Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
En su último libro, Henry Kissinger analiza las características de gobernantes que él conoció personalmente y que contribuyeron a transformar la historia de sus países y, en parte, la del mundo.
Junto a líderes de la talla de Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Margaret Thatcher y Anwar Sadat, está también el constructor de uno de los países más pequeños del planeta, que en una pocas décadas se convirtió en ejemplo y modelo a seguir: Lee Kuan Yew (1923-2015) el gobernante autoritario de Singapur que transformó una pequeñísima isla sin recursos, habitada por etnias distintas y corroída por la corrupción, en un país próspero, con ingresos entre los más altos del mundo y prácticamente libre de deshonestidad. (“Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial”, 2022).
Kissinger relata que conoció a Lee en la universidad de Harvard, donde él trabajaba, en 1968 y se quedó gratamente impresionado por ese joven primer ministro que, después de escuchar a los docentes izquierdistas de la Escuela de Gobierno flagelar a su país y su gobierno por su intervención en Vietnam –el presidente Lyndon Johnson era un “criminal de guerra” y un “psicópata”, decían-, los sorprendió con un análisis geopolítico desapasionado: “Me ponen enfermo” les espetó. Y luego explicó que Singapur dependía de los EEUU para su supervivencia en una región en que China y los comunistas pretendían subvertir a las naciones.
De origen chino, Lee se formó en una familia donde se respetaba la devoción filial, la frugalidad y el valor de la armonía y la estabilidad. Logró una educación excelente con becas, tanto en Singapur como luego en la universidad de Cambridge, Inglaterra. Lee había sido socialista y antiimperialista en su juventud. Pero pronto abandonó esas ideas y pragmáticamente buscó lo mejor para su país. En 1959, a los 36 años, se convirtió en primer ministro, cargo que mantuvo durante más de tres décadas, hasta 1990, con métodos autoritarios.
En ese momento, Singapur era todavía una colonia británica, pero con autogobierno. Se independizó completamente en 1965. La pequeña isla tenía 580 kilómetro cuadrados –Lima tiene 2,819 km2– y 1,9 millones de habitantes de tres etnias diferentes: chinos, malayos e hindúes, que a veces se enfrentaban violentamente entre sí en choques con muchos muertos y heridos.
En 1819 la fundó el británico Stamford Raffles. Simbólicamente, Lee decidió conservar la estatua del colonizador como emblema nacional, anunciando al mundo –explica Kissinger-, que Singapur estaba abierto a los negocios y no a las recriminaciones.
[Compárese ese comportamiento con el de los mentecatos políticos peruanos que quitaron la estatua de Francisco Pizarro, el fundador de Lima y primer gobernante del Perú, casado con Inés Huaylas Yupanqui hija de Huayna Cápac y hermana de Huáscar y Atahualpa, padre de la mestiza Francisca Pizarro Yupanqui, que se trasladó a España y luego de enviudar de Hernando Pizarro se casó con un noble español y vivió en la corte de Madrid].
Para erradicar la muy arraigada corrupción, Lee aprobó normas muy duras, liquidándola rápida e implacablemente, limitando el derecho de defensa de los funcionarios acusados de recibir sobornos.
[Cosa que sería imposible en el Perú de hoy, con los caviares defendiendo a sus corruptos].
En 2020, Singapur era el tercer país menos corrupto del mundo, junto con Finlandia, Suiza y Suecia, según Transparencia Internacional.
Lee dedicó desde sus primeros años en el gobierno gran parte del presupuesto a la educación y hábilmente logró introducir el inglés como legua oficial junto con las de las tres etnias. Y desarrolló una política de libre mercado atrayendo las inversiones extranjeras.
De esa manera, precisa Kissinger, el PBI per cápita pasó de 517 dólares en 1965 a 11,900 dólares en 1990 y 60,000 dólares en 2020.
Cuando Lee asumió el gobierno, Singapur no era un país, con historia y tradiciones comunes, ni tenía una población homogénea. En el transcurso de una generación – concluye Kissinger-, Singapur se transformó y pasó de ser un lugar marginal, plagado de enfermedades, a una metrópolis del primer mundo.
Eso se pudo lograr con un liderazgo fuerte, competente y honesto y con un sistema político que, si se intentara en algún país hoy, sería repudiado y censurado por los caviares del mundo entero.
Como anota Kissinger, “Hoy, Singapur sigue siendo un Estado autoritario, pero el autoritarismo per se no era el objetivo de Lee: era un medio para conseguir un fin. (…) En Singapur las elecciones no son democráticas, pero no carecen de importancia.”
Es decir, una combinación de gobierno fuerte y elecciones controladas.
En suma, un ejemplo de lo que puede lograr un líder con visión y pragmatismo, ejerciendo el poder con firmeza y honestidad. Y una demostración de que no hay recetas políticas inmutables para el desarrollo.
Aprovechamos el importante artículo de Rospigliosi para compartir unos cuantos pasajes del libro de Kissinger:
‘Cuando viajo’, escribió Lee, ‘Veo cómo está funcionando una sociedad, una administración. ¿Por qué son buenos?’.
Cuando en 1990 Lee dejó el premierato, recordar a los EEUU de sus responsabilidades, se convirtió en una de sus preocupaciones. Durante la Guerra Fría, Lee se preocupó porque EEUU jugara un rol mayor en mantener el equilibrio global, de cara a la amenaza de Rusia.
Luego del colapso de la URSS, su atención cambió a la importancia crucial de EEUU en definir y mantener el equilibrio asiático.
Hablando en Harvard en 1992, en el pico de triunfalismo de EEUU en la post-Guerra Fría, Lee advirtió que el balance político se alteraría si los EEUU giraban hacia adentro, cobraba el dividendo de la post-Guerra Fría y se debilitaba en sus responsabilidades globales.
“Mi generación de asiáticos, que hemos experimentado la última guerra, sus horrores y miserias, y recordamos el rol de EEUU en esa suerte de levantamiento de Japón desde sus cenizas, cual ‘ave fénix, el desarrollo de las nuevas economías industriales, y ASEAN (la Asociación de las Naciones Asiáticas del Sudeste), vamos a sentir mucho rechazo de un mal cambio del mundo, si los EEUU dejan de ser un jugador central en el nuevo balance”.
Lee anticipó que el cambio venidero iba a retar el equilibrio internacional y haría precaria la posición de los países intermedios. Julius Nyerere, el ex primer ministro de Tanzania, le advirtió a Lee:
“Cuando los elefantes pelean, se pisotea el gras”.
A lo que Lee, que era amigo de analogías sobre elefantes, le respondió:
“Cuando los elefantes hacen el amor, también se pisotea el gras”.
Vivimos en tiempos en que los líderes se juzgan muchas veces más por la estridencia de su retórica y la coloración de su actuación política, que por el éxito de sus políticas.
Lee llevó a Singapur en la dirección contraria, atrayendo corporaciones multinacionales al abrazar el libre comercio y el capitalismo, e insistiendo en la exigencia del cumplimiento de los contratos de negocios.
Lampadia