Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Cuando escuchamos “a los que saben”, haciendo alarde de los números que conocen e induciéndonos a pensar, que nuestro destino económico está inexorablemente marcado por el comportamiento de las grandes economías del mundo, no puedo menos que sonreír.
Los pronósticos del crecimiento económico global para los años 2025 y 2026, están en el orden de 2.7% a 2.6%, según el Banco Mundial. Números que no nos permiten reducir la pobreza, ni solucionan nuestros problemas. Esto pareciera como un karma, pues si los países de Norte América (USA, Canadá y México), que representan el 27% del PBI global, Asia-Pacífico (China, Japón, India, Sur Corea y Australia entre otros) con un peso del 38%, Europa con 22% del PBI global, crecen a esas tasas, algunos suponen que nos marcan el rumbo a los demás.
El argumento principal es que, su ritmo de crecimiento, determinará la tasa de crecimiento de la demanda de los bienes que producimos los países más pequeños y que, en consecuencia, nuestro destino ya estaría marcado. Pocos aprecian las enormes posibilidades que nuestros pequeños tamaños nos brindan.
Los países de economías pequeñas, tenemos la agilidad de una liebre, la adaptabilidad a las circunstancias que sólo un guerrillero de guerrillas puede tener.
En realidad, los países de economías pequeñas, somos como un soldado de operaciones especiales compitiendo contra grandes ejércitos.
Ellos necesitan muchos recursos, tienen dificultades para movilizarse, adaptarse a las circunstancias y son muy visibles.
Nosotros, en cambio, podemos adaptarnos al terreno y circunstancias, sin que nos vean.
Podemos atacar nichos de mercado, que nadie aprecia o insuficientes para los grandes, pero que para nosotros son enormes.
Lo hermoso de lo descrito es, que podemos crecer sin incomodar a nadie. Podemos aprovechar circunstancias y ventanas de mercado, que los grandes no podrían, bien por su tamaño o por cuestiones climáticas. Podemos multiplicar nuestra actividad económica, sin impactar ni incomodar a los grandotes. Lo único que necesitamos es; astucia, sagacidad y que el país actúe como un equipo afiatado. Sólo así, podremos tomar las ventajas que observamos.
Veamos si no, cómo impactaría en nuestra economía duplicar nuestra producción agroexportadora; esto es, pasar en esa exportación de US$12 a US$24 mil millones anuales.
Convertirnos en el primer productor de cobre del mundo, duplicando nuestra producción, esto es, pasar de 2.7 a 5.4 millones TM/año o, de US$24 a US$48 mil millones anuales.
Es algo que, siendo un avance enorme para nosotros, “no mueve la aguja” de la economía global. Mantener un crecimiento sostenido de nuestras exportaciones no tradicionales (XNT), al mantener el 3% de “Drawback” vigente, además de incorporar nuevas líneas de producción en las Zonas Económicas Especiales (ZEE), nos haría dar un salto fantástico. Todo este panorama, acompañado de un impulso de US$12 mil millones anuales de inversión en infraestructura, para ir cerrando brechas, es absolutamente factible.
Por otro lado, si además nos planteamos retomar la actividad turística receptiva, nos permitiría batir todos los récords. Recordemos, que somos el único país latinoamericano que no ha retomado los niveles de turismo receptivo prepandemia, pues no llegamos a los 4.4 millones de turistas de 2019. Esta cifra ya debería estar en 6 millones y tener como objetivo para 2035, un nivel de 10 millones. Para eso, debemos terminar los accesos al nuevo aeropuerto Jorge Chávez y mejorar muchos de provincias, con la seguridad debida. Restablecer niveles de seguridad ciudadana a nivel nacional y educar a nuestros ciudadanos en trato al turista, haciéndolos comprender, que su economía familiar depende del mayor flujo y satisfacción de turistas internacionales.
Las mejoras de la industria naval, para la construcción naval, así como para ofrecer los servicios de mantenimiento a los grandes barcos que vendrán de Asia y, los barcos alimentadores que vendrán de Chile, Ecuador y Colombia.
El impulso a las obras de infraestructura, vía APPs y Obras por impuestos (OxI) y, la reducción de plazos para el desarrollo de los proyectos mineros, será fundamental.
Lo bueno de todo esto es, que siendo el Perú una economía que sólo representa el 0.32% del PBI mundial, nuestros grandes saltos no impactarían negativamente a nadie y, bien puede ser una buena oportunidad de negocios para las empresas del mundo, que se sienten limitadas por el reducido crecimiento de sus países de origen.
En otro plano, el descrédito universal de los partidos políticos y corrientes de pensamiento de izquierda, harán que, en el Perú, como en varios países del mundo, vayamos abrazando las ideas promercado y gobiernos afines, lo que facilitaría estas propuestas.
“Small is beauty” y debemos aprovecharlo, pues, mientras el mundo crecería a 2.7%, Perú puede crecer a más de 4% el 2025, pero debemos plantearnos crecer a más de 7% en promedio de la década venidera, para reducir definitivamente la pobreza y crear oportunidades a nuestros jóvenes. Lampadia