Gerardo Eto Cruz
Para Lampadia
Mi vida académica se la debo a tres grandes profesores que han formado parte de la vocación en la especialidad del Derecho Constitucional, del Derecho Procesal Constitucional y de la Teoría General de los Derechos Fundamentales.
En la Universidad Nacional de Trujillo marcaron una huella, los profesores Víctor Julio Ortecho Villena y Sigifredo Orbegoso Venegas.
Ambos profesores me permitieron luego conocer personalmente a un profesor que sellaría mi vocación por estas disciplinas y fue nada menos que Domingo García Belaunde.
La primera anécdota que debo recordar fue cuando llegó al Paraninfo de la Universidad Nacional de Trujillo (UNT) y dio una conferencia sobre Mar y Constitución. Ocurrió que mientras daba la conferencia, hubo un apagón, pero trajeron una linterna y procedió su discurso académico sin micrófono, imperturbable, a capela, bajo un lleno total del auditorio, y la única imagen que brillaba era la tenue luz, pero un aplastante verbo que conjugaba conocimiento y locuacidad para transmitirlo y una profunda convicción de lo que decía.
Este personaje que ha escrito las grandes bases del pensamiento constitucional peruano y ha sido fundador de una comunidad de académicos y gran divulgador de estas disciplinas jurídicas de aliento cosmopolita, hoy llega a los 80 años espléndidos con una fecunda trayectoria académica y una legión de discípulos que brillan con luz propia y que constituye un ejemplo y aliento a seguir.
DGB es un hombre generoso y lleno de bondad, no escatima transmitir conocimiento. Igual, no se anda con medias tintas y dice lo que tiene que decir. Es un hombre de ciencia, de profunda formación que capta los tiempos en que se vive. Por ello ha marchado a caballo entre el siglo XX y el XXI y es actualmente el máximo exponente del Derecho Procesal Constitucional y uno de los profundos conocedores del pensamiento constitucional latinoamericano e interlocutor con el derecho constitucional europeo.
DGB, quien en su momento estampó una lapidaria frase de que el derecho constitucional peruano era la cenicienta del derecho es precisamente el gran gestor de haber formado una verdadera comunidad de académicos en la expresión científica que aludía Thomas Kuhn. Atento a los tiempos en que se vive, es consecuente con lo que afirmara Dante Aligere: «Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad». DGB en diversos momentos ha tenido que expresar sus convicciones en los tiempos difíciles de nuestra ya complicada y zarandeada república.
Su legado es amplio. El Perú le debe entre otras cosas, ser el gestor de la Ley 23506 de Hábeas Corpus y Amparo. Lo propio, ha sido el gran gestor de haber con otro académico, creado el primer Código Procesal Constitucional latinoamericano y del mundo. Su bibliografía es seria, profunda, original y de una narrativa elegante y accesible. Es el creador junto con otros colegas de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional. Lo propio de la creación del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, que aludiré más abajo. Su vida, entre la defensa privada, congresos, y permanentes viajes tanto en tierras latinoamericanas como europeas le dan esa presencia cosmopolita. Es admirado y querido por los profesores nacionales, como extranjeros. Siempre atento, cordial y respetuoso de los colegas que tienen otras posiciones.
Su severidad con su producción lo extiende a sus discípulos; pero al mismo tiempo practica la otredad. Siempre está dispuesto al consejo y al apoyo. Es raro ver bondad y firmeza, pero en DGB se une ese carácter y esa reciedumbre. La franqueza de sus opiniones, incluso a contracorriente, de los tiempos de posverdad ha permitido desasnar a muchos tuertos que pretenden ser reyes en este Perú de ciegos.
En esta era de la digitalización de la Cuarta Revolución Industrial (4RI) de la Infocrasia, de distopías sobre posverdad y de estados de crisis, palabras serenas y contextualizadas, de pensamiento clásico y contemporáneo, de humanismo y politología como lo dicho, escrito y declarado en DGB, son fuentes que dan luz en estos tiempos de muchas tinieblas de nuestra frágil democracia. Bien podemos resumir que DGB es docencia y decencia, investigación y generosidad; y todos en el Perú, sin excepción, se han beneficiado y las generaciones actuales se siguen beneficiando del conocimiento proteico de este académico que le viene de solera de su padre y por la vía materna de su abuelo Don Víctor Andrés Belaunde. Vivimos tiempos difíciles y la democracia no está pasando por buenos momentos, son entonces las palabras del maestro los que son rayos de luz en forjar una democracia en este tiempo de muchas «confusiones», de algunos constitucionalistas que anteponen sus ideologías antes que una verdadera, objetiva e imparcial reflexión académica.
Como anotaba Domingo Faustino Sarmiento, los discípulos son la mejor biografía del maestro; y es que toda la narrativa que rememore la presencia y los pasos de DGB, confluyen en diversos derroteros del mundo cognitivo que aquí pálidamente esbozamos: su tránsito por el derecho constitucional general (teoría constitucional), el derecho procesal constitucional, el derecho constitucional peruano, la teoría general de los derechos fundamentales, la teoría de la interpretación constitucional, la filosofía del derecho, la historia del pensamiento político, la ciencia política, la filosofía política, entre otros aspectos.
Quiero dejar estampada en estas breves líneas que DGB es junto con Sigifredo Orbegoso Venegas, los que gestaron lo que hoy es el Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional que ya se apresta a llegar a medio siglo de existencia y que han desencadenado lo que hoy es el «Derecho Constitucional Común Latinoamericano» que se sustenta en el diálogo jurisdiccional y el diálogo académico; y en este último Domingo García Belaunde brilla con luz propia en haber puesto la valla en alto en esta comunidad de académicos que han creado y recreado desde el horizonte ya no nacional sino latinoamericano la onomaturgia de crear nuevos principios, conceptos y categorías en este vasto territorio interdisciplinario del derecho público.
El autor de esta nota tiene la suerte y la alegría de haber escrito en Trujillo, hace exactamente 20 años un artículo titulado: «vida y plenitud de un gran maestro: los 60 años de Domingo García Belaunde (Diario “Nuevo Norte”, Trujillo 14 de julio de 2004)» y hoy la vida me permite celebrar con alegría 20 años después de este homenaje de ver al fecundo maestro cumplir sus 80 años. Lampadia