Por Mario Saldaña, Periodista
El Comercio, 13 de enero del 2022.
Nos hemos acostumbrado. Colas interminables por pruebas moleculares, problemas por escasez de pasaportes y ni qué decir de la falta de otros servicios públicos básicos. Es nuestro día a día. Toda la disfuncionalidad del país expresada en imágenes y realidades chocantes.
Por supuesto, los otros cuatro riesgos –el estancamiento económico prolongado, la crisis del empleo, la desigualdad digital y el daño ambiental e ilegalidad– no dejan de ser importantes; todos existen y tienden a agravarse.
Cuando un paciente médico sufre un colapso en todo o parte de su cuerpo, genera de inmediato una atención de emergencia y los profesionales agotan todas las opciones para estabilizarlo. El paciente llamado Estado Peruano viene convulsionando. Pero sucede que los llamados a buscar soluciones y a intervenir siguen de espaldas y no se escuchan, solo se gritan y pretenden asegurarse la parte que creen que les corresponde.
Nos hemos convertido en un país de testigos. Nadie se hace cargo de nada. Y la oposición congresal, que debería liderar el control político e impedir que el latrocinio que sucede frente a nuestros ojos no ocurra, sigue en modo vacaciones y sin agenda común.
Todo indica que las mafias y los intereses ilegales han ganado la partida también en el Parlamento. Si no, no se entendería cómo Mirtha Vásquez, el titular del MTC, el del Interior y el de Energía y Minas (y me quedo corto por el espacio) siguen incólumes en sus puestos.
En paralelo, las autoridades que lideran algunas reformas elementales, como la educativa o la del transporte, claman por una reacción que no llega. Son los familiares del paciente que piden una cama UCI.