Por: Patricia Teullet
Perú21, 26 de agosto de 2019
Perú21, 26 de agosto de 2019
La inauguración de los Juegos Panamericanos fue hermosa, impresionante; un despliegue de arte y tecnología que pocas veces se ve. Sentimientos de orgullo por lo que podemos lograr en el país cuando trabajamos unidos bajo el liderazgo de alguien que, sin necesidad de buscar ser una figura protagónica, se atreve a tomar riesgos, poner condiciones, negociar y convoca a miles de personas para alcanzar un objetivo.
Carlos Neuhaus intentó alguna vez ser alcalde en un distrito; no lo logró, pero eso ni lo resintió ni evitó que acudiera a trabajar, entre críticas y escepticismo, en un proyecto, para muchos, imposible. El liderazgo no se aprende ni en libros ni en talleres. El poder tampoco crea líderes; solo es producto de una posición temporal, como la de ser una autoridad vigente, gozar de inmunidad, tener dinero, y hasta ser jefe de una mafia o tener la posibilidad de utilizar armamento. Cualquier parecido con muchos jefes de gobierno y otros políticos que conocemos, no es coincidencia, es ejemplo.
La inauguración de los Parapanamericanos tuvo, además de arte, algo especial: si antes sentimos orgullo, esta vez se sumó algo o mucho de vergüenza por quejarnos de los problemas menores que nos rodean. Vimos a personas en sillas de ruedas, que les faltaban una o más extremidades; algunos privados de la visión, otros con parálisis cerebral. Todos sonreían, emocionados, entusiasmados, y con toda razón. A ellos y a sus padres y aquellos que los apoyaron les debemos nuestra admiración.
Además de todo lo que ya se ha dicho, estos juegos nos dan lecciones de humildad, humanidad, esfuerzo, liderazgo de lo que puede ocurrir cuando los mejores se suman.
¡Tan distinto a lo que vemos hoy en los poderes del Estado!