Editorial El Comercio
17 de enero de 2018
La historia de las relaciones entre los distintos liderazgos y facciones de la izquierda peruana está plagada de uniones y rupturas, romances y desencuentros, que bien podrían servir de guion de telenovela.
Fieles a la tradición, la coalición izquierdista Frente Amplio que participó en los últimos comicios generales empezó a desintegrarse a las pocas semanas de iniciadas las sesiones parlamentarias, y el divorcio se consumó cuando el grupo de Nuevo Perú se consolidó como bancada independiente. Mientras la cara de este es la ex candidata presidencial Verónika Mendoza, el Frente Amplio es controlado por el partido Tierra y Libertad de Marco Arana.
Pensando en una nueva aventura electoral, es el bloque aranista el que tiene más oportunidades de participar. Como se recuerda, la inscripción del Frente Amplio en el registro de organizaciones políticas le pertenece a Tierra y Libertad. En cambio, Nuevo Perú aún se encuentra en proceso de recolección de firmas.
Y a juzgar por las actividades de las últimas semanas, parecería que ambos bandos ya estuvieran alistándose para una próxima pugna electoral. En el caso del Frente Amplio, el Comité Ejecutivo Nacional acordó en una reciente asamblea extraordinaria la “aprobación de la candidatura del congresista Marco Arana a la presidencia de la República” y “la decisión de buscar adelanto de elecciones”. Para pesar de los aranistas, sin embargo, la democracia constitucional en el Perú dispone que las elecciones presidenciales se celebran cada cinco años.
En la otra esquina, Verónika Mendoza acudió el último sábado a un evento en Cajamarca con algunos dirigentes izquierdistas. En dicho foro, la lideresa de Nuevo Perú, predeciblemente, volvió a responsabilizar a la Constitución de 1993 de todos los males del país y proponer el retorno a la actividad empresarial estatal y a los cánones de (aún) mayor rigidez laboral contemplados en la Constitución de 1979.
Ninguna parte de la alocución de Mendoza era novedosa como tampoco lo sería su presencia en este tipo de encuentros, salvo por la participación en la misma mesa de su ex contendiente en las últimas elecciones presidenciales y líder de una facción del Movimiento de Afirmación Social (MAS), Gregorio Santos. Este hecho ha dado pie a que se especule si –pese a la negativa de Mendoza de que se haya tratado de un evento en el que se definieron candidaturas presidenciales– no sería esta una señal de un posible acercamiento electoral futuro entre los dos líderes.
Quien revisase las pullas que se han dirigido en el pasado mutuamente, no obstante, tendría que descartar la hipótesis de la unión en ciernes. Cabe recordar que el ex gobernador regional calificó el éxito electoral del Frente Amplio –entonces liderado por Mendoza– como una “chiripa”, y se distanció de ellos en más de una oportunidad. “Lo que tenemos de diferencia con el Frente Amplio es que, como Democracia Directa [partido con el que Santos postuló a la presidencia en el 2016], nosotros no obedecemos a patrocinadores de los grandes consorcios empresariales”, señaló Santos en una entrevista de agosto de hace dos años.
Por su parte, durante la campaña, la representante de Nuevo Perú siempre evitó ser vinculada con los sectores más radicales de la izquierda como el encabezado por Goyo Santos, más aun cuando surgieron las primeras denuncias por supuestos actos delictivos cometidos durante su mandato como gobernador regional de Cajamarca. Mendoza señaló al respecto que él debía “responder por las denuncias, bastante serias, de corrupción en su gestión en el Gobierno Regional de Cajamarca”, en una entrevista de abril del 2016. Recordemos que Santos enfrenta actualmente un proceso penal, en el que la fiscalía lo acusa de favorecer ilícitamente a empresas relacionadas a Wilson Vallejos en 11 licitaciones adjudicadas en su gestión como gobernador regional de Cajamarca.
No debería sorprender, sin embargo, si al cabo de un tiempo Santos y Mendoza deciden reconciliarse. Después de todo, si algo permitió recordar el fugaz idilio entre Mendoza y Arana es que hay cosas que unen a la izquierda local y le permiten pasar por alto discrepancias, radicalismos y hasta denuncias por corrupción: la remembranza de un pasado estatista y la ambición de un futuro con poder.