticas como las abusivas clausuras de locales comerciales.
¡No aprovechar nuestras oportunidades de crecimiento y desarrollo es un crimen de lesa patria!!!
The Economist explica
¿Qué es el “friendshoring”?
Los políticos occidentales quieren trasladar las cadenas de suministro a países amigos

The Economist
30 de agosto de 2023
Glosado por Lampadia
En su reunión anual en Jackson Hole, la semana pasada, los banqueros centrales del mundo hablaron, entre otras cosas, sobre la amenaza de la desglobalización.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), señaló que los gobiernos de los países occidentales están adoptando cada vez más políticas industriales que promueven la “amistad” de industrias estratégicas. Esto, y términos relacionados como “nearshoring” (instalándote cerca), “derisking” (disminuyendo riesgos) y “decoupling” (desacoplándote), (principalmente de China), están de moda entre los responsables de las políticas económicas. ¿Qué es la amistad?
Ocurre cuando un gobierno presiona a las empresas para que reestructuren las cadenas de suministro, trasladando la producción desde los rivales geopolíticos a potencias amigas.
La prohibición impuesta este mes por la administración Biden a la inversión estadounidense en tecnología china es un ejemplo.
Friendshoring es similar a nearshoring, que traslada la producción más cerca de casa. Ambas políticas apuntan a fortalecer la seguridad comercial. Tienen un costo: cuando la política, y no las ganancias, determina dónde se fabrican los bienes, es probable que la producción sea menos eficiente. Pero sus defensores sostienen que vale la pena pagar el precio para reducir la dependencia de los países de potencias hostiles.
Ese argumento cobró fuerza después de que Rusia cortara su suministro de gas para intentar obligar a la UE a retirar su apoyo a Ucrania, que invadió en 2022. Se ha visto reforzado por las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China.
Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, implícitamente abogó por reducir la dependencia occidental de China en un discurso el año pasado cuando pidió suministros más seguros de materiales críticos, particularmente aquellos utilizados en semiconductores y baterías de vehículos eléctricos. Recientemente viajó a India y Vietnam para fortalecer los vínculos con empresas de esos países. A primera vista, el friendshoring parece estar progresando. Los lazos comerciales entre China y Estados Unidos se están debilitando: en 2018, dos tercios de las importaciones estadounidenses de un grupo de países asiáticos de “bajo costo” provinieron de China; el año pasado poco más de la mitad lo hizo. Este año México suplantó a China como principal socio comercial de Estados Unidos.
Pero la realidad es más compleja de lo que sugieren estas cifras.
Aunque Estados Unidos está importando menos de China, sus proveedores amigos siguen dependiendo de los insumos chinos. Las importaciones mexicanas de autopartes procedentes de China se han duplicado en los últimos cinco años. Y en algunas industrias estratégicas, en particular la energía verde, Estados Unidos sigue dependiendo de China: proporciona más de un tercio de las baterías de gran capacidad que importa, cinco puntos porcentuales más desde el discurso de Yellen. La UE enfrenta un desafío similar: el bloque depende en gran medida de China como proveedor de 14 de las 27 materias primas que considera de importancia crítica.
Hasta ahora, los intentos de ampliar las cadenas de suministro no han creado más que un grado de separación en la relación comercial de Estados Unidos con China, dejando en gran medida intactos los profundos lazos económicos. La administración Biden insiste en que quiere mantener limitada la separación. Durante un viaje a China del 28 al 30 de agosto, Gina Raimondo, secretaria de Comercio de Estados Unidos, dijo a Li Qiang, primer ministro de China, que Estados Unidos no desea desvincularse de China. Esto puede deberse a que investigaciones recientes han demostrado cuán altos pueden ser los costos de la amistad.
Un estudio realizado por el FMI en mayo encontró que la amistad dañaría el PBI real en Estados Unidos y Europa entre un 0.1% y un 1%, e infligiría un daño peor, de hasta un 4.7%, a los países atrapados entre Occidente y sus adversarios.
Otro estudio del BCE encontró que el gasto nacional bruto global caería un 5.3% en el peor de los casos. Es posible que Estados Unidos pueda comprar seguridad en la cadena de suministro, pero eso costaría un alto precio.
Lampadia