Jaime Spak
Para Lampadia
Muchos amigos que leen la columna y sobre todo aquellos que viven en el extranjero, me comentan cada vez con mayor frecuencia, que la mayoría de mis artículos se refieren a una situación del país en la que se destaca solo las cosas malas y no las buenas.
Probablemente al vivir fuera del Perú, no tienen la posibilidad de sentir la frustración que sentimos los que acá vivimos, de apreciar a nuestro maravilloso país, que este atravesando por esta penosa situación política.
En realidad, es muy fácil comentar las malas noticias, pues en el Perú hay una cepa que se ha arraigado desde hace mucho tiempo y es el Virus de la Corrupción, que genera las malas noticias.
Es fácil comentar que somos un país con tres expresidentes en prisión y con otros tres que están en procesos judiciales que los pueden llevar al mismo destino.
Es muy fácil hablar de la calidad de nuestro congreso que se esmera en ser cada vez peor.
Los congresistas se han convertido, con honrosas excepciones, en unas sabandijas que solo desean llevar agua para su molino.
Los “come pollo “los mocha sueldos “los niños “los roba cables” “los lava pies”, y siguen infinidad de delitos, nos abruman.
Si sigo con la lista de las personas que delinquen antes de tener un puesto público y siguen haciéndolo a costa del estado, no me alcanzaría la columna.
Pienso que escribir de las cosas buenas debería de ser más fácil aún.
El Perú es un país maravilloso, hecho de gente de buena madera.
Si nos vamos a la parte privada, vemos un país con una clase emergente digna del mejor aplauso.
Una clase media que se fortaleció en los últimos 20 años con el crecimiento económico que logro bajar la pobreza en 40 puntos.
No hay fórmula mágica para bajar la pobreza, si no es con crecimiento económico y reglas claras.
Con ello se genera más inversión, mayor necesidad de empleo, mejores sueldos y mayor actividad económica.
Por ello es importante que resaltemos también lo bueno.
En la parte de gastronomía, la calidad de emprendimientos desde restaurantes “fichos “como el Astrid y Gastón, Rafael, Central, Fiesta, hasta huariques buenazos como Cumpa, Al Toke Pez, Mi Barrunto, La Onceava, son solo algunos ejemplos de la calidad de estos.
Una persona puede venir al Perú y a hacer un tour gastronómico de siete días, sin repetir restaurantes para el almuerzo y la comida.
En el Perú se come comida japonesa tan buena como Japón, mejor chifa que en China, comida italiana de calidad, y la extraordinaria comida peruana, que se puede degustar desde los lugares más finos y exóticos, en los mercados y hasta en una carretilla.
La sazón de los peruanos es única.
Nuestra agricultura ha tenido un crecimiento tan grande que hoy somos los primeros exportadores de arándanos, solo 10 años atrás no se cultivaba nada y ahora es un boom de exportaciones.
Ni hablar del esparrago, las paltas, mandarinas, y muchas frutas más.
Los lugares turísticos son únicos en el mundo, con una biodiversidad de climas, pueden venir a surfear al norte, a hacer el tracking del camino del Inca con un excelente servicio de hospedaje dirigido por jóvenes emprendedores.
Tenemos 3,000 km de costa, una sierra maravillosa, y la selva incomparable.
Los restos arqueológicos únicos en el mundo, Machu Picchu, Kuelap, Chanchan, museos como Sipán, Sicán, y tantos lugares que hacen que la visita del turista siempre les quede corta.
Las tan satanizadas inversiones mineras lo único que han traído es mejor calidad de vida y divisas para el Perú.
Tenemos cobre, plata, oro, gas natural.
Nos han bendecido con tantos recursos naturales que no deben de parar las inversiones en ese rubro, a pesar de los retrógrados que se oponen.
La amabilidad de los peruanos es reconocida en todo el mundo, gente sencilla, acogedora, cálida que siente orgullo por lo que tiene.
Por ello, lo único que falta para que las malas noticias sean transformadas en buenas noticias, es proponérnoslo.
Para ello, las personas que nos gobiernan deben entender de una vez por todas que la mentira tiene patas cortas, que la deshonestidad y la corrupción es el cáncer que debemos de erradicar.
Al Perú tenemos que cambiarlo todos los peruanos, no podemos cerrar los ojos y dejar que otros lo hagan.
Hay que tener el coraje de decir “cuenten conmigo “y quien asuma la responsabilidad lo haga con decisión y decencia.
Como decía Vallejo, “hay hermanos mucho por hacer”.
Y tenemos que aprender a perdonar a aquellos que siguieron el camino equivocado y que tienen la valentía de enmendarse por el bien propio y público.
Uno debe de perdonar, no por la falta que el otro haya cometido, sino por la capacidad que tienes para el perdón.
Los peruanos si podemos, porque repito “estamos hechos de buena madera”. Lampadia