Está claro que para que un país sea más productivo es necesario personal altamente calificado. Más aún si se quiere progresar rápidamente en áreas como innovación ciencia y tecnología. Es por ello que muchas naciones brindan una serie de facilidades para atraer a las mentes más brillantes y a los científicos y técnicos más talentosos,así como a emprendedores con ideas innovadoras para mantenerse a la vanguardia del desarrollo tecnológico. La migración ha sido siempre muy positiva para el desarrollo de las naciones, pues la diversidad en general y el enriquecimiento cultural son fuentes de riqueza formidables.
Muchos desarrollos del Perú, son un buen ejemplo. En el plano gastronómico, ver en la magnífica entrevista de Mitsuharu Tsumura, creador de Maido, uno de los mejores 50 restaurantes del mundo (El Dominical de El Comercio, 31 de mayo 2015), su explicación de la culinaria Nikkei, de cómo esa fusión se produjo en el Perú y no se podía crear en México o Brasil. (Ver en Lampadia: La culinaria Nikkei busca crear toda una experiencia).
En el aspecto económico, la crisis europea, ha permitido que países emergentes aprovechen esta oportunidad para acoger talentos en múltiples áreas del conocimiento. Así lo ha hecho Chile desde hace muchos años y con mayor empuje desde la crisis comentada. Sus leyes para otorgar visas a empresarios, emprendedores y profesionales calificados no son solo sumamente accesibles y dan muchas facilidades, sino que son promotoras. Hasta hace un tiempo las políticas que se aplicaban en ciertos países eran ‘facilitadoras’, hoy son ‘promotoras’ de la migración.
La entrega de visas para migrantes en Chile crece un 30% anual desde el 2009 y los permisos laborales un 25% desde el 2002. Actualmente, residen en nuestro vecinounos 500,000 extranjeros legalmente registrados.
Todo lo contrario de lo que ocurre en Brasil. Como daba cuenta, recientemente, un informe de El País de España: “Hay una paradoja que no discute el Gobierno, ni los extranjeros que trabajan en el país, ni los consultores especializados: a pesar de necesitarlos, Brasil es un país extremamente cerrado para los inmigrantes. Con cerca de 200 millones de habitantes, los extranjeros representan solo el 0.3% de la población, un número históricamente insignificante. La media mundial está en el 3%. Hace años que Brasil pretende invertir su situación y atraer mano de obra cualificada, pero avanza mucho más lentamente que las necesidades de un mercado que necesitaría seis millones de profesionales extranjeros”.
La burocracia, leyes poco claras, tramites interminables, infinidad de instancias a las que recurrir y la corrupción dificultan que los extranjeros obtengan la residencia y las facilidades para trabajar o estudiar en Brasil.
El Perú sigue manteniendo una política pasiva. Hasta ahora, cuando ya estamos más cerca de que se acabe la mejor oportunidad de atraer buenos talentos, se empieza a vencer las resistencias políticas y burocráticas que asfixian todos los emprendimientos que se desarrollan en el país.
En el Perú, un extranjero puede demorar un mínimo de seis meses en obtener un permiso de residencia o renovarlos. A pesar de ello, por nuestros atractivos como país emergente y de múltiples oportunidades, donde casi todo está por hacerse, somos atrayentes para muchos profesionales extranjeros. Solo el 2012, unos 35,000 migrantes obtuvieron visas de trabajo según un reporte de Reuters. El 10% eran españoles.
“Es un fenómeno de los últimos cuatro o cinco años y se ha incrementado en el año 2013. Generalmente está llegando gente joven, en edad laboral, más hombres que mujeres. Generalmente son personas que ya tienen algún nivel profesional. Según algunos informes, Chile, Colombia y España representan el contingente más importante de inmigrantes. La explicación básica de este fenómeno es la fuerte crisis económica y financiera en Europa, [las inversiones de nuestros vecinos], pero también el crecimiento económico peruano que crea una serie de oportunidades, asociado a que hay un incremento de la inversión extranjera en el Perú”, señala el especialista en temas migratorios, Carlos Aramburú.
Un reporte de la PUCP señala que “según el INEI, solo en agosto de este año (2014),el número de extranjeros que ingresaron al país para trabajar aumentó en 27.4% con respecto al mismo mes del año pasado”.
Según a Aramburú, los profesionales que arriban al país están especializados en disciplinas que no existen en el Perú. “El Estado debería aprovechar la presencia de estos extranjeros y darles incentivos a condición de que nos apoyen en formar capital humano. Por ejemplo, se podría ofrecer un beneficio tributario o facilitar el permiso de trabajo a alguien que es especialista en energía de gas natural, en ecoturismo o en producción bio-orgánica [y bio-genética], porque son el tipo de especialistas que el Perú no tiene”, señala.
La implementación de estapolítica no debiera esperar. Si bien el gobierno ha hecho bien promulgando una Ley que beneficia la repatriación de científicos y profesionales altamente calificados, también debió incluirse en ella facilidades para atraer extranjeros.
Históricamente, el Perú ha sido uno de los países más alejados del mundo. Hasta bien entrado el siglo pasado, la geografía nos apartaba del resto. Cuando no existía el Canal de Panamá, ni los vuelos transatlánticos, llegar al Perú era muy difícil. Lo curioso es que cuando se dieron todos los avances de las infraestructuras, el país se cerró políticamente, con la escondida autarquía que implantamos desde los años 60, como con el ‘desarrollo hacia adentro’ y la ‘sustitución de importaciones’, ominosas creaciones de la CEPAL y Raúl Prebich y, nuestro manifiesto desprecio por los desarrollos de los tigres asiáticos, políticas que recogimos desde el primer gobierno de Belaunde.
Lamentablemente, el ‘puputismo’ cusqueño (el ombligo del mundo y las políticas que deben ‘cuidarlo’), fueron malinterpretadas, en el Cusco y el resto del país. Un verdadero ombligo del mundo tenía que haber sido interpretado como una fuente de difusión de sabiduría y, al mismo tiempo, como un centro de gravedad que la atrajera. O sea, ‘un centro abierto’, ‘una sociedad abierta’, como la Roma que absorbía al resto del mundo pero que también lo nutría con sus leyes y conocimientos.
Cuando la conciencia de nuestros fracasos nos hagan más humildes, podremos empezar a reaprender nuestro rol en el planeta y a aprovechar, sin remilgos, las oportunidades que nos brinda el mundo, entre ellas tener una actitud proactiva para atraer inversiones y talento del exterior. Lampadia