Alfonso Baella Herrera
Posición.pe
13 de julio de 2016
Escuchar a algunos congresistas rasgarse las vestiduras por el “perfil profesional” del nuevo presidente del consejo de ministros, Fernando Zavala, señalando que “viene del mundo corporativo”, “que servirá a la gran empresa” o que “será un gobierno alejado del pueblo” demuestra no sólo otra cara de la demagogia que tanto daño le hace al país sino el por qué de la devaluada imagen que los congresistas ostentan y que, por lo visto, seguirán exhibiendo en este nuevo congreso.
Y nos sorprende, no porque Marco Arana o gente de su izquierdista posición ideológica lo sostenga sino porque esa crítica viene de agrupaciones políticas y de parlamentarios reelectos que no son de izquierda y que, curiosamente, no sólo provienen del ámbito empresarial privado –actividad que desempañaron antes de ser padres de la patria y que desempeñan ahora por interpósitas personas- sino porque muchas de esas “grandes empresas” a las cuales ellos hacen referencia como sinónimo de enjuagues, corrupción o lobbys no lo han sido cuando entregan dinero o especies para financiar sus campañas reeleccionistas. Son “malos” según el humor congresal.
El discurso absolutamente demagógico se repite en automático y daña gratuitamente la reputación no sólo de los ministros “señalados” sino que desliza un argumento perverso según el cual ser empresario es un demérito, es vergonzoso, sospechoso o debe ser razón suficiente para excluirse de la actividad pública o de la acción social. Se olvidan, los señores representantes, que el país que ahora tenemos y que paga sus sueldos se viene desarrollando por la multiplicación del pequeño y mediano empresario –lamentablemente aún informal por legislación que precisamente el congreso produce en exceso o contraproducentemente- y que la gran empresa es la que más empleo formal produce, la que más impuestos paga y la que nuestro país requiere para lograr los niveles de inversión que traigan trabajo suficiente para todos los peruanos.
Así como no se puede decir que todos los congresistas son unos sin vergüenzas o unos corruptos, por el pecado de alguno de ellos, de igual manera es irresponsable generalizar en el empresariado o en cualquier comunidad una conducta negativa. Menos en el caso del empresariado peruano donde han habido y hay excelentes ejemplos de pequeños medianos y grandes empresarios que han contribuido no sólo con sus impuestos y en la generación de oportunidades sino cuyo compromiso social, precisamente con los más pobres, ha sido y es fundamental.
Harían bien los señores representantes, en lugar de ampararse en viejos slogans, discutir con argumentos las ideas y los planteamientos que están sobre la mesa en relación a la economía, la seguridad, la anticorrupción y el saneamiento. Ese es el debate importante. El país, si no lo han notado, avanza y se informa a la velocidad de internet, y también identifica donde está la demagogia y la irresponsabilidad. Menos fintas y más seriedad es lo que necesitamos a gritos. En pocas palabras: menos hipocresía.
Lampadia