Este mes se cumplen cincuenta años desde que tres antropólogos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos completaron su visita a la pequeña comunidad de Carcas, rincón del distrito de Chiquián en Áncash.
Según el prólogo de su recuento titulado “La comunidad olvidada”, dentro de la pobreza de Áncash de esa época, Carcas era considerada por sus vecinos y aún por ellos mismos como “la comunidad más atrasada de la región”. Dice, además, “el caso de Carcas nos ofrece un ejemplo de extrema falta de ayuda gubernamental”. Este mes, Daniel Gavidia, economista de la Universidad de San Martín de Porres, viajó a Carcas para ver cómo la ha tratado el tiempo. Destacan los cambios, pero también lo que ha permanecido intacto.
El cambio más poderoso ha sido su integración a la vida nacional. Lo fundamental fue la reciente construcción de un camino y de un puente, reduciendo sustancialmente el tiempo de viaje desde Carcas hasta Chiquián de doce horas a solo treinta minutos.
La incomunicación era tal que en 1963 solo cuatro de las 429 familias comuneras tenían radio, y no existía allí la televisión. Curiosamente había un teléfono instalado, pero no funcionaba. El periódico llegaba ocasionalmente, pero el 40% de la población era analfabeta y mayormente quechuahablante.
Hoy no existe analfabetismo, la mayoría ha completado incluso la escuela secundaria y muchos cuentan con teléfono móvil, todos tienen radio, el 80% tiene televisión y accede a Internet en Chiquián.
Pero la integración tiene también otra cara: la migración. La población se ha reducido en un tercio, y además ha envejecido. Nacen menos niños, y los jóvenes se marchan a partir de los 18 años. Con toda la belleza de su rincón en el valle del río Aynin, la educación superior y los trabajos están en otros lados. La mitad de las viviendas se encuentra abandonada o cerrada. También la iglesia. Y si antes había cinco bodegas, hoy solo hay dos. El viaje a Chiquián es ahora tan corto que los pobladores viajan para comprar, así como también para acudir a la posta de salud.
También cambió la economía. Donde antes se sembraban cultivos tradicionales como papa y olluco, hoy se encuentran pastos y ganado. Carcas es ahora, sobre todo, productor de leche, y por los senderos uno se encuentra con campesinos acompañando a los burros que cargan barriles del valioso producto. Si bien la leche tiene una ventaja económica, los carcasinos culpan al cambio de clima.
Lo que no ha cambiado es la pasión del carcasino por las fiestas. En 1963, con pobreza y todo, Carcas tenía fama en la región por la frecuencia y suntuosidad de sus fiestas. Misteriosamente, el mayordomo de turno reunía 14 mil o 16 mil soles, que en 1963 era hasta dos veces más que el ingreso anual de un campesino de la sierra, para así cumplir con el encargo. Hoy, las fiestas siguen siendo fastuosas, pero corren a cargo de “los hijos de Carcas”, que residen afuera pero mantienen su apego a la tierra de origen. Carcas está pasando de ser una comunidad en el cerro a una comunidad virtualmente virtual.
Publicado por El Comercio, 27 de mayo, 2013