En septiembre del 2012, la justicia norteamericana determinó que Argentina estaba obligada a cumplir con las deudas que mantenía con un grupo de acreedores que no formaron parte de los dos canjes de deuda (de los años 2005 y 2010, respectivamente) que realizó el gobierno de Cristina Fernández para reestructurar sus obligaciones externas luego del default que experimentara en el 2001. Argentina apeló esta decisión. La semana pasada, la Corte Suprema de EEUU desestimó la impugnación que pretendía evitar el pago del íntegro de sus acreencias a los tenedores de bonos que compraron la deuda y hoy reclaman el pago total de estas acreencias. Argentina, por lo tanto, está obligada a pagar US$ 1,3 billones de dólares más intereses a más tardar el 30 de junio.
Sin embargo, uno de los mayores problemas es que los acreedores que aceptaron las reestructuraciones de los años previos podrían invocar la cláusula de “tratamiento igualitario”. De darse este escenario, Argentina tendría que pagar el 100% del valor nominal de todos los bonos (para combatir este escenario el gobierno pretende descalificar a los bonistas que no canjearon su deuda como “fondos buitres”). Con ello, la deuda argentina crecería a niveles estratosféricos. Según cifras oficiales, sin este efecto, la deuda se encuentra en 45% del PBI, lograda luego del canje y expropiación de los ahorros privados de los pensionistas (ver: Medias verdades y grandes mentiras). A pesa, de las declaraciones de la presidenta Cristina Fernández, quien manifestó que “la vocación es pagar, lo cual hemos demostrado pagando todas las obligaciones sin acceder al mercado de capitales» (al que, en verdad, no tienen acceso), el Ministerio de Economía de la Argentina acaba de anunciar que no podrán cumplir, ni siquiera, con el próximo vencimiento del canje de la deuda “refinanciada” a fin de mes en Nueva York, por lo que caerían en default.
Lo que Argentina está experimentando, incluyendo sus problemas de deuda, es consecuencia directa, o si se quiere, la resaca de su modelo estatista-autoritario, cuyas políticas intervencionistas han sumido a este país en alta inflación, escasez generalizada, falta de divisas y caída de la producción y exportaciones. El país atraviesa una recesión que se agudiza día a día. El último trimestre del 2013, la actividad económica se contrajo en 0.5% del PBI y, durante el primer trimestre del presente año, la caída fue de 0.8%.
Pero la falta de transparencia de las estadísticas nacionales hace que sea muy difícil conocer con exactitud la magnitud de sus problemas económicos. De acuerdo a cifras oficiales, el año pasado Argentina cerró con una inflación de 10,5%; sin embargo, mediciones extraoficiales de un proyecto de la prestigiosa MIT dan cuenta de que la inflación alcanzó el 23% (la cuarta economía con mayor inflación en el mundo). En lo que va del año, el crecimiento del nivel de precios ya alcanza el 40%. Asimismo, el control de cambios en Argentina que mantiene con los dientes una tasa oficial de 8 pesos por dólar (junio 2014), mientras en el mercado negro, la cotización supera los 12 pesos. Se espera que luego del 30 de junio, ante el eventual default, el tipo de cambio se dispare.
Como escribió el influyente periodista Andrés Oppenheimer en un reciente artículo recogido por Lampadia: “Durante los últimos 11 años, Fernández de Kirchner y su difunto esposo, el ex presidente Néstor Kirchner han dilapidado la mayor bonanza económica que ha vivido este país en la historia reciente. (…).Pero en lugar de invertir en educación, salud e infraestructura, el gobierno de Fernández de Kirchner derrochó esta bonanza externa en una fiesta populista de subsidios masivos y corrupción. Como muchos lo anticipamos, la economía se desplomó. (…). La inflación es del 33% anual, las reservas extranjeras han caído al valor de cuatro meses de importaciones, y la economía está virtualmente en recesión.”
Ha trascendido que en el actual contexto de la crisis de deuda, los fondos NML y Aurelius (llamados “fondos buitre” por la Fernández) estarían dispuestos a negociar formas de pago con el Gobierno de Fernández de Kirschner. La propuesta argentina sería abonar inicialmente el 20% de lo reclamado y patear el resto con bonos de largo plazo (la misma estrategia que pretende usar para saldar la estatización de Repsol). Sin embargo, ante la potencial moratoria, en la última semana ya se han registrado movidas de inversionistas que buscan activar los Credit Default Swap (CDS), los cuales son seguros que adquieren los inversores para cubrir sus eventuales pérdidas. Más allá del impacto que esto tenga en el riesgo país y en el valor de los títulos públicos, Argentina está en un serio problema porque la Corte Suprema de EEUU tampoco aceptó el pedido del gobierno para evitar que los acreedores accedan a información de los activos del Estado argentino, basándose en el argumento de “soberanìa”. De hecho, el fallo de la Corte señaló que la soberanía argentina no se infringe si a los acreedores se les permite ubicar sus activos con el objetivo de embargarlos. Por esto es que en marzo del año pasado, Cristina Fernández, en vuelo a Roma para saludar el nombramiento del Papa argentino, se vio obligada a dejar el avión presidencial en Marruecos y tomar un vuelo comercial hasta Roma, evitando así otro embargo como el del buque escuela de la marina meses antes.
Algunas lecciones de esta tragedia: hay que saber escoger a los amigos, (Argentina participó de la fiesta del ALBA). Al final todas las deudas se pagan, puedes engañar una vez a muchos, pero no muchas veces a todos. Afortunadamente, Argentina es un país muy rico y puede recuperarse relativamente rápido, pero para ello tiene que deshacerse de la improvisación y los experimentos económicos, y en especial de la mafia del gobierno peronista (empezando por su Presidenta). Pero sobre todo, hacer un esfuerzo por lograr un gobierno capaz, humilde y decente. Lampadia