A poco más de un mes para la realización de las elecciones presidenciales en Chile, The Economist publica un breve artículo en el que produce algunas reflexiones sobre el estado actual de la denominada convención constituyente, iniciada producto de las protestas en 2019, y su relación con el resultado que tendrán los mencionados comicios electorales, reflexiones que creemos importante compartir.
Lo cierto es que, como menciona el popular medio británico, las motivaciones del cambio de constitución en Chile vienen bastante disminuidas por diversas causas políticas e inclusive no presenta avances en la redacción. Ello revela lo torpe y apurada que resultó esta estrategia con aval del oficialismo, hecha más bien para calmar los actos violentos, pero que por lejos no recogió el verdadero sentir de la mayoría de los chilenos.
Cabe mencionar que, guardando las distancias, la propuesta de Asamblea Constituyente de Perú Libre – que sigue soslayándose cada cierto tiempo en los discursos del presidente y que además fue el emblema de campaña de su partido – está lejos de ser una prioridad para los peruanos, así como sucede con en el caso chileno. Por el contrario, la principal preocupación de la población es la reactivación del empleo y una mejora en sus ingresos, lo cual no pasa de ninguna manera por cambiar las reglas de juego que rigen nuestra vida cotidiana (Lampadia: Castillo y su gabinete de guerra). Lejos de ser una solución, sería perjudicial pues introduciría mayor incertidumbre que afectaría la inversión privada – principal generador de trabajo – la cual ya muestra proyecciones al próximo año negativas a dos dígitos como vienen advirtiendo el IPE, Apoyo, Macroconsult y otras instituciones privadas.
Sigamos detenidamente el desarrollo de las elecciones en Chile y cómo esta afectara el cauce final de su constitución. No pisemos el palito como ya lo hicieron otros países con este tipo de iniciativas refundacionales que, lejos de llevarlos al progreso, anuló sus condiciones de vida rápidamente. Lampadia
¿Puede la convención constitucional de Chile calmar el descontento de la gente?
Las razones de las protestas masivas en 2019 no han desaparecido del todo
The Economist
30 de septiembre de 2021
Traducida y comentada por Lampadia
Las elecciones presidenciales previstas para noviembre serán como ninguna otra en Chile desde la restauración de la democracia en 1989. Eso se debe en parte a que los principales candidatos son caras bastante nuevas, y la Concertación, la alianza de centro izquierda que dominó la mayor parte de ese período, ya no existe. Pero es principalmente porque el ganador cohabitará al principio con una convención que está redactando una nueva constitución y que podría decidir recortar el período presidencial normal de cuatro años. Todo esto se debe a que Chile todavía está recogiendo los pedazos después de una explosión de protestas masivas y a veces violentas a fines de 2019 que sacudieron al que había sido uno de los países más estables y aparentemente exitosos de América Latina.
En el centro de las protestas estaba la ira por la reducción de las oportunidades y el acceso inadecuado y desigual a la atención médica, las pensiones y la educación. La convención fue ofrecida por una clase política desacreditada en noviembre de 2019 para proporcionar un camino pacífico para salir de un conflicto peligroso. Parece seguro que moverá a Chile hacia la izquierda. La pregunta es hasta dónde.
La respuesta inicial parecía estar muy lejos. En una elección para la convención en mayo, en la que solo votó el 43% del electorado, la extrema izquierda ganó 55 de los 155 escaños (de los cuales 17 estaban reservados para representantes de los pueblos indígenas). La elección fue una derrota tanto para la ex Concertación (25 escaños) como para la derecha (37). Muchos de los representantes son, al menos nominalmente, independientes en una elección en la que ser nuevo, joven y no probado por la política habitual fue una fórmula ganadora.
Ahora que la convención se ha mantenido durante casi tres de su máximo asignado de 15 meses, y ha logrado poco más que aprobar sus propias reglas esta semana, está comenzando a moderarse. Un grupo de extrema izquierda ha hecho implosión, su credibilidad destruida cuando uno de sus líderes admitió que su afirmación de ser un enfermo de cáncer al que se le negó la atención médica adecuada era falsa. Otro se ha escindido: el Frente Amplio (FA) se ha enfrentado al Partido Comunista. Una encuesta muestra que la aprobación de la convención cae al 30%.
Pero su trabajo serio apenas está comenzando. “Estamos discutiendo temas que afectan intereses profundamente arraigados y centros de poder”, dice Patricia Politzer, una representante centrista independiente. «Nunca iba a ser fácil». Ella es parte de un amplio núcleo negociador que está comenzando a emerger. Es probable que se vuelvan cada vez más influyentes a medida que la convención lidia con los grandes problemas. En primer lugar, es seguro que se definan como derechos constitucionales una larga lista de cosas caras, como las pensiones y la vivienda. La cuestión es si estos serán ejecutables en los tribunales o se dejarán en manos de leyes secundarias. La segunda pregunta es si Chile pasará a un sistema semi-parlamentario, como parte de un esfuerzo por dispersar el poder. En tercer lugar, parece seguro que el nuevo documento impondrá normas medioambientales más estrictas.
La elección presidencial puede dar una idea más clara del cambio de rumbo de Chile. El favorito es Gabriel Boric, un líder del FA de 35 años. Derrotó a un comunista en una primaria. Su programa económico es radical. Pero busca convertir a Chile en algo más parecido a Alemania que a Venezuela, con niveles europeos de impuestos y de inversión verde, empresas estatales y política industrial. Es dudoso que esto funcione rápidamente en Chile.
Boric puede enfrentar a Sebastián Sichel, de centro derecha, en la inevitable segunda vuelta, en diciembre. Pero, alternativamente, podría presentar a José Antonio Kast de extrema derecha. Kast apela a la gran minoría silenciosa que estaba asustada por la violencia de las protestas y teme la inestabilidad. Si ganara, seguramente chocaría con la convención.
Las elecciones mostrarán si la convención representa una captura de un momento de furia en 2019 que está comenzando a desvanecerse (en parte debido a la pandemia), o si es parte de una demanda continua de cambio radical. Hay evidencia de ambas posibilidades. Una encuesta reciente del Centro de Estudios Públicos, un grupo de expertos, mostró una mejor visión de la democracia chilena y el crimen que desplaza a las pensiones como la principal preocupación pública. Solo el 39% ahora dice que apoya incondicionalmente las protestas, en comparación con el 55% en la misma encuesta en diciembre de 2019. Pero el descontento permanece. “La gente no está en las calles ahora porque pone sus esperanzas en la convención”, dice Politzer. La contienda presidencial será, pues, una batalla entre la esperanza y el miedo. Lampadia