Jaime Spak
Para Lampadia
Pertenezco a la generación que nació en 1950.
Durante el inicio de nuestra infancia y adolescencia, vivimos en un país relativamente tranquilo, con una estabilidad económica que se empezó a complicar a partir de 1967.
Tengo recuerdos muy gratos de mi infancia, a pesar de pertenecer a una familia que sufrimos la perdida de nuestro padre muy joven.
Nuestra madre que quedo a temprana edad viuda con cuatro hijos se esforzó por mantener la familia a flote con algunos activos que dejo mi padre y la ayuda de la familia.
Vivíamos en Jesús María y eran épocas de jugar al fulbito en la calle.
Los partidos se paralizaban solo cuando venía un carro.
Íbamos en bicicleta al colegio sin correr peligro de algún accidente por algún automovilista distraído o transporte público.
En la misma cuadra que vivíamos, compartíamos con una familia propietaria de una hacienda en Chincha, con un vecino a cuya hermana enamoraba a un ingeniero que luego fue un político famoso, excelente ministro, el famoso chino de la esquina y el carnicero de la cuadra que tenía una enorme actitud por la educación de sus hijos.
Uno de ellos es un cirujano cardiólogo de gran reputación, que ha realizado hasta trasplantes de corazón en el Perú.
Me eduque en un colegio mixto donde hasta el día de hoy luego de casi 60 años de haber egresado del mismo, nos seguimos reuniendo con el mismo cariño de siempre, a pesar que de la promoción de 60 alumnos, dieciocho de nuestros compañeros ya no están con nosotros.
A partir de allí vino la etapa universitaria donde compartimos muchas experiencias en la UNI.
Mi ida a la UNI era coger un Cocharcas Jesús María hasta la avenida Alfonso Ugarte y de allí, tirar dedo para que alguien que tenía la suerte de ir en carro nos recogiera y nos llevara hasta el recinto universitario.
Pero la cosa cambio en octubre el 68, recuerdo estar parado en la avenida antes mencionada y había tanques rodeando la prefectura.
Se había perpetrado el golpe militar de Velasco en contra de Belaunde.
Creo que a partir de entonces el Perú cambió radicalmente.
Los militares intentaron hacer una revolución socialista que no duro más de 12 años.
No tomaron en cuenta que el peruano no es socialista, desea poseer su chacrita, sus ganados, su puesto ambulante, su pequeña industria, para ir progresando de a poco.
De esta revolución nos queda el amargo recuerdo de una nefasta reforma agraria, una comunidad industrial, una serie de nacionalizaciones que generaron pérdidas cuantiosas al Estado.
Allí es cuando comienzo a pensar en mi generación, que diría que es una generación decepcionada.
Vinieron años de democracia a partir de 1980, pero en medio de ello un terrorismo terrible con dos grupos sanguinarios que dejaron en el país más de 50,000 muertos.
Fujimori cerro el Congreso en 1992, convoco a una asamblea constituyente y volvió a participar en 1995 en una elección contra el exsecretario general del ONU Javier Pérez de Cuellar.
Con los logros de haber vencido al terrorismo y enderezar el país en la parte económica, obtuvo una cómoda victoria.
Sin embargo, en el año 2000 luego de ser elegido presidente por tercera vez, haciendo mal uso de una interpretación autentica de la constitución, los vladi videos generaron que renuncie y se fugue del país.
A partir de allí hemos tenido años de crecimiento sostenido, pero de manera inercial con Toledo, García y hasta Humala.
Los peruanos siempre hemos vivido con la incertidumbre que sucederá en la siguiente elección.
Desde PPK hasta la fecha no hemos tenido más que pésimos gobiernos, sin un norte para seguir creciendo y con congresos uno, peor que el otro.
Entonces queridos lectores, como no puedo sentir que mi generación es una generación decepcionada si hemos vivido todos estos años de crisis en crisis y con épocas muy cortas de estabilidad.
Para que un país progrese de manera sostenida tiene que tener un plan de por lo menos 20 años de crecimiento para vencer el tremendo problema que tenemos que es la pobreza.
Tenemos que creérnosla, somos un país rico, con muchos recursos naturales, pero más que eso con una población trabajadora y honesta.
Sin embargo, las noticias que nos agotan día a día, son de delincuentes que logran impunidad ya sea por la fiscalía o el poder judicial, congresistas que se ven envueltos en delitos, y políticos de quinta categoría que son los que nos gobiernan.
Para lograr revertir que sea una generación decepcionada, necesitamos gente joven preparada y honesta que se las juegue por el país y empecemos de nuevo con un crecimiento para beneficio de nuestros hijos y nietos.
Decídanse de una vez, para acabar con esa lacra de políticos innombrables que deben de irse a sus cuarteles de invierno y no regresar nunca más. Lampadia