La decisión de Ollanta Humala de lanzarse contra la oposición es una situación de tipo el huevo o la gallina. La mala sangre entre ambos sectores apareció desde el primer día, pero nunca sabremos realmente quién la comenzó. Hoy el mutuo intento de acorralamiento es una realidad que promete durar hasta el 2016, y que incluso podría definir esas elecciones.
Lo más importante en todo esto es que Humala se ha convencido de que la mejor defensa es el ataque. Esto lo sabía por lo menos desde que se instaló la megacomisión en el 2011. Desde entonces la política se ha convertido en un festival de zancadillas en todas las direcciones. Recién ahora el asunto podría estar tomando realmente forma y orientación.
Es la tesis que viene planteando Juan Carlos Tafur: la pugnacidad del gobierno no es un rosario de tropezones, sino una suerte de modelo que va a durar hasta el final del mandato. Falta saber si esta estrategia ya la traía puesta, o si se la encontró por el camino, y decidió potenciarla, asumiendo la figura del bunker.
Desde hace un tiempo los choques del gobierno son de ida y vuelta con el Apra, el fujimorismo, la izquierda y los disidentes del propio nacionalismo. El proceso empezó su escalada con algunos ministros dispuestos a la confrontación directa, con Pedro Cateriano abriendo el camino con sus especialmente agresivas salvas de tweets.
En medio de eso apareció Daniel Urresti, quien rápido se convirtió en un arma no tan secreta de la nueva estrategia. En semanas pasó de ministro respondón a líder de una suerte de línea dura virtual con 40%+ de aprobación, a candidato rumoreado del gobierno para el 2016. Además ha sido el descubridor de un estilo personal con seguidores.
Tafur también ha hecho notar que en la marquesina de la intención de voto la presencia de Urresti hoy le resta un 3% a Keiko Fujimori. No es mucho, pero sirve para confirmar que el nuevo modelo con Urresti a bordo tiene capacidad para competir por el liderazgo electoral en la derecha. Hay allí los elementos de más de un acuerdo.
La posibilidad de afectar la votación de la derecha y a partir de allí manipular en ese territorio tiene que ser atractiva para el gobierno. Por lo pronto ha obligado a la candidata Fujimori a hacer declaraciones duras, de lo cual se había cuidado mucho. Además hay allí un mensaje para izquierdistas y disidentes: Humala sí pesará algo en el 2016.
Hace unos días imaginamos a un Urresti candidateando en la derecha por cuenta propia. Quizás esto debe ser revisado, a la luz de la creciente impermeabilidad del gobierno a las críticas a su ministro del Interior. Humala podría estar al borde de un paso más a la derecha de los que ya se le conoce.