Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 1 de marzo de 2019
Para Lampadia
En enero del 2015 La Huacachina era un charco agonizante y pestilente. El espejo de agua se había venido degradando poco a poco. Era cuestión de semanas para que el Oasis de América se secara completamente. La Huacachina estaba siguiendo el mismo triste derrotero de sus hermanas La Victoria, Orovilca y La Huega. Es decir… la muerte y el olvido.
¿Por qué el emblema máximo de Ica estuvo a punto de desaparecer? Pues bien – aunque parezca mentira – las autoridades de entonces no hicieron nada para salvarla. La Huacachina estuvo a punto de morir… por inacción de sus autoridades.
Felizmente – por esas cosas de la vida – el bien y la sensatez se hicieron presentes. Pancho Massa – un iqueño de aquellos – y sus colaboradores del Grupo Oasis, salvaron a La Huacachina. Al pan, pan… y al vino, vino. Ellos diseñaron el sistema de bombeo que logro el milagro de la resurrección. Un sistema muy sencillo… pero – a la vez – muy eficaz. La idea era llevar agua a la laguna… como sea. Y eso hicimos.
Con recursos del Gobierno Regional construimos una toma en Rincón Grande – un reservorio contiguo a La Huacachina – que llenamos con agua del río Ica. Antes tuvimos que descolmatar la vieja acequia La Mochica, la cual estaba tapada desde hacía tiempo. Simultáneamente tendimos una tubería por encima de las dunas. Y con una bomba portátil empezamos a bombear agua a la laguna. Así resucitó La Huacachina, para gloria de los iqueños… y para gozo del mundo entero.
¡Qué emoción tan grande! Jamás olvidaré aquel día. En vez de Pisco, brindamos con agua de río. ¡Qué microbios ni qué bacterias! La euforia y la alegría se encargaron de desinfectar el agua cruda. No obstante… la Fiscalía nos denunció – a mí y a Pancho – por echar agua “no apta para uso recreacional”. ¿Quién entiende al Ministerio Público? Felizmente – valgan verdades – la denuncia quedó en nada.
A partir de allí… todo fue de bien en mejor. Construimos el pozo definitivo. Arreglamos las luminarias del balneario. Con la ayuda de la Policía, ordenamos el tránsito de los areneros. Después de décadas, los niños volvieron a disfrutar del mágico mundo de las dunas. ¡Hasta las garzas y los peces regresaron a La Huacachina!
Luego dijimos. Sí la gestión pública fracasó – por corrupción, por indolencia, por ineptitud… o por lo que sea – ¿por qué no probar una tercerización? ¿Por qué no convocar – mediante concurso público – a empresas idóneas especializadas que se comprometieran a mantener la belleza y seguridad del balneario y sus alrededores? El financiamiento provendría del pago de los aventureros por el uso de los areneros. Esa era la idea.
Pues bien… hicimos el concurso. ¡Y todo salió muy bien! Se presentaron cuatro empresas y ganó – en buena lid – Desert Nights. Claramente, la mejor propuesta. Gracias a ella – aparte de segura, limpia, ordenada y bella – La Huacachina está nuevamente llena de vida. Música, baile, pintura, artesanía, teatro. Adultos, jóvenes, niños. Visitantes de todo el mundo. La Huacachina está tan preciosa como antaño. Claro que quedan cosas por mejorar. Pero en ese camino está.
OTROSI DIGO: la recaudación por el tour en los areneros se triplicó a partir de la tercerización. Más claro… ni el agua. Los cobradores y funcionarios de la Municipalidad Provincial y del Gobierno Regional se embolsicaban más de S/. 100 mil mensuales. ¡Así era la nuez!
El problema es que Gallegos – el Gobernador Regional – quiere volver al pasado. “El Gobierno Regional retomará el control de La Huacachina” – sentenció hace poco en tono achorado. Parece que el hombre quiere también su tajada.
¡Oh dios soborno… qué oscuras y retorcidas son las almas de tus seguidores! Lampadia