Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 25 de octubre de 2019
Para Lampadia
Los destapes de corrupción no tienen cuándo acabar. Como que todo está podrido. Lo de Luciana León cayó como un baldazo de agua fría. Tan linda ella… pero tan coimera. En fin. Como dice el refrán… a lo hecho, pecho. O sea, a asumir las consecuencias. La justicia debe aplicarse a todos por igual. Con todo el rigor de la ley. Caiga quien caiga. Le duela a quien le duela.
Pero lo de Lucianita no fue el único destape de la semana. Ahora resulta que hasta los árbitros eran corruptos. Los que supuestamente eran personas honorables, de trayectoria intachable, y conspicuos paradigmas de la justicia y la legalidad, resultaron ser tan corruptos como los peores exponentes de la banda de Los Cuellos Blancos del Puerto.
Por ello – una vez más – insisto… la polarización entre peruanos no debe basarse en consideraciones políticas, sociales, culturales, o de cualquier otra índole que no sea de tipo moral. En otras palabras, no debemos enfrentarnos porque algunos son de izquierda y otros son de derecha; o porque unos están a favor de una economía dirigida por el Estado y otros prefieren una economía de mercado. Lo mismo se puede decir de los que están por un Estado promotor y supervisor, y los que están por un Estado empresario y controlador. Ciertamente, todo ello es debatible. Y está bien que sea así. Cada peruano tendrá sus argumentos para sustentar su posición ideológica, la cual debe merecer respeto y tolerancia.
Pero cuando la moral está de por medio – ahí sí – la cosa cambia. Sobre todo, sabiendo que el principal problema de nuestro país es la CORRUPCIÓN. ¡Ese es el problema! Entonces, la única disyuntiva por la que sí se justificaría una polarización entre peruanos, es cuando está en juego el discernimiento entre valores como ¿Verdad o Mentira? ¿Justicia o Injusticia? ¿Bien o Mal? ¿Vida o Muerte? ¿Integridad o Corrupción?
En efecto, qué sentido tendría discutir ¿quién es peor? ¿Un corrupto de izquierda o un corrupto de derecha? O ¿quién le hace más daño al país? ¿Un juez corrupto o un empresario corrupto?
Ahora bien, lo peor de la corrupción – llamémosle de alto vuelo – es la frustración e indignación que causa en la ciudadanía. Y qué decir del efecto contagio que causa en los funcionarios de niveles más bajos en el escalafón del Estado… policías, médicos, maestros, y demás funcionarios públicos. Es decir, en aquellos que están en contacto directo con la ciudadanía.
“Si los de arriba – presidentes, ministros, congresistas, gobernadores, alcaldes, empresarios, y jueces – son unos grandes coimeros ¿qué de malo tiene que yo sea un pequeño coimero?” Ese parece ser el razonamiento que se ha enquistado en – prácticamente – todo el aparato Estatal.
Y los paganos somos todos los peruanos. Sobre todo, los pobres. Las colas y coimas en los hospitales públicos. Los maestros acosadores. Las mafias de los brevetes. La corrupción en el otorgamiento de licencias de funcionamiento y / o de construcción. El fracaso municipal en cuanto a los servicios de agua y saneamiento, y limpieza pública. Todo ello – y varios etcéteras más – son consecuencias de la corrupción en nuestro país.
¡Metástasis! La corrupción ha hecho metástasis en nuestro país. Tanto que hasta los árbitros eran corruptos. Lampadia