Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
“Esto es consecuencia de la derrota ideológica que sufrimos los partidarios de una sociedad libre. Cuando el año 90 se desmoronó el comunismo, todos pensamos que la democracia y el capitalismo habían finalmente demostrado su superioridad moral, valórica y económica. Era tan abrumador el fracaso del socialismo estatista que sólo un político o un fanático podían ignorarlo y por eso nos callamos y nos dedicamos a trabajar.
Pero esto fue un error, las ideas nunca se defienden solas”.
Al igual que en Chile, en el Perú y en mucho otros países, los intelectuales de izquierda han rebautizado las ideas del marxismo socialista, aprovechando las ventajas de las sociedades híper conectadas por internet y las redes sociales, para poner todas las luces en los vasos medio vacíos, devaluando y oscureciendo los vasos medio llenos.
Así proponen movimientos refundacionales que niegan todos los avances de la humanidad, y políticamente, con claridad en Chile y Perú, recusando los espectaculares aumentos de la prosperidad. Todo ello, como dice Gerardo Varela en el artículo que compartimos líneas abajo, mientras la parte activa de la sociedad se dedicaba a trabajar y producir, dejando que los que no producen prosperidad, los que solo proyectan ideas de carencias y resentimientos en nuestros iris.
Veamos el caso del Perú.
Después de haber estado sometidos por 30 años a políticas de izquierda con la dictadura militar de Velasco-Morales, Belaunde II y García II, el Perú era un ‘Estado Fallido’. Entonces estaba prohibida, legalmente o de facto, la inversión privada en el agro, la minería, la pesca y el turismo entre otros. Por lo tanto, no había empleo y las regiones estaban abandonadas en la miseria.
- El Estado solo recaudaba el 3.8% de un PBI diminuto
- El 60% de los peruanos éramos pobres
- La mayor empresa peruana no facturaba más de 600 millones de dólares anuales, mientras en Ecuador superaban los 1,500 o 2,000 millones por año
O SEA, TODOS ÉRAMOS POBRES, POBLACIÓN, EMPRESAS Y ESTADO.
Desde los años 90, con la Constitución de 1993, en que se asumen políticas macroeconómicas y fiscales serias; y regresa la inversión privada a generar una revolución productiva con las agroexportaciones, la minería, la pesca, el turismo, la construcción y la vivienda popular; el Perú emprende el camino de la prosperidad:
- El Estado llegó a recaudar el 24% de un PBI varias veces mayor
- La pobreza bajó al 20%
- Las empresas peruanas se multiplicaros, crecieron y llegaron a invertir en nuestros países vecinos
Con esa revolución productiva, llevamos nuestros productos a todos los países del mundo, trayendo así riqueza para los peruanos, esa riqueza que permitió bajar la pobreza y la desigualdad, esa riqueza que llenó las arcas del Estado, miserablemente desperdiciada por la incapacidad, lenidad y corrupción, de la gran mayoría de autoridades públicas en el gobierno central, y especialmente en los gobiernos regionales y municipales, que se convirtieron en botines para los peores elementos de nuestra sociedad.
Como dice Varela, todo eso se dio mientras los que producíamos nos callamos, y dejamos que los intelectuales de izquierda nos llenaran de prédicas falseantes y destructivas. Dejamos que avivaran nuestras carencias hacia resentimientos, en vez de sumar para continuar produciendo y reduciendo la pobreza. Estas izquierdas mal habidas, nos frenaron, pararon el aumento de la prosperidad, nos dejaron a medio camino.
No podemos seguir en el error. Tenemos que asumir el liderazgo del frente de la guerra cultural. Tenemos que alzar la voz, dedicar nuestro tiempo y nuestros recursos en esa indispensable y permanente batalla de la defensa de las ideas. Lampadia
EL DESAFÍO ES VOLVER A PARTICIPAR EN LA BATALLA DE LAS IDEAS ALZANDO LA VOZ E INVIRTIENDO ESFUERZO, TIEMPO Y DINERO.
Esta batalla es larga y perpetua. Se da en nuestras casas, en los colegios y en la prensa. Si no participa es su derecho, pero después no se queje que una generación llena de prejuicios y adoradora de ídolos de barro despilfarre un país, que no es perfecto, pero que es infinitamente mejor que la alternativa que algunos quieren imponer.
Fundación para el Progreso – Chile
Gerardo Varela
Publicado en El Mercurio, 05.02.2022
Los ingleses decían que la batalla de Waterloo se ganó en los patios de Eton. Con esto significaban que su formación, cohesión y valores personales habían sido inculcados en el colegio mucho antes que fueran necesarios en la batalla.
El año 2005, un par de diputados acusaron a las Isapres de colusión. Éstas se defendieron y ganaron. Ese juicio mereció una nota a pie de página en la prensa de la época. Hoy en cambio, un informe de la FNE, donde apenas sugiere formas de mejorar la competitividad de la industria del gas, crea un escándalo político y mediático que los trata como delincuentes.
Esto es consecuencia de la derrota ideológica que sufrimos los partidarios de una sociedad libre. Cuando el año 90 se desmoronó el comunismo, todos pensamos que la democracia y el capitalismo habían finalmente demostrado su superioridad moral, valórica y económica. Era tan abrumador el fracaso del socialismo estatista que sólo un político o un fanático podían ignorarlo y por eso nos callamos y nos dedicamos a trabajar. Pero esto fue un error, las ideas nunca se defienden solas.
La izquierda en cambio se reorganizó, se radicalizó, se tomó los medios de comunicación, la educación y el Estado, y a partir del año 2010 empezó con un discurso anti empresarial. Su primera bandera fue terminar con el lucro en educación. Satanizó una actividad noble, como ganarse la vida educando al prójimo. La evidencia mostraba que lucro y calidad no tenían correlación ni causalidad alguna. Había colegios buenos, malos y más o menos, con o sin fines del lucro. Lo que estaba claro era que la educación subvencionada tenía mejores resultados. Pero ni la derecha defendió la libertad ni el empresariado defendió a sus pares educadores (muchos profesores de clase media). Los argumentos en contra del lucro eran infantiles y sin evidencia, v.gr.: que las entidades sin fines de lucro invertirían más (una afirmación falsa que la evidencia no avala); que no se puede destinar platas públicas al lucro privado, ¿qué estupidez es esa? Todos los días el Estado contrata con los privados (las vacunas que nos han salvado la vida vienen de laboratorios privados que lucran y por eso invierten). En educación se sacrificó a los niños en el altar de la igualdad cometiendo la inmoralidad de usarlos como medios para lograr fines políticos. Se prohibió el copago que impide a los padres invertir en la educación de sus hijos. En fin, la lista es larga. Y muy pocos alzaron la voz.
Hoy una nueva generación ha tomado el poder. Es la hija de esa batalla ideológica que estamos perdiendo y que invade todas las áreas del quehacer humano, desde la biología (los sexos ya no existen) hasta el lenguaje (tod@s) y donde muchos prefieren venerar la chamanería que estudiar ciencia o indultar criminales antes que meterlos presos. Para esta generación -formada en las barricadas más que en las bibliotecas- es más importante lo que sientes que lo que piensas, y lo que crees que lo que sabes. Por eso no es raro que sea prejuiciosa, se ofenda fácilmente y desprecie toda evidencia que contradiga sus prejuicios.
Elegimos a Piñera, pero nunca ganamos el poder. Si en los 90 se decía que ganaba la izquierda pero gobernaba con ideas de derecha hoy es al revés. La izquierda controlaba el relato, la prensa y el Estado. Nuestro Waterloo fue la elección de la Convención. Ahí quedó sobre representada la peor versión de la estulticia ideológica que se empezó a construir hace rato (y no precisamente en Eton), mientras una generación que se va, guardaba silencio y trabajaba.
EL DESAFÍO ES VOLVER A PARTICIPAR EN LA BATALLA DE LAS IDEAS ALZANDO LA VOZ E INVIRTIENDO ESFUERZO, TIEMPO Y DINERO.
Esta batalla es larga y perpetua. Se da en nuestras casas, en los colegios y en la prensa. Si no participa es su derecho, pero después no se queje que una generación llena de prejuicios y adoradora de ídolos de barro despilfarre un país, que no es perfecto, pero que es infinitamente mejor que la alternativa que algunos quieren imponer. Lampadia