CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia
Los intérpretes y traductores de Pedro Castillo –sobre todo los caviares- sufrieron un ataque de nervios cuando profirió otra pachotada en uno de sus discursos de plazuela. Ellos están ocupados persistentemente en aclarar, explicar, traducir y descifrar las necedades que, con cierta regularidad, vocifera el ocupante de Palacio de Gobierno.
Esta vez repitió lo que ya había dicho en la campaña electoral y que está contenido en las propuestas de Perú Libre, el partido de Vladimir Cerrón que lo llevó al gobierno: estatizar o nacionalizar el gas de Camisea. Ninguna novedad.
¿Por qué alarmarse entonces? Porque los caviares han intentado desde el principio hacer creer que Castillo y sus secuaces no son tan malos como realmente son, al tiempo que tratan de moderarlo, de “humalizarlo” para usar el término acuñado por Héctor Béjar.
Además, están empeñados en hacer creer a los ciudadanos que ya lograron su objetivo, que la gavilla que se ha apoderado el gobierno ha cambiado, se ha moderado y que ahora el país puede respirar tranquilo. Pero Castillo y sus secuaces los desmienten constantemente.
El ex abrupto del hombre del sombrero probablemente se explique por su interés de seguir ofreciendo ilusiones a sus seguidores, a falta de realidades que mejoren la vida de los peruanos, que en verdad parece estar empeorando por la inflación y la falta de empleo y de seguridad.
Uno de los asuntos que más le preocupa a la población, sobre todo a los más pobres, es el alza de los precios, incluyendo el del gas. Como Castillo y los ineptos que ha nombrado en los cargos públicos no tienen idea de cómo revertir esa situación, hacen lo único que saben: echarles la culpa a las empresas, sin son grandes y extranjeras mejor, y proponer la única receta que conocen, la estatización.
Por supuesto, no tienen ningún plan, ninguna propuesta, ninguna idea de cómo hacer para que más familias tengan acceso al gas natural. Salvo volver a mencionar el impracticable gasoducto del sur, una gigantesca estafa al Estado peruano perpetrada por Odebrecht (dicho sea de paso, los caviares y su fiscalía no han avanzado un milímetro en la investigación de ese latrocinio, porque involucra a sus socios y benefactores, Ollanta Humala y Nadine Heredia).
No hay que subestimar tampoco el hecho de que ellos pertenecen a un conglomerado internacional y que constantemente proponen como ejemplo a seguir el fracasado experimento boliviano, incitados incesantemente por Evo Morales y sus adeptos.
Las especulaciones sobre el presunto afán de Castillo para perjudicar a Mirtha Vásquez en su intento de obtener el voto de confianza están fuera de lugar. Primero, sería una maniobra sutil, muy difícil de anidar debajo del sombrero. Segundo, lo que diga no va a cambiar la decisión de los congresistas. Si la presencia de varios impresentables no disuade a aquellos que quieren respaldar al nuevo gabinete, una declaración más tampoco lo hará.
La intención estatizadora, sin embargo, es real, y no hay que dudar que, si logran su propósito de instaurar una asamblea constituyente e imponer una dictadura chavista, lo harán.
Mientras tanto habrá que seguir observando a la legión de caviares consternados, afligidos, agobiados, pero incansables, tratando de encontrar en un tuit que redactó algún asesor, una luz de esperanza para justificar su respaldo al gobierno comunista, en su expectativa que les abra las puertas –y no solo una rendija como hasta ahora-, para acceder masivamente a los beneficios del Estado. Lampadia