Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Estoy seguro que durante las últimas semanas, la mayoría ha visto un video de una entrevista a Petro, nuevo presidente de Colombia, explicando cómo su trabajo político se orienta a mantener a los pobres en la pobreza, pues es la única forma de que sigan votando por la izquierda y, reconoce en esa misma entrevista, que la razón principal es que, tan pronto los pobres ascienden a la clase media, se vuelven de derecha y eso no les conviene. Esa misma receta se la explicó Hugo Chávez a uno de sus colaboradores, tratando de hacerle entender que no debía sacarlos jamás de la pobreza, pero siempre mantenerles la ilusión, por esa misma razón.
Esa es pues, la consigna de la izquierda y la razón fundamental para no perdonarle a las fuerzas de la derecha, un trabajo arduo de crecimiento de la economía y de la consecuente reducción de la pobreza. Es clarísimo, les estamos reduciendo su mercado electoral, les achicamos su electorado potencial. Por eso se llenan la boca repitiendo que, “el crecimiento económico, no es lo mismo que el desarrollo”.
Eso es claro y no hacen más que repetir lo obvio, pero lo que no admiten es que, sin crecimiento económico, no hay forma de desarrollar un país, una comunidad, un pueblo. En esencia, la riqueza primero tiene que ser creada antes de distribuirla. Hay que dar los estímulos necesarios para que se maximice la inversión y la creación de valor económico en beneficio del país.
Como dice Javier Milei, “sin lugar a dudas, la izquierda tiene una gran creatividad para inventar mentiras que no guardan relación con la realidad”, pero es evidente que, de tanto repetirlas a una población que esa izquierda se esfuerza por mantener anémica e ignorante, esas mentiras le quedan grabadas en la mente, como con fuego sobre piedra.
De otro lado, cuando uno observa los ciclos políticos y su correlación con los ciclos de crecimiento económico en nuestros países, es evidente una correlación inversa.
Esto es, gobiernos afines a la economía de mercado generan confianza, atraen inversión, crece la producción, aumenta el ingreso per cápita, se ordena la macroeconomía, se reduce el déficit fiscal, se reduce la inflación y el endeudamiento se limita exclusivamente a la solución de problemas económicos imprevisibles y, aun así, con límites propios dentro de un Marco Macroeconómico Multianual. Se reducen los niveles de pobreza y pobreza extrema, a base de generación de oportunidades para una población que lucha a brazo partido, para revertir su situación inicial de pobreza y ascender en la escala social.
Cuando asumen gobiernos de izquierda, de una manera contra intuitiva, resquebrajan la confianza de los actores económicos nacionales e internacionales, amenazan con cambio de reglas y legislación, ahuyentan consecuentemente la inversión, provocan fuga de capitales, echan mano del presupuesto fiscal aumentando el gasto corriente del Estado y, para pasar como “buena gente”, incrementan el otorgamiento de subsidios y bonos. La consecuencia natural termina siendo un incremento del déficit fiscal, debilitamiento de la balanza comercial y de pagos, endeudamiento público, búsqueda de mayores tasas de impuestos, ya que no pueden aumentar la recaudación por la vía del crecimiento de la actividad económica, ni de la creación de valor por mayor actividad económica. La consecuencia es: mayor inflación, mayor costo del servicio de la deuda externa (empeoran la clasificación de riesgo país y suben las tasas para una masa de deuda superior) y, por supuesto, culpan al empresariado por sus fracasos absolutamente predecibles.
Se repite que los países no quiebran, pero cuando uno voltea la mirada a nuestra historia (gobierno militar, primer gobierno aprista y gobierno de Belaunde), o a países como Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador, entre otros, se verifica que los gobiernos de izquierda consumen la riqueza de los países y los endeudan al extremo, para luego esperar que, un gobierno orientado a la economía de mercado, reconstruya la economía, deje de regalar dinero y ponga orden en la casa.
La banca internacional y multilateral, que inicialmente ofrecía facilidades de crédito, “mira para otro lado” o presta a las tasas más altas posibles en los momentos álgidos, dado el riesgo de “default”. Veamos si no el caso argentino, con nueve “defaults” a cuestas.
Lo descrito se confirma revisando la historia universal, pues antes de la aparición del capitalismo, el 95% de la población mundial vivía en pobreza extrema. A fines del siglo XX, esa población se redujo al 20% y ahora, menos del 5% del mundo es pobre extremo. No hay forma de defender la posición y mensaje de la izquierda.
Transcribiendo lo dicho por Milei: “Donde hay mercado hay valoración”, lo que te dan en el mercado se valora y se aprecia, en cambio, “si se cree que uno tiene puros derechos, se exige y se vive siendo un ingrato, teniendo una actitud mezquina, que es lo que domina el pensamiento de izquierda”.
En esa línea de pensamiento, el nuevo Decreto Supremo 014-2022-TR, sobre relaciones sindicales, alimenta el concepto del odio al que te da trabajo, porque asume que te están explotando. Si a ese le va bien, asume que es porque le está robando al trabajador. No concibe que ese empresario puede ser exitoso, sirviendo al prójimo (mercado) con bienes de mejor calidad y al menor precio posible. Debemos entender que por cretino que sea el empresario, debe portarse bien, porque si no le compran sus productos, se va a la quiebra.
En esencia, el mercado es un proceso de interacción social y cuando se comprende tal cosa, se vive agradecido a ese mecanismo.
Milei sentencia que: “Hay modelos que aseguran comida, casa, estudios, recreación, sí, pero es exactamente lo mismo que te dan en la cárcel” y agrega el dato que, “Los países libres son ocho veces más ricos que los reprimidos y los más pobres del país libre, están mejor que el 80-90% de la población del país reprimido”.
Debemos defender nuestra libertad y dar a conocer estos conceptos y datos de la realidad. Lampadia