El planteamiento de la prensa financiera hasta ahora se ha inclinado a que la economía mundial retomaría un crecimiento vigoroso si funcionan los apagafuegos de los problemas que ha dejado la exuberancia financiera de las dos décadas pasadas. Sin embargo, por una parte, el potencial de crecimiento de la economía mundial a largo plazo es menor y, por otra, no parece que sea fácil rellenar los agujeros financieros que dejó la crisis iniciada en 2008.
La razón es la dinámica de la población mundial, enrumbada al crecimiento cero en 2100 – con entre 10 y 11 mil millones de habitantes – y a estar cada vez más poblada con un porcentaje mayor de “viejos” que de “jóvenes”. El menor crecimiento de la fuerza laboral y la menor propensión a ahorrar (mas jubilados-consumidores y menos trabajadores-ahorradores) y, por tanto, menores ratios de inversión al PBI, circunscriben el crecimiento económico mundial y lo hacen depender cada vez más de la mejoría en la productividad, que, aunque notable en esta era tecnológica, es insuficiente para retomar las tasas de crecimiento de las dos décadas pasadas.
Además, a medida que la población mundial envejece, se torna más difícil controlar los desequilibrios de las finanzas públicas, pues cada vez hay relativamente mayor número de receptores de transferencias sociales (pensiones y gastos de salud) y menos contribuyentes (trabajadores) . Ello pone a los presupuestos en precariedad crónica y alimenta la bola de nieve de la deuda pública, lo que nos puede llevar a crisis financieras recurrentes y frecuentes. Las crisis del “fiscal cliff” y “budgetsequestration” de los Estados Unidos y la crisis financiera de la zona euro son, en gran medida, manifestaciones de este problema. Por ejemplo, en 2012, los ingresos tributarios del gobierno federal norteamericano solo alcanzaron para pagar las pensiones de la seguridad social, el Medicare y Medicaid, los intereses de la deuda y poquito más, todo el resto del gasto estuvo en números rojos. Es cierto que la economía está ahora con capacidad excedente, pero aun así.
Japón es el caso más claro de lo que se viene por delante, pero China – motor clave del crecimiento en las últimas tres décadas – va poco a poco camino a lo mismo, su población podría caer en 400 millones de aquí al 2100. El panorama de envejecimiento en los países desarrollados, sobre todo los de la Unión Europea, es también sombrío.
¿Cómo afecta todo esto al crecimiento de América Latina y de Perú?
¿Estamos ante un proceso determinista o hay políticas para cambiar el rumbo?
¿Cuál es la viabilidad política de las medidas para el cambio de rumbo?
¿Qué hacer?
¿Qué opina usted, lector?
Tomado de Semana Económica, 19 de marzo, 2013