Hasta pocos meses, y en contadas ocasiones, hemos escuchado hablar de ‘relatos’ con los que gente comprometida con ciertas acciones políticas, mayormente de izquierda, pretendían reescribir la historia. Estos relatos, repetidos una y otra vez, creaban una suerte de ‘verdades’ falsas.
Un ejemplo a nivel internacional es el referido a los juicios de valor adscritos al llamado ‘Consenso de Washington’, supuesto manifiesto del ‘neoliberalismo’, que como puede apreciarse en el enlace, no contiene nada que justifique su actual representación política. En el Perú, tenemos varios ejemplos. Mencionaremos solo uno: ‘la minería exporta piedras y no tiene valor agregado. Sin embargo, la realidad es que nuestras exportaciones mineras tienen un alto valor agregado, el doble que las exportaciones de manufacturas (67% vs. 33%). No solo eso, como hemos indicado anteriormente, en el año 2012, un refinado de cobre solo hubiera generado un incremento de valor del orden del 14%. Y para producir refinados necesitaríamos ser intensivos en capital y en energía, y además, desplazar de los mercados a los actuales productores globales. Este relato se repite constantemente, incluso lo hace así el vice-rector de la PUCP.
Recientemente se ha llevado el tema de los relatos al mundo de los medios de comunicación con las llamadas ‘Fake News’, o noticias falsas. Que no son otra cosa que narraciones falsas creadas para los medios de comunicación, con el afán de distorsionar, moldear y manipular a la opinión pública.
La multiplicación de noticias falsas se hizo evidente durante la disputada campaña presidencial de Estados Unidos del año pasado, cuando numerosas historias políticas que contenían información inventada aparecieron en Internet. Con las redes social, tales seudo noticias, diseñadas para atraer dólares publicitarios o promover causas políticas, se pueden propagar más rápido que nunca.
Pero las noticias falsas tienen implicancias mucho más allá del mundo de la política. La comprobación de hechos y la importancia de las fuentes se vuelven aún más significativas para los conglomerados de medios tradicionales, mientras que las plataformas de medios sociales son acusadas cada vez más por la falta de sustento del contenido que se publica en sus plataformas.
Durante el período previo a las elecciones en Estados Unidos, aparecieron en las redes sociales, un sinnúmero de noticias falsas, algunas de las cuales llegaron a ser difundidas ampliamente entre el electorado. Un artículo dijo falsamente que el Papa había respaldado a Donald Trump, mientras que otro sugirió que altos funcionarios del Partido Demócrata estaban involucrados en una trampa de prostitución infantil, una conspiración conocida como «Pizzagate», y que provocó un tiroteo en un conocido local de Pizzería en Washington.
Nunca se sabrá cuán grande fue el impacto de estas historias en las elecciones, pero fueron lo suficientemente prevalentes como para que los países de todo el mundo se hayan dado cuenta y hayan empezado a tomar medidas para combatir las noticias falsas.
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La semana pasada, un discurso falso exacerbó las tensiones sin precedentes entre Qatar y sus países vecinos. La agencia de noticias oficial de Qatar fue hackeada y publicó un reporte (falso) en el que citaba al jeque Tamim bin Hamad Al-Thani, gobernante del país, diciendo que Irán era una «potencia islámica que no puede ser ignorada», entre otros comentarios inventados. Esto reavivó las subyacentes tensiones en la región y ha causado que varios países se retiren del Acuerdo de Doha.
El mes pasado, Alemania aprobó una ley en virtud de la cual las organizaciones de medios sociales podrían ser multadas por no eliminar contenido clasificado como noticias falsas. Facebook ha estado muy en desacuerdo con la ley, argumentando que «el proyecto de ley ofrece un incentivo para eliminar contenido que no es claramente ilegal cuando las redes sociales enfrentan una amenaza desproporcionada de multas».
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La respuesta de Facebook condujo a una interesante discusión sobre qué determina que una noticia sea «falsa». Si el 90% del contenido de un informe es correcto pero una línea es incorrecta, ¿debería invalidar todo el informe? ¿Es responsabilidad de una organización de medios sociales monitorear cada pieza de contenido que se comparte en su plataforma y juzgar la legitimidad de una fuente determinada?
Entonces, ¿quiénes son los culpables y qué se debe hacer para evitarlo? Hay muchos responsables por las noticias falsas, desde los creadores, hasta los distribuidores, los consumidores, la publicidad y los canales de comunicación que las apoyan. La industria de la tecnología, también, tiene un rol en esta batalla. Mientras que la propagación de la desinformación es anterior a Internet, ahora la comunicación de masas la ha vuelto virtualmente indistinguible y la información puede persistir y llegar a audiencias más grandes a través de sitios web, anuncios en línea, medios sociales y resultados de buscadores, a velocidades prácticamente infinitas.
Afortunadamente, muchos están tomando cartas en el asunto. Google, por ejemplo, ha hecho algunos cambios en sus servicios e iniciativas para frenar el flujo de noticias falsas en sus plataformas. Esto es una gran (y verdadera) noticia. Además, Google ha optado por eliminar el financiamiento en los sitios que alberguen/promueven noticias falsas de cualquier manera. Google no permitirá que dichos sitios anuncien en su plataforma.
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Empresas como Google y Facebook ahora también están trabajando con empresas externas para calificar la información y su veracidad en sus plataformas. Facebook ha desarrollado una alerta de «contenido disputado», que informa al usuario de que lo que está leyendo o está a punto de compartir puede no ser verdad. Google tiene una etiqueta de verificación de hechos que se muestra en los resultados de su motor de búsqueda para obtener información que puede ser cuestionable.
Facebook está dando a los miembros de la comunidad una herramienta para señalar las noticias que consideran falsas, similar a la forma en que las redes sociales permiten reportar contenidos abusivos. La desventaja es que, al igual que el contenido abusivo, las redes sociales se inundan con este tipo de informes y por lo tanto es muy difícil responder rápidamente. Además, hay personas que reportan noticias simplemente porque no están de acuerdo con ella, no porque sean falsas.
Sin embargo, el método más efectivo (y el más difícil de lograr) para evitar caer en estos Fake News es educar al público. Los medios tienen la obligación de ayudar al público a convertirse en consumidores más críticos de la información online. Los jóvenes de hoy en día viven en las redes sociales y son expertos en su uso, pero a menudo no son conscientes de su poder: el peligro de el mal uso de su información personal, su privacidad y su vida. Todos tenemos la labor de ayudarlos a superar esa brecha de conocimiento.
Las noticias falsas son uno de los mayores riesgos para todos nosotros así como la contaminación, el cambio climático, el terrorismo alrededor de los cuales se escriben ‘relatos’ y los Fake News, que están obstruyendo la verdad y están arriesgando la seguridad de todos nosotros. Lampadia