Jaime de Althaus
Para Lampadia
Las movilizaciones y bloqueos venían descendiendo hasta que se produjeron las pérdidas fatales y lamentables de Juliaca. Han vuelto a aumentar, como podemos ver en el siguiente cuadro elaborado por el Centro Wiñaq:
Los ataques con explosivos y armas hechizas al aeropuerto y otros objetivos en Puno señalan la existencia de una cierta simbiosis entre grupos radicales y economías ilegales, pero también se ha comprobado la participación en las movilizaciones de comunidades campesinas, transportistas, el Sutep y hasta asociaciones de comerciantes y mercados, acaso con algún grado de coacción en algunos casos. Los radicales son expertos en agudizar sentimientos de agravio que existen en la población. Por supuesto, las muertes los potencian.
En Puno la pobreza se había reducido considerablemente hasta el 2019. Había bajado de 79.3% el 2004, a 34.7% ese año, a bastante menos de la mitad. Pero el 2021, luego de la pandemia, aumentó 8 puntos, pasando a 42.6%. Es posible que la pérdida de niveles de bienestar alcanzados forme parte del trasfondo social de las protestas.
Algunos indicadores mejoraron apreciablemente en los últimos lustros. La desnutrición crónica se redujo de 36.7% del 2007 a 12.5% en 2021. Es decir, a la tercera parte, sin duda un avance social extraordinario. El número de médicos por cada 10,000 habitantes pasó de 6.5 del 2010 a 14.5 en 2029, se más que dobló. El porcentaje de partos atendidos en un establecimiento de salud por personal calificado pasó de 43,4% el 2007 al 94.7% el 2021. También se mas que dobló, alcanzando casi la totalidad de los casos: un avance sorprendente de un Estado supuestamente indolente en sus servicios de salud. De otro lado, el porcentaje de hogares con acceso a electricidad agua y desagüe pasó de 23.2% el 2004 a 45% el 2021.[1]
Sin embargo, el porcentaje de la red vial pavimentada o afirmada y el número de horas al día de agua potable no solo son bajos, sino que han experimentado un avance pobre.
Como fuere, lo cierto es que Puno ha experimentado un proceso de desarrollo y de reducción de la pobreza en las últimas décadas, aunque golpeado por la pandemia al final, provocando malestar. Pero es probable que el progreso económico de comerciantes, transportistas, agricultores y mineros informales o ilegales se haya topado con un límite impuesto por las leyes y regulaciones nacionales, las leyes de Lima, y por un aparato fiscal y judicial encargado de aplicarlas. No son casualidad los ataques recurrentes a las oficinas de la Sunat.
El rechazo a una formalidad excluyente se agrega y confunde además con el rechazo étnico y sociológico a Lima, a la capital, alimentado por una prédica infundida desde Bolivia en años recientes y por una ideología de clases que ha sido predicada en las escuelas del Perú por maestros formados en canteras como las de Patria Roja en su momento. Es eso lo que explica que ese capitalismo popular tan notorio y bullente en Puno encuentre su expresión política en radicalismos de izquierda, que le son funcionales para desafiar el cumplimiento de obligaciones legales, reglamentarias y tributarias impuestas por los poderes centrales.
La fuerte descentralización de los servicios y del 70% la obra pública no ha servido para atenuar el rechazo al centralismo, pese a que una región como Puno recibe bastante más recursos fiscales que los que generan las empresas y personas radicadas allá. Es un receptor neto de ingresos.
La presencia de grandes inversiones mineras en las regiones andinas pobres es ideal para la narrativa clasista de grandes empresas extranjeras que se llevan la riqueza y no dejan nada. Ello se suma a un sentimiento o percepción en la sociedad andina de falta de reconocimiento y hasta de desprecio racista por parte de las altas esferas del “establishment”, hábilmente manipulada también por las dirigencias radicales, para encender los ánimos contra el sistema.
El problema es que lo que está en marcha es un proyecto que explota esas condiciones históricas y culturales para avanzar hacia la asamblea constituyente como medio para concentrar el poder y perpetuarse en él, implantando un socialismo que solo llevaría al Perú al pantano de la miseria y la dictadura. Lampadia
[1] Indicadores recogidos por el IPE en Incore.