Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
No hay la menor duda de que, la electrificación es un elemento fundamental para el desarrollo de los pueblos. El centralismo ha hecho que todos los esfuerzos se hayan concentrado en dotar a Lima de las mejores condiciones, infraestructura urbana, vial, hídrica, sanitaria y eléctrica, antes que a nadie.
Emblemático era, que la central hidroeléctrica del Mantaro, en su tiempo, abasteciera de energía a Lima, mientras los cables de alta tensión pasaban por los techos de las casas de Huancavelica, sin que ellos tuvieran energía.
Es claro que, el primer nivel de la electrificación es la iluminación, cosa que transforma la vida ciudadana, permitiendo prolongar las horas de actividades sociales, comerciales y educativas en los pueblos rurales. En el Perú, hemos hecho esfuerzos por ampliar nuestra cobertura eléctrica rural, con la que hemos llegado a electrificar poco menos del 87% de las poblaciones rurales, aunque nos encontramos rezagados con respecto a Chile (99%), Brasil (97%) y Colombia (94%).
Pero, siendo este esfuerzo muy loable, debemos decir, que sólo tenemos electrificación trifásica en menos del 30% de los pueblos de la sierra y en menos del 15% en los de la selva, siendo todo el resto una electrificación monofásica. La importancia de la conexión trifásica, reside en la posibilidad de usar energía, para trabajar en pequeños talleres, activar bombas de agua para riego tecnificado y otras actividades, más allá de la mera iluminación.
Tenemos además varios desafíos, entre ellos, la dispersión de los poblados y su difícil acceso. En varios de los distritos se han hecho esfuerzos municipales inconducentes, tales como:
- Líneas de distribución de diseño y construcción deficientes y subestándar;
- Por esta razón, empresas distribuidoras del Estado, se resisten a conectarlas a sus sistemas de distribución y a asumir la responsabilidad de su operación y mantenimiento;
- Construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas en los 90s, con muy malos resultados y gran corrupción municipal, por lo que muchas han quedado en abandono;
- Tenemos una alta dependencia de sistemas aislados de generación, con paneles solares y pequeños grupos electrógenos.
Como consecuencia, la electrificación rural de sierra y selva, sufre de mala calidad del servicio, reflejada en cortes frecuentes por falla en las líneas, voltaje inestable que afecta los electrodomésticos y equipos productivos ya que tienen material de mala calidad, postes en mal estado, aisladores inadecuados y peores sistemas de protección en la distribución.
Ciertas zonas rurales de Puno y Huancavelica tienen cortes de suministro de hasta 12 horas al día. Huaraz y Cusco sufren de altas fluctuaciones de voltaje, mientras Ayacucho y Apurímac tienen postes en mal estado.
La pena es que, empresas distribuidoras como Electro Sur Este, que sirve a Cusco, Apurímac y Madre de Dios, no resuelven las caídas de voltaje y cortes frecuentes.
Electro Centro que atiende a Junín, Ayacucho, Huancavelica y Pasco, no atiende a zonas alejadas, las que encarga a ADINELSA, quien tampoco se involucra en la solución de la conectividad.
En ausencia del servicio de estos a algunos pueblos, aunque parezca mentira, es la empresa privada la que enfrenta la solución, como el caso de Oyón.
El punto es, que los programas del Estado, han priorizado la cantidad de puntos de conexión, en vez de brindar una solución robusta y estable. Lo dicho, se convierte en un freno al desarrollo económico de esas localidades y genera una sensación de abandono.
No puedo dejar de mencionar el caso emblemático de Huancavelica, donde en los años 80s del siglo pasado, se empezó a resolver la electrificación a partir de la iniciativa privada.
Efectivamente, fue gracias al esfuerzo de siete compañías mineras, lideradas por el Ing. Alberto Benavides, quienes constituyeron el Consorcio Energético de Huancavelica (CONENHUA), quienes justificaron la subestación de Friaspata, para bajar la tensión de 220 kV (kilovoltios) a 60 kV, tender dos líneas de transmisión en 60 kV con dos transformadores de 60 kV a 22 kV en los pueblos de Ingenio y Caudalosa respectivamente, para desde esas tres subestaciones, atender debidamente a las provincias de Tayacaja, Angaraes y Churcampa, atendiendo desde esos puntos a más de diez distritos, con energía trifásica estable, lo que ha permitido una mayor actividad económica, con talleres y comercios que, sin esta iniciativa no se hubiera logrado.
Menciono el ejemplo de CONENHUA, porque es una iniciativa que, ahora que contamos con mecanismos de Obras por Impuestos (OxI) y Alianzas Público Privadas (APP), que en ese tiempo no existían, permitirían avanzar mucho más rápido.
De igual manera, debemos revisar los objetivos y esquemas de gestión de las empresas de distribución eléctrica del Estado; medir su eficiencia y alinear los incentivos a la gestión con el interés nacional. No es secreto para nadie que, en esas empresas, se pueda estar premiando la inacción y falta de toma de decisiones, con el argumento de las directivas de FONAFE y de la acción de la Contraloría General de la República.
Si seguimos así, tendremos que cantar, “y todo a media luz”. Lampadia